¡de
los libres!
O
el refugio para los oprimidos.
¿Un
sueño? ¿Chile, una tierra garante de libertad? Para algunos,
si no muchos, el concepto de libertad tiene un dejo consistente a Sodoma
y Gomorra. Pero la Libertad es una situación que no admite restricciones
que le permitan seguir siendo ella misma, como en la Física,
que se puede hablar de más o menos grados de libertad en algunos
sucesos.
Los
libres somos aquellos que hacemos efectiva nuestra facultad de Albedrio
y que, obviamente, no imponemos a otros nuestras decisiones individuales,
a los otros que, como Dios ha querido, han quedado también en
manos de sus propias decisiones.
La
Historia de nuestro país resulta minimizada por muchas personas
--burguesas en su mayoría, y entendiendo al burgués como
aquel que vive protegido por los muros del feudo (o sociedad) y que
no tiene la preparación suficiente como para sobrevivir fuera
de él, por sus propios medios--, que no comprenden la dificultad
de haber transformado esta tierra, con sus contrastes geográficos
y climáticos, habitada en gran parte de su extensión por
el único pueblo aborigen nunca vencido por dominadores, en una
Patria.
La
situación de los Hombres del Bosque --Mapuches en su idioma,
de "Mapu", bosque, y "Che", que significa hombre
y que por eso lo utilizan actualmente los argentinos en el sentido de
nuestro cariñoso "huevón"-- es hoy extremadamente
difícil y en conflicto por supuesto, con nosotros los Huincas
o ladrones que, con el apoyo de Occidente, hemos logrado conservarlos
en la mayor incultura y pobreza, a la que, sin duda, se rebelan.
El
forjador de esta Patria, don Pedro de Valdivia, llegó a Chile
cuando era sólo un mocoso de 29 años. Pero tenía
algunas cosas a su haber: de los conquistadores era de los pocos universitarios,
uno de los más ricos, era la mejor espada de la Corona, tenía
sífilis contagiada, probablemente, por Inés de Suarez,
a la que conoció en Panamá, y tenía la costumbre,
cuando entraba en contacto con pueblos desconocidos, de matar a ocho
para así demostrar que era amistoso.
A
pesar de la oposición de sus cercanos el llevó adelante
su sueño, llegar a Chile para quedarse en él, donde finalmente
murió en circunstancias harto especiales. Luego de estar sitiado
en el sur, donde con sus hombres habrían muerto de hambre de
no mediar una invasión milagrosa de codornices que les permitió
alimentarse e iniciar una contraofensiva, se empantanó con su
caballo donde fue capturado por los Mapuches que, ritualmente, le comieron
el corazón a ambos, para adquirir parte de su valor y fortaleza.
Era
profundamente admirado por sus enemigos.
El
quizo fundar Santiago, la Capital, en San Ignacio, donde podríamos
decir que está el verdadero límite sur de nuestra zona,
pero fue convencido de hacerlo en la poco conveniente ubicación
del Santa Lucía, a borde de río, donde hoy está
la Alameda del Libertador Bernardo O'Higgins, y donde inevitablemente
tendrían que ser sitiados y donde habrían resultado muertos
sino hubiera estado doña Inés, la que degolló personalmente
algunos caciques rehenes cuyas cabezas fueron clavadas en picas para
el horror de los sitiadores que ante su exhibición se retiraron.
Valdivia
no era un personaje común. Doña Inés tampoco. Para
nada. Tampoco lo fue O'Higgins, que en la batalla de Chacabuco demostró
un genio militar extraordinario y donde resultó herido de un
balazo en el hombro, por lo que no pudo pelear en Maipú, pero
contaba con el apoyo de un notable amigo, el argentino José de
San Martín --ambos murieron en el exilio--, con el que se abrazaron
al final de la contienda que significaba la libertad del cono sur, concretada
gracias a nuestra flota que cooperó con la del Perú y
la que al zarpar de Valparaíso fue comentada por el bastardo
Bernardo como "de esas cuatro tablas depende el destino de América".
Bernardo
fue un bastardo. Pero a pesar de ser hijo de una muchachita de diesciseis,
campesina aunque de "buena familia" y del Virrey del Perú,
don Ambrosio, que tenía más de sesenta años y,
seguramente, un encanto fuera de toda proporción, logró
llegar a ser Capitán General de la República. Fueron hombres
que llevaban el Albedrío donde fueran.
Caupolicán,
Lautaro y tantos otros, también luchaban a costa de sus vidas
por el Albedrío.
Posteriormente
Prat, otro joven menor de treinta, Abogado y Capitán suplente
por una estrategia completamente equivocada del Estado Mayor de entonces,
entendió claramente que de su actuar dependía el futuro
de Chile... y de América. En su situación en Iquique no
podía rendirse a tierra, donde él y sus hombres habrían
sido inútilmente sacrificados y vilipendiados, y tampoco podía
rendirse al Huáscar porque Grau, otro genio militar, no habría
perdido el tiempo en una rendición... Habría ido en busca
de la Covadonga y la Independencia, para desequilibrar el conflicto
en favor de Bolivia.
Prat
resumió la situación muy brevemente: La contienda es desigual...
Por la que murió pero triunfó.
Según
el historiador Eyzaguirre y la mayoría de los observadores internacionales,
en ese momento Chile ganó la Guerra del Pacífico y todo
lo que vino después fue un derrame de sangre innecesario. Igual
se garantizaba el que "o la tumba serás de los libres"
y que Chile continuaría siendo el "asilo contra la opresión".
Un
siglo después me tocó ser acuartelado por motivo de nuestra
confrontación con Argentina a raíz de la disputa por las
islas Lenox, Picton y Nueva. Sucedieron muchas cosas muy raras entonces,
mientras el general Pinochet estaba en vuelo a la Polinesia y el Ministro
Cubillos presentaba su renuncia porque no habían sido recibidos
en una de ellas. Yo, como sargento, estaba a cargo de un grupo que podría
ser definido simplemente, desde el punto de vista burgués, como
"lumpen". Todos, sin rasurarnos, muchos con el pelo largo
--incluído el que escribe--, con armamento y munición,
y en traje de campaña, eramos lo más parecido a un grupo
de guerrillas en plena revolución de alguna película tercermundista.
Ahí
podías ver a todos los héroes mencionados anteriormente
reunidos en cada hombre. Dispuestos a cualquier cosa, incluso a morir
¿Por qué? Por el Albedrío. La libertad, el derecho
a decidir sobre sus propias vidas, pero claro, de los que seguirían
vivos.
Sin
embargo hoy la presión contra el Albedrío es enorme y
Chile enfrenta una difícil disyuntiva entre seguir siendo el
país libre que todos sus forjadores pretendieron, o restringir
cada vez más las libertades por medio de leyes que obliguen a
las personas a acatar lo impuesto por otras en vez de seguir su razón
o, dependiendo de sus creencias, aceptar que Dios los dejó en
manos de sus propias decisiones.
Algunos
ejemplos: la ley de Matrimonio Civil, una obra teatral que hace referencia
a Prat, y el uso autorizado de nuestra Bandera. Los tres son fenómenos
que tienen en común la intención restrictiva. El Matrimonio
Civil que se pretende que continúe siendo un contrato que no
lo puedan cancelar ni aún estando de acuerdo todas las partes.
La obra teatral generando profundo rechazo porque utiliza una figura
admirable de un modo que no se ajusta a nuestra percepción histórica.
La Bandera que no puede ser utilizada libremente y que sólo puede
ser izada en determinadas fechas so pena de multa o cárcel.
Los
norteamericanos aman tanto su bandera que incluso la utilizan en trajes
de baño, y como dicen ellos en un juego de palabras "freedom
is not free" --la libertad no es libre, en el sentido de gratis--,
la libertad tiene un costo que hay que pagar y un riesgo que hay que
asumir cotidianamente.
Otro
ejemplo: muchos intentaron con energía el impedir que fueran
aumentadas las velocidades máximas para los vehículos
motorizados, argumentando por supuesto los riesgos que esto involucra.
Tiene riesgo, claro. Al igual que subir el Everest o Aconcagua, que
el correr en un rally de motociclismo, que el bañarse en el mar,
que bucear, en fin, que tantas y tantas cosas que no por ser riegosas
vamos a prohibir que se efectúen porque, de ser así, la
humanidad no avanzará jamás a su óptimo.
Y
es esto último lo que importa de este cambio en la Ley del Tránsito.
Imagine usted una fábrica, con maquinaria cara, de última
tecnología, capaz de producir "x" número de
productos al día, pero que por ley la obligamos a producir sólo
una porción de su capacidad. Tendríamos una fábrica
subutilizada. Nuestro parque vehicular estaba subutilizado. Un enorme
número de máquinas de última tecnología,
indispensables para el desarrollo del país y de su economía,
obligadas a trabajar bajo su óptimo. Hasta hace algunos años
los automóviles más avanzados tenían sólo
cuatro velocidades --cambios-- para la marcha adelante, lo que significaba
que su velocidad óptima para bajo consumo de combustible y conservación
del motor era en torno a los 90 Km/Hr. Con la incorporación mayoritaria
de la 5º, como sobremarcha, el óptimo, con el mismo nivel
de revoluciones por minuto del motor y de consumo, subió a los
110 o 115 Km/Hr, si no más. Esto implicó que por el mismo
costo o uno menor, el tiempo de desplazamiento entre un lugar y otro
podía reducirse en un 20%.
Esto
significa que los once kilómetros de nuestra carretera entre
el Camino a Chicureo y Américo Vespucio tomaban 6.6 minutos a
100 Km/Hr. Hoy pueden tomar 5.5 minutos a 120. 1.1 minuto de diferencia.
En muchos casos con dos viajes ida y vuelta a Santiago significan casi
5 minutos diarios menos de viaje. Media hora a la semana ¡Más
de un día al año que usted no anduvo en auto! ¿Insignificante?
Multiplíquelo por mil conductores y obtendrá más
de tres años perdidos de descanso o producción en la vida
de un hombre.
Por
supuesto, usted no está obligado a aumentar su velocidad normal
sólo porque se aumentaron los límites. Es el Albedrío,
su decisión, que todos debemos respetar e incluso morir para
que los demás también la respeten. Es el precio de la
libertad.
Podemos
ser la tumba de los libres, pero fervientemente preferimos ser el asilo
contra la opresión.