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EDITORIAL DE CHICUREO.COM:

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Frente a los problemas que enfrenta la Iglesia Católica
La opinión de un agnóstico:

Esta no es, definitivamente, una Editorial de Chicureo.com, es sólo una opinión personal de su Director.

¿Por qué en un sitio como éste debemos tocar un tema como el que afecta actualmente al sacerdocio? Porque es un remezón que involucra a toda la sociedad occidental, sino más.

A pesar de que por mi agnosticismo no comparto ni percibo muchas cosas que estructuran la Iglesia Católica, hay ciertos elementos de ella que le son independientes, la sobrepasan, y que han existido también en otros credos y con otros dioses, que resultan inmanentes a la humanidad.

Uno de estos elementos, y el más importante, es el sacerdocio. Al menos yo, creo firmemente en el sacerdocio como institución de seres nobles dedicados a conectar a la sociedad con una percepción íntima y afectiva del universo que muchos sienten mística o divina. También creo en la necesidad del celibato en el sacerdocio, en la abstinencia que permite la sublimación de la líbido y en la concentración del individuo en metas transpersonales, sin las limitaciones que muchas veces impone la sexualidad.

Pero los numerosos casos de pedofilia y abuso sexual en la Iglesia descubiertos este último tiempo --y no sólo en EUA-- nos muestran una serie de aspectos que debemos mejorar, como sociedad, para tener también mejores sacerdotes.

En la práctica, estos casos descubiertos son una buena señal de que aquellos que en el futuro se podrían ver afectados por la tentación de hacer lo mismo, se verán refrenados tanto por la experiencia adquirida como por la amenaza de ser descubiertos.

La vocación por el sacerdocio, no debemos malentenderla, es una vocación de Fe que busca una vida de bondad y una comunión con lo divino. La Iglesia ha tenido sus Savonarola, sus demonios inquisidores, pero también sus innumerables Padres Hurtado. Incontables hombres santos, y mujeres santas, que vivieron su santidad en el anonimato de su misión. Pero para llegar a ser del tipo de un Padre Hurtado se requiere no de santidad, sino que, más que nada, de temple.

No es posible pedir que todos los que sienten la vocación sacerdotal tengan ese temple, como tampoco es posible pedirles que sientan el celibato como parte esencial a su vocación e indispensable para su desempeño de bien y tampoco, finalmente, es posible que todos sean capaces de enfrentar experiencias tan difíciles y violentas como a las que obligan ciertas realidades, ya sean guerras, miseria, enfermedades o la misma Confesión.

El sistema de la Confesión Católica es una herramienta extraordinaria para la sanidad espiritual. Parecida en parte a la psiquiatría, se diferencia de ella porque tiene más que ver con las propias culpas y conducta que con las anomalías mentales.

Sin embargo debemos entender que la exposición a estímulos eróticos en una persona común, puede llegar a ser de una tortura atroz si no encuentra desahogo y este es un problema inherente a la Confesión.

La Confesión para un sacerdote en la soledad y obscuridad de su confesionario, puede resultar en una violenta exposición a estímulos sexuales que sólo con una pequeña desviación puede transformarse en una clara exposición a la pornografía (sexualidad explícita).

La experiencia puede resultar traumática, torturante u obsesiva, y, como la pornografía en Internet, también podrá resultar para algunos en un simple vicio cuya necesidad de desahogo buscará el cauce más cercano para desbordarse, en el caso que tratamos, la sexualidad con niños. Es muy posible que muchos sacerdotes hayan enfrentado cargas demasiado pesadas como para soportarlo.

Confiar en que el Vaticano, simplemente, dictará algunas medidas internas, creo, es desconocer profundamente la inteligencia de Juan Pablo II, quién, en su discurso a los Cardenales de Estados Unidos, en inglés, por la reunión interdicasterial del 23 de abril recalcó:

"The abuse of the young is a grave symptom of a crisis affecting not only the Church but society as a whole. It is a deep-seated crisis of sexual morality, even of human relationships, and its prime victims are the family and the young. In addressing the problem of abuse with clarity and determination, the Church will help society to understand and deal with the crisis in its midst."

Es claramente un problema social, que afecta proporcionalmente, también, a la Iglesia.

Por ejemplo, mis cuentas de correo electrónico se llenan todos los días con toda suerte de propaganda no solicitada de sitios con los más variados tipos de pornografía y zoofilia. ¿Por qué las mías y no las suyas, podrá preguntar usted?

Porque las mías están publicadas en mis sitios Web --y las de una mayoría de jóvenes están publicadas en sus propios sitios, o en lugares de chateo--, donde máquinas buscadoras del signo "@" se llenan de direcciones de correo para enviarles posteriormente el spam.

(¿Igual le llega propaganda aunque su dirección no está publicada en ninguna parte? Entonces usted cometió el error de responder alguna cadena que le ofrecía un teléfono gratis o que pedía ayuda para algún moribundo niño inexistente)

El problema del lugar oscuro y solitario, como el confesionario, en el que alguien puede resultar expuesto a estímulos sexuales inesperados y violentos, abarca muchos sectores de la sociedad, incluyendo Internet, por lo que, lo que recalca Juan Pablo II, adquiere tremenda importancia: "señalar el problema con claridad".

No es que esté en favor o en contra de la pornografía --ver nuestra opinión--, pero sí estoy en contra de la oscuridad y de la soledad. La Iglesia estas últimas décadas, por medio del Nuevo Catecismo, diferentes documentos y actos papales, ha dado gigantescos pasos pro la claridad. ¿Pero han llegado todos estos avances a todas las bases de la Iglesia o han sido adoptados por todos los creyentes?

Observo con enorme preocupación el resurgimiento de sectas al interior de la Iglesia, con grandes diferencias entre ellas e incluso rivalidades, donde la bondad, la compasión o misericordia, muchas veces se ven obscurecidas por el abrazo engreído de normas absolutas excluyentes.

Y es en este tipo de exclusiones, religiosas, políticas, deportivas, donde se anidan nuestros mayores fracasos como individuos, familias, barrio o país.

¡Viva Chacabuco!

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