Nota inicial: Este no es un chupe
chileno de zapallo, sino que uno de zapallo chileno, ese vegetal oriundo
de Chile cuyas semillas llevaron los conquistadores a Europa donde un
señor Zuchinni —genial por lo demás— le encontró el uso que le damos
hasta hoy y por lo que muchos le llaman zapallito italiano. Pero actualmente,
cuando la denominación de origen es importante —miren lo que sucede con
el Pisco—, debemos destacar el de este calabacín: el zapallo chileno.
Esta receta tiene su historia. Estaba yo enfermo de
aburrido y con hambre. Como es lógico en estos casos uno parte deambulando
por la cocina, abre el refrigerador, mira para el patio de atrás (algunos
lo llaman de servicio), mira dentro del horno por si hubiera un pato
asado escondido, miras dentro del microondas, vuelves a tu escritorio
para descubrir que en este computador no hay respuesta a tus desconocidos
dilemas por lo que vuelves a la cocina a tamborilear los dedos sobre
el mesón mirando a tu rededor buscando qué hacer.
Suerte la mía, desde el frutero me miraba un zapallito
(chileno, no italiano) bastante grande —¿qué puede hacer un zapallito
en un frutero?— ya con hartos días y bien ajado. Estaba claro, había
que darle algún uso. Lo pelé, le saqué las partes feas, lo corté en
rodajas finas, lo pasé por harina y lo puse a dorar en mantequilla
con margarina y unas gotas de aceite de oliva. Como aderezos un poco
de
pimienta molida gruesa, orégano fresco, pizca de azúcar granulada,
vino blanco, ciboulette, sal —por supuesto— y alguna otra cosa. El
resultado, ésta cuestión con un sabor exquisito, con una consistencia
parecida al Quaker y que recordaba mucho a un Chupe pero que tenía
una "pinta" que... No se lo comería nadie.
Mi almuerzo estuvo excelente y la idea del Chupe siguió
dando vueltas en mi cabeza. Recordé, entonces el Chupe Zapallarino
de doña Lucha Wilson en el que podría reemplazar los mariscos por
las rodajas de zapallito sancochadas en vino y mantequilla, con
queso rallado y los condimentos que uno quisiera... o tuviera. Un par
de semanas después —lo que significa ayer—, llegó el momento.
El procedimiento para una persona: Remojar un pan con miga en leche hasta que esté completamente mojado.
Eliminar la leche
sobrante y pasarlo por el cedazo o colador. Freir una cebolla cortada
en cuadraditos con harto ají de color. Una vez dorada agregar el pan
pasado. Lo mezclamos y le incorporamos una cucharada colmada de mantequilla,
un cuarto de taza de queso parmesano rallado, una yema, orégano y crema
de leche (o natas).
Finalmente le incorporamos la preparación de los
zapallitos, lo ponemos en algún tipo de paila, ojalá de greda, con
mantequilla
y parmesano encima para doraralo en el horno unos diez minutos, y,
oye, liviano, novedoso, y ¡qué rico!.