Descubrimientos
y anécdotas culinarias: Datos importantes para asar las carnes.
LAS
CARNES CONSERVADAS EN FRÍO | LAS
CARNES CONGELADAS | SELLADO
DE LAS CARNES | SALADO
DE LAS CARNES | CUÁNDO SALAR
Datos
obtenidos del Manual del Asador Chileno, de don
Roberto Marín Vivado, libro que recomendamos
y no sólo por sus datos culinarios. Resulta muy entretenido
(y te lo dice un no carnívoro) |
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LAS
CARNES CONSERVADAS EN FRÍO
Mantener
las carnes a bajas temperaturas tiene por objeto retardar la iniciación
de los procesos de fermentación y descomposición. Simultáneamente,
favorece la "maduración" de las carnes de res y de
aves, ablandándolas e intensificando su sabor. El proceso de
enfriamiento que se inicia en las cámaras de frío de los
mataderos se continúa en las carnicerías o en los depósitos
de aves, y se mantiene en los refrigeradores de los consumidores.
Es conveniente
conservar carnes en refrigeradores caseros a 6 °C por 2 o 3 días,
no debiendo excederse de este período porque se supone que la
cadena de frío iniciada en los mataderos y continuada en las
carnicerías puede haber durado 2 o 3 días más,
tiempo suficiente para que las carnes inicien su desecación y
descomposición, inhabilitándolas para ser asadas.
Para obtener
buenos resultados en carne de vacuno debe retirarla del refrigerador
por lo menos un par de horas antes de asarla porque los cambios bruscos
de temperatura la pueden endurecer. Los patos y pollos pueden mantenerse
en su refrigerador durante uno o dos días, pero antes deberá
sacarlos de las envolturas plásticas en que se comercializan,
lavarlos y secarlos bien. Los pescados frescos no deben permanecer más
de 24 horas en el refrigerador; mientras antes sean asados, mejor.
LAS
CARNES CONGELADAS
La congelación
de la carne a -18°C permite conservarla largo tiempo, aunque la
prudencia aconseja que no exceda los 6 meses porque si bien conserva
su sabor y consistencia en forma aceptable, su estructura celular se
deteriora por efecto de la cristalización de su componente acuoso:
los cristales de hielo rompen las membranas celulares, que al descongelarse
permiten el flujo de sus jugos al exterior de la pieza cárnea,
haciéndola poco apta para su uso en la parrilla.
El descongelado
debe hacerse lentamente, pasando la carne del congelador al refrigerador,
donde permanecerá durante 24 a 48 horas hasta su descongelamiento
total.
Los pescados
indicados para asar jamás deben congelarse porque su frágil
estructura muscular se resiente de tal modo que se destrozan al ponerlos
sobre la parrilla. Además sus aceites se oxidan, dándoles
un sabor rancio muy desagradable.
SELLADO
DE LAS CARNES
El sellado
se utiliza para evitar que las carnes que se asan en trozos o aquellos
cortes que no tienen membranas que las protejan, pierdan sus jugos interiores.
Consiste en producir una costra protectora en toda su superficie, con
un golpe de calor que coagule y tueste las proteínas cárnicas
superficiales y caramelice los glúcidos.
A fin de
que la costra se forme de manera regular y uniforme, es preciso que
el calor de las brasas afecte en forma pareja toda la superficie de
la carne que se asa; para ello es requisito imprescindible que la brasa
esté bien hecha e incandescente, es decir, entre 170° y 200°C
a nivel de la carne. El intenso golpe de calor inicial debe reducirse
posteriormente, de modo que el interior de la carne también pueda
asarse, hasta alcanzar el punto de cocción deseado, sin que el
exterior se queme.
Es recomendable
sellar todos aquellos cortes que no tengan membranas o cobertura de
grasa, tales como el Lomo Vetado, Lomo Liso, Sobrecostilla, Asado del
Abastero y el Asado del Carnicero. Las porciones individuales (bifes)
se deben sellar con un bonito dorado, a diferencia de los cortes grandes,
en que el sellado debe ser leve ya que el dorado se alcanzará
durante el asado.
SALADO
DE LAS CARNES
Muchos
aficionados no conocen realmente la relación del uso de la sal
con el sellado, ni el momento apropiado para su aplicación. Es
muy frecuente que al pie de la parrilla se junten los "expertos"
en asados, dando su versión de que si la sal va antes, durante
o después de que la carne se ha puesto sobre las brasas o al
calor de una fogata.
Para aclarar
este asunto, expongo un criterio que puede servir de guía al
inexperto: todo depende de si el corte de carne está protegido
por membranas o cobertura de grasa, o si está desprovista de
ellas.
Cada músculo
está envuelto por membranas (telillas sub-aponeuróticas
y aponeurosis) que le ayudan a mantener la forma durante las contracciones
que experimenta la res en vida. Está envuelto además por
grasas perimusculares o de cobertura, que son barreras que los protegen
de la fuga de sus líquidos al exterior. En el caso de la res
entera descuerada, posee varias capas de membranas que envuelven su
cuerpo, evitando al máximo la desecación muscular.
Si el animal
se ha trozado para prepararlo a la parrilla, como es el caso de un bife
de Lomo o Filete que se ha cortado en tajadas para uso individual, es
evidente que se ha perdido la protección de las membranas, dejando
las partes seccionadas expuestas. La sal (cloruro de sodio), sazonador
indispensable en toda carne que se asa, es marcadamente higroscópica,
esto significa que tiene la propiedad de atraer fuertemente la humedad
y absorber agua en la cual va disolviéndose. Al esparcir sal
sobre la carne ésta atrae el líquido que se encuentra
en elinterior, hacia el exterior, lo que va licuándola. A medida
que la sal se disuelve, inicia su penetración por osmosis a través
de las Membranas protectoras difundiéndose lentamente por el
líquido intercelular y sazonando así la carne en profundidad.
Por "osmosis"
se entiende el paso de líquidos de distintas densidades a través
de una membrana que los separa, hasta igualar las densidades a ambos
lados. El aumento de la densidad provocada por la disolución
de la sal aumenta la presión osmótica exterior y la impulsa
a desplazarse hacia las zonas de menor densidad. Esta presión
osmótica también hace que la sal disuelta en los líquidos
intercelulares penetre a través de la membrana celular en cada
célula o fibra muscular. Este traspaso de la sal por osmosis,
desde la superficie de la carne hasta sus profundidades sin alterar
su contenido acuoso, es posible sólo en los cortes enteros que
conservan sus telillas envolventes.
Haga la
prueba con un corte que conserve sus membranas: esparza sal fina (la
sal gruesa demora en disolverse) sobre toda la superficie y póngalo
en el refrigerador en una bolsa plástica por unas horas, y luego
podrá comprobar que si pasa un dedo por la carne y se lo pone
en la lengua, estará muy poco salado porque la sal se habrá
absorbido. En segundo lugar verá que al retirar la carne de la
bolsa prácticamente no quedan residuos líquidos en su
interior. Esto demuestra que es posible disfrutar de un asado sazonado
homogéneamente en toda su extensión y, además,
jugoso.
Diferente
es la conducta de la sal sobre carnes seccionadas o trozadas, porque
atrae los jugos hacia la superficie, humedeciéndola y no sellándola
como suponen algunos. Al poner la carne en la parrilla las fibras musculares
se contraen por efecto del calor, ejerciendo presión sobre los
líquidos intercelulares que, al no encontrar la barrera natural
de las membranas o por la falta del sellado de la carne, fluirán
libremente al exterior, coagulándose sobre la superficie, otorgando
al asado un aspecto feo, que además de no dorarse, se resecará.
CUÁNDO
SALAR
La sal
se deberá aplicar con suficiente antelación a los animales
enteros y a las carnes que conservan sus membranas protectoras. Mientras
más grande la pieza, la aplicación de la sal deberá
hacerse con mayor antelación. Cuando se sala un animal entero,
como un cordero, cerdo o cabrito, el tiempo que demora la sal en alcanzar
las zonas más profundas es de 2 a 4 horas, dependiendo del tamaño
del animal. En el caso del vacuno, dependerá del grosor de cada
corte.
Las carnes
seccionadas, trozadas, descongeladas o cortes delgados, deben recibir
la sal mientras se asan, ¡sólo sobre las zonas bien doradas!,
es decir, que han sido selladas. O bien directamente después
de haber sido asadas, como es el caso de carnes de escaso grosor, como
la Palanca o la Entraña del vacuno.
La sal
gruesa es más bien un mito, ya que la sal fina aplicada en la
cantidad justa y con suficiente antelación, penetra rápido
y sazona más uniformemente; además no deja residuos salobres
que pueden molestar al comer la carne.
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