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EDITORIAL DE CHICUREO.COM:

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18 de septiembre: ¿Que o la tumba será... ?

¡de los libres!

O el refugio para los oprimidos.

¿Un sueño? ¿Chile, una tierra garante de libertad? Para algunos, si no muchos, el concepto de libertad tiene un dejo consistente a Sodoma y Gomorra. Pero la Libertad es una situación que no admite restricciones que le permitan seguir siendo ella misma, como en la Física, que se puede hablar de más o menos grados de libertad en algunos sucesos.

Los libres somos aquellos que hacemos efectiva nuestra facultad de Albedrio y que, obviamente, no imponemos a otros nuestras decisiones individuales, a los otros que, como Dios ha querido, han quedado también en manos de sus propias decisiones.

La Historia de nuestro país resulta minimizada por muchas personas --burguesas en su mayoría, y entendiendo al burgués como aquel que vive protegido por los muros del feudo (o sociedad) y que no tiene la preparación suficiente como para sobrevivir fuera de él, por sus propios medios--, que no comprenden la dificultad de haber transformado esta tierra, con sus contrastes geográficos y climáticos, habitada en gran parte de su extensión por el único pueblo aborigen nunca vencido por dominadores, en una Patria.

La situación de los Hombres del Bosque --Mapuches en su idioma, de "Mapu", bosque, y "Che", que significa hombre y que por eso lo utilizan actualmente los argentinos en el sentido de nuestro cariñoso "huevón"-- es hoy extremadamente difícil y en conflicto por supuesto, con nosotros los Huincas o ladrones que, con el apoyo de Occidente, hemos logrado conservarlos en la mayor incultura y pobreza, a la que, sin duda, se rebelan.

El forjador de esta Patria, don Pedro de Valdivia, llegó a Chile cuando era sólo un mocoso de 29 años. Pero tenía algunas cosas a su haber: de los conquistadores era de los pocos universitarios, uno de los más ricos, era la mejor espada de la Corona, tenía sífilis contagiada, probablemente, por Inés de Suarez, a la que conoció en Panamá, y tenía la costumbre, cuando entraba en contacto con pueblos desconocidos, de matar a ocho para así demostrar que era amistoso.

A pesar de la oposición de sus cercanos el llevó adelante su sueño, llegar a Chile para quedarse en él, donde finalmente murió en circunstancias harto especiales. Luego de estar sitiado en el sur, donde con sus hombres habrían muerto de hambre de no mediar una invasión milagrosa de codornices que les permitió alimentarse e iniciar una contraofensiva, se empantanó con su caballo donde fue capturado por los Mapuches que, ritualmente, le comieron el corazón a ambos, para adquirir parte de su valor y fortaleza.

Era profundamente admirado por sus enemigos.

El quizo fundar Santiago, la Capital, en San Ignacio, donde podríamos decir que está el verdadero límite sur de nuestra zona, pero fue convencido de hacerlo en la poco conveniente ubicación del Santa Lucía, a borde de río, donde hoy está la Alameda del Libertador Bernardo O'Higgins, y donde inevitablemente tendrían que ser sitiados y donde habrían resultado muertos sino hubiera estado doña Inés, la que degolló personalmente algunos caciques rehenes cuyas cabezas fueron clavadas en picas para el horror de los sitiadores que ante su exhibición se retiraron.

Valdivia no era un personaje común. Doña Inés tampoco. Para nada. Tampoco lo fue O'Higgins, que en la batalla de Chacabuco demostró un genio militar extraordinario y donde resultó herido de un balazo en el hombro, por lo que no pudo pelear en Maipú, pero contaba con el apoyo de un notable amigo, el argentino José de San Martín --ambos murieron en el exilio--, con el que se abrazaron al final de la contienda que significaba la libertad del cono sur, concretada gracias a nuestra flota que cooperó con la del Perú y la que al zarpar de Valparaíso fue comentada por el bastardo Bernardo como "de esas cuatro tablas depende el destino de América".

Bernardo fue un bastardo. Pero a pesar de ser hijo de una muchachita de diesciseis, campesina aunque de "buena familia" y del Virrey del Perú, don Ambrosio, que tenía más de sesenta años y, seguramente, un encanto fuera de toda proporción, logró llegar a ser Capitán General de la República. Fueron hombres que llevaban el Albedrío donde fueran.

Caupolicán, Lautaro y tantos otros, también luchaban a costa de sus vidas por el Albedrío.

Posteriormente Prat, otro joven menor de treinta, Abogado y Capitán suplente por una estrategia completamente equivocada del Estado Mayor de entonces, entendió claramente que de su actuar dependía el futuro de Chile... y de América. En su situación en Iquique no podía rendirse a tierra, donde él y sus hombres habrían sido inútilmente sacrificados y vilipendiados, y tampoco podía rendirse al Huáscar porque Grau, otro genio militar, no habría perdido el tiempo en una rendición... Habría ido en busca de la Covadonga y la Independencia, para desequilibrar el conflicto en favor de Bolivia.

Prat resumió la situación muy brevemente: La contienda es desigual... Por la que murió pero triunfó.

Según el historiador Eyzaguirre y la mayoría de los observadores internacionales, en ese momento Chile ganó la Guerra del Pacífico y todo lo que vino después fue un derrame de sangre innecesario. Igual se garantizaba el que "o la tumba serás de los libres" y que Chile continuaría siendo el "asilo contra la opresión".

Un siglo después me tocó ser acuartelado por motivo de nuestra confrontación con Argentina a raíz de la disputa por las islas Lenox, Picton y Nueva. Sucedieron muchas cosas muy raras entonces, mientras el general Pinochet estaba en vuelo a la Polinesia y el Ministro Cubillos presentaba su renuncia porque no habían sido recibidos en una de ellas. Yo, como sargento, estaba a cargo de un grupo que podría ser definido simplemente, desde el punto de vista burgués, como "lumpen". Todos, sin rasurarnos, muchos con el pelo largo --incluído el que escribe--, con armamento y munición, y en traje de campaña, eramos lo más parecido a un grupo de guerrillas en plena revolución de alguna película tercermundista.

Ahí podías ver a todos los héroes mencionados anteriormente reunidos en cada hombre. Dispuestos a cualquier cosa, incluso a morir ¿Por qué? Por el Albedrío. La libertad, el derecho a decidir sobre sus propias vidas, pero claro, de los que seguirían vivos.

Sin embargo hoy la presión contra el Albedrío es enorme y Chile enfrenta una difícil disyuntiva entre seguir siendo el país libre que todos sus forjadores pretendieron, o restringir cada vez más las libertades por medio de leyes que obliguen a las personas a acatar lo impuesto por otras en vez de seguir su razón o, dependiendo de sus creencias, aceptar que Dios los dejó en manos de sus propias decisiones.

Algunos ejemplos: la ley de Matrimonio Civil, una obra teatral que hace referencia a Prat, y el uso autorizado de nuestra Bandera. Los tres son fenómenos que tienen en común la intención restrictiva. El Matrimonio Civil que se pretende que continúe siendo un contrato que no lo puedan cancelar ni aún estando de acuerdo todas las partes. La obra teatral generando profundo rechazo porque utiliza una figura admirable de un modo que no se ajusta a nuestra percepción histórica. La Bandera que no puede ser utilizada libremente y que sólo puede ser izada en determinadas fechas so pena de multa o cárcel.

Los norteamericanos aman tanto su bandera que incluso la utilizan en trajes de baño, y como dicen ellos en un juego de palabras "freedom is not free" --la libertad no es libre, en el sentido de gratis--, la libertad tiene un costo que hay que pagar y un riesgo que hay que asumir cotidianamente.

Otro ejemplo: muchos intentaron con energía el impedir que fueran aumentadas las velocidades máximas para los vehículos motorizados, argumentando por supuesto los riesgos que esto involucra. Tiene riesgo, claro. Al igual que subir el Everest o Aconcagua, que el correr en un rally de motociclismo, que el bañarse en el mar, que bucear, en fin, que tantas y tantas cosas que no por ser riegosas vamos a prohibir que se efectúen porque, de ser así, la humanidad no avanzará jamás a su óptimo.

Y es esto último lo que importa de este cambio en la Ley del Tránsito. Imagine usted una fábrica, con maquinaria cara, de última tecnología, capaz de producir "x" número de productos al día, pero que por ley la obligamos a producir sólo una porción de su capacidad. Tendríamos una fábrica subutilizada. Nuestro parque vehicular estaba subutilizado. Un enorme número de máquinas de última tecnología, indispensables para el desarrollo del país y de su economía, obligadas a trabajar bajo su óptimo. Hasta hace algunos años los automóviles más avanzados tenían sólo cuatro velocidades --cambios-- para la marcha adelante, lo que significaba que su velocidad óptima para bajo consumo de combustible y conservación del motor era en torno a los 90 Km/Hr. Con la incorporación mayoritaria de la 5º, como sobremarcha, el óptimo, con el mismo nivel de revoluciones por minuto del motor y de consumo, subió a los 110 o 115 Km/Hr, si no más. Esto implicó que por el mismo costo o uno menor, el tiempo de desplazamiento entre un lugar y otro podía reducirse en un 20%.

Esto significa que los once kilómetros de nuestra carretera entre el Camino a Chicureo y Américo Vespucio tomaban 6.6 minutos a 100 Km/Hr. Hoy pueden tomar 5.5 minutos a 120. 1.1 minuto de diferencia. En muchos casos con dos viajes ida y vuelta a Santiago significan casi 5 minutos diarios menos de viaje. Media hora a la semana ¡Más de un día al año que usted no anduvo en auto! ¿Insignificante? Multiplíquelo por mil conductores y obtendrá más de tres años perdidos de descanso o producción en la vida de un hombre.

Por supuesto, usted no está obligado a aumentar su velocidad normal sólo porque se aumentaron los límites. Es el Albedrío, su decisión, que todos debemos respetar e incluso morir para que los demás también la respeten. Es el precio de la libertad.

Podemos ser la tumba de los libres, pero fervientemente preferimos ser el asilo contra la opresión.



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