Resulta
increíble que en una misma fecha, con tantos años de diferencia
entre una y otra, dos edificios emblemáticos fueran destruidos
por aviones, de una manera jamás esperada, dando un giro radical
a la historia no sólo de las naciones involucradas, sino que
a la del mundo entero.
Aunque
sin duda, sus consecuencias no son comparables, sus orígenes
sí lo son.
Ambas
destrucciones fueron causadas por posturas políticas y de Fe
incompatibles, sucediéndose casi como si el destino hubiera intentado,
al ver fracasar el objetivo de inculcar la paz con la primera, repetirla
groseramente con la segunda.
Pero
parece otro intento fallido, por sus causas cada vez más distantes
del simple raciocinio que permiten los números, porque la guerra,
el terror, el doblegar y obligar, es simplemente el peor de los negocios.
Un negocio sólo es bueno cuando se benefician todas las partes.
Y
es precisamente con los números que construimos las ciencias,
con los que nos percatamos de lo distante que están las culturas
de ellas. Cada cultura está en pugna con la otras, basando sus
historias en diferentes calendarios --el occidental o católico,
el musulmán, el chino, hebreo, etc.--, que a su vez se originan
en hechos religiosos también irreconciliables, en vez de estructurarse
bajo una Astronomía que es única e igualitaria para todos.
¿Importa
el Calendario? Por supuesto que sí desde el momento que no sólo
debería indicarnos en qué lugar del Universo estamos,
sino que también nuestro lugar en la Historia. Pero no es así.
Como ejemplo el calendario nuestro, que nos acaba de entregar la gloria
de ingresar a un nuevo milenio --fenómeno emocionante de verdad--
y que se origina en el año del nacimiento de Cristo, hecho sin
ningún fundamento histórico para los no creyentes del
Nuevo Testamento, y que habría sucedido tres años después
para los historiadores sí creyentes. Desde este punto de vista
último, estaríamos todavía en 1999, si coincidimos
esta Era con la Natividad.
Hace
varios años se propuso un calendario de trece meses de 28 días,
con un Día de Año Nuevo al final del año --que
puede ser situado en cualquier lugar de la órbita sin afectar
realmente nuestra vida pero que podría ser coincidente con algún
solsticio, ya que actualmente el nuestro no coincide con nada--, y con
un Día de Año Bisiesto, cada cuatro años. La gracia
de un calendario como éste, estribaría en que los diferentes
días de todos los meses llevarían el mismo nombre. Por
ejemplo, si los meses empezaran los días viernes 1, usted sabría
que todos los días siete, de todos los meses de todos los años,
caerían en jueves. Lo mismo los 14, 21 y 28. Quizás a
usted podría parecerle un tanto monótono, pero digamos
que se trata sólo de una simple certeza astronómica, con
plena coincidencia respecto al ciclo solar, y plena coincidencia respecto
al ciclo lunar, lo que permitiría además, que la Semana
Santa dejara de ser una fiesta movible en el grado actual, ya que se
fija en correspondencia con la luna, que tiene un ciclo promedio en
el tiempo de 28 días.
¿Sin
embargo, si el calendario fuera cambiado, cuándo debería
fijarse su origen? ¿El año 3 de esta era para que corresponda
al nacimiento de Cristo? ¿El 560 AC para que corresponda al de
Buda? ¿El 570 DC para el de Mahoma? ¿O hace 5.763 años
para que corresponda al origen del mundo según los hebreos?
Seguramente
deberíamos todos partir de un año cero: el que corresponda
al del cambio, dejando todas las creencias que nos han llevado a odiarnos,
matarnos, perseguirnos con Guerras Santas, Cruzadas y todas las demás,
en una era pasada y oscura. Sería imponer la razón sobre
la brutalidad con la fuerza de la ciencia. Como si cambiáramos
nuestro "Por la Razón o la Fuerza" a "Por la Fuerza
de la Razón".
Por
supuesto, como muchas otras ideas de paz, ésta también
es irrealizable porque simplemente las personas, los individuos, no
vinculan su presente con el presente terrestre ni menos con el astronómico,
esto es, con la realidad. Las preguntas del tipo ¿afecta mi auto
a la contaminación? ¿afecta mi estufa al calentamiento
global? ¿afecta el tener una familia numerosa al futuro de esos,
mis hijos? ¿afecto yo en algo el momento histórico? tienen
una respuesta negativa en una mayoría de las personas porque
ellas están convencidas que su importancia se reduce a su núcleo
social más cercano y eso es "si es que".
Pero
la realidad objetiva es muy diferente. El mundo es afectado y sostenido
diariamente por todos los seres humanos, sin diferencia de clase, ni
económica, ni étnica, ni cultural, y algún día,
la misma computación de siempre nos permitirá ver en la
Historia, la importancia que tuvo hasta el más anónimo
de los individuos en base al pasado registrado.
Hoy,
obsesionados con nuestras pasiones, perdemos de vista el futuro y sus
posibles complicaciones. Como un simple ejemplo, parece haber una percepción
errónea sobre la Ley de Probabilidades y sobre que la posibilidad
de una colisión con un asteroide el 1º de febrero del 2019
o el 2060, sea poco preocupante porque fluctúa entre uno en 250
mil o 6 millones de oportunidades.
Una joven pareja que hace un par de meses tuvo cuatrillizos nos acaba
de demostrar que una posibilidad en 800 mil verdaderamente sucede en
el momento menos esperado.
El que una posibilidad entre seis millones suceda en la primera oportunidad
es tan posible como que suceda en una intermedia o en la última.
Y en una situación astronómica con cifras y tiempos astronómicos,
decir uno en un millón es una reducción y simplificación
de una expresión mucho más real, por ejemplo, 25.000 en
25.000 millones, que le es equivalente.
En un caso como éste, con una posibilidad en da lo mismo cuántas
oportunidades, basta con que sea "una" para que la preocupación
deba ser enorme. No olvidemos que recientemente nos rozó un gran
objeto espacial que detectamos sólo después de que nos
sobrepasó. Quedan bastantes años para evitar un impacto,
de suceder, y como chilenos, seguro que lo dejaríamos para el
último minuto.
Faltan
todavía años para esta posible colisión --otro
objeto volador contra un "edificio" emblemático,
la Tierra--, pero igualmente ella nos demuestra que debemos mirar los
cielos, llevar a la realidad nuestros diferentes calendarios, integrándolos
en uno sólo, ya que no existe más que un único
Universo, el nuestro.