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Kiko
Benítez |
El miércoles anterior al martes 11 de septiembre
de 1973, caminábamos por la Calle Valparaíso frente
al Samoiedo, dirigiéndonos hacia la Radio Recreo, con un gran
amigo de entonces y conocido locutor radial hoy. Yo estudiaba en la
Universidad Federico Santa María por lo que vivía en
Viña del Mar.
Mi amigo me dijo, muy serio:
—El 11 es el golpe. Los militares están
siendo presionados por los brasileros, mejor ándate a Santiago.
—¿Cómo sabes? —le pregunté
porque su fuente podía ser cualquiera de entre las que yo podía
pensar. Me lo dijo, no recuerdo hoy quién, pero si recuerdo
que me resultó inesperado. Quizás me mencionó
a alguien de la marina.
Nos vinimos a Santiago con mi polola de esos años,
para contemplar en silencio el 11, desde el departamento de mi madre,
por un lado el bombardeo de La Moneda, por el otro el de Tomás
Moro.
Muchos años después le mencioné
este incidente al que fue mi suegro definitivo, Ministro civil del
gobierno de Pinochet, quién se molestó conmigo —pensando
que le estaba mintiendo—, ya que ni siquiera el grupo de organizadores
del golpe, del que él fue parte, sabían con tanta antelación
la fecha y menos ésta podía haberse filtrado.
No le presté mucha atención al asunto
pero me quedó dando vuelta la duda ¿Cómo un individuo
casi desconocido sabía lo que ni siquiera los organizadores
del evento sabían? ¿Pudo ser, acaso, sólo una
casualidad y el informante ser un simple "riflero"? Lo pensé
así por la mención de los brasileros, lo que sólo
se vino a demostrar este año.
Con el tiempo lo sucedido el 11 de septiembre de
1973 se ha analizado desde todo punto de vista y se han aclarado muchos
misterios. La CIA, con activa participación en el Chile de
ese período, desclasificó sus papeles, y posteriormente
se descubrieron las conecciones brasilera y francesa.
La participación cubana estaba clara desde
un inicio.
Pero entre los actores falta la KGB, dirigida entre
1967 y 1982 por Yuri Andropov, que sucedió a Brezhnev, luego
de su muerte, en la conducción de la Unión Soviética.
Paralelamente la CIA fue dirigida por Richard Helms, nombrado por
Johnson en 1966 y despedido por Nixon el 72 por negarse a destruir
pruebas sobre Watergate; James R. Schlesinger, nombrado por Nixon
pero que sólo ejerció entre febrero y julio de 1973;
y William "Bill" Colby, Director hasta 1976, y que fue sucedido
por George Bush padre durante el gobierno de Ford.
Una CIA bastante convulsionada contra una plácida
KGB.
¿Cuál era, es, el interés
por Chile? Entre muchos otros, por supuesto, nuestra proyección
sobre la Antártida, causa también de nuestra disputa
por las islas Lenox, Picton y Nueva con la Argentina, del interés
de Inglaterra por las Malvinas y de la guerra de Argentina por ellas,
que luego del diferendo con nosotros quedaba con sus pretenciones
antárticas muy debilitadas —Chile, Argentina e Inglaterra
reclaman un mismo sector en el continente blanco (recuerden que el
centro de Chile continental queda en Puerto Montt y, si incluímos
la Antártida, el centro de Chile queda en Tierra del Fuego).
Sería un gran error suponer que la KGB no
operaba en Chile durante un gobierno afín a su país,
como lo era el de la UP. Muy por el contrario, tenían todas
las facilidades para comprar personas, infiltrarse, financiar movimientos,
etc., al igual que su contrapartida norteamericana pero más
cómodamente.
Los días siguientes al 11 —muchos
lo recordarán—, todas las noches se podía escuchar
la Radio Moscú con noticias sobre Chile que en muchos casos
considerábamos simple propaganda antigolpista, y que en muchos
casos sí lo era pero que en otros no. ¿Cómo lo
sabían? En un período con las comunicaciones controladas
(durante el día 11 el único telex operativo en Chile
era el de la Embajada de Holanda), sin celulares ni satélites,
¿cómo Radio Moscú sabía lo que nadie sabía
y podía dar noticias hasta sobre choques en Kennedy, como me
lo recordó ayer un amigo?
No olvidemos que la Guerra Fría era, en
el fondo, una de informaciones.
Así como muchos, y es sólo un ejemplo,
podrían suponer que el norteamericano Townley trabajaba para
la CIA, también se podría suponer que lo hacía
para la KGB o para ambas. En todo caso sí es dable suponer
que entre los principales objetivos de la KGB en Chile tiene que haber
estado el infiltrar la derecha política y las Fuerzas Armadas
reclutando a algunos de sus miembros, sobre todo para prevenir el
posible éxito de un gobierno de la derecha en caso de que Allende
fuera destituído y el modelo comunista anulado en Sud América.
Tanto la represión, la violación
de los derechos de las personas, la persecución concertada
en tres o cuatro países del Cono Sur —la Operación
Cóndor, por ejemplo—, deben haber satisfecho plenamente
las expectativas en este sentido de la inteligencia soviética.
En este partido de ajedrez con la CIA, los soviéticos estaban
ganando: los golpistas sudamericanos estaban haciendo lo adecuado
para luego desprestigiarlos.
La KGB fue cerrada el 11 de septiembre de 1991
mientras Mikhail Gorbachev era Presidente de la USSR, año en
que recibió el Premio Nóbel de la Paz. Los documentos
clasificados, si no recuerdo mal, fueron destruídos.
Sin duda, para entender equilibradamente lo que
nos sucedió antes, durante y después del 11 de septiembre
de 1973, debemos poner también en este escenario a este actor,
la KGB.