El
enorme crecimiento en todo sentido de Chacabuco, como consecuencia de
su desarrollo inmobiliario, hace temer un inevitable descalabro vial
al mediano plazo, de no cumplirse las expectativas de Transporte Público,
es decir 70% transporte colectivo y 30% el particular.
Difícilmente
se cumplirán estas expectativas, desde el momento que en la Provincia
se está haciendo ciudad de manera que se invita al uso del automóvil
particular, con anchas avenidas, carreteras de alta velocidad, recorridos
relativamente cortos al interior de las Zoduc, urbanizaciones donde,
supuestamente, las personas dormirán y trabajarán.
Por
ejemplo, el proyecto Piedra Roja, recientemente lanzado con la presencia
del Presidente de la República, entre otras altas autoridades,
tiene un tamaño similar al de la comuna de Vitacura, y resulta
difícil imaginar un transporte colectivo eficiente para un área
de este tipo, al mismo tiempo que su pendiente desincentiva el uso masivo
de transportes alternativos, como la bicicleta.
Salta
a la vista que Chacabuco, de la misma manera que permitirá a
las personas que hoy viven en Santiago en sitios de 1.000 m2 ampliarse
a 2.000 o 5.000, y a las que lo hacen en 300 m2, ampliarse a 1.000 m2.,
impondrá también un fuerte aumento al parque automotriz.
En
el caso particular de mi familia nunca supusimos que íbamos a
tener más de dos vehículos, y esto ya era mucho, pero
actualmente tenemos cinco, y esto no es consecuencia de riqueza, ni
de la restricción, sino de la necesidad de desplazamiento en
zonas muy extensas. Como con los celulares, uno por cada miembro de
la familia.
El
parque automotriz crece y satura las calles con un tráfico que
se niega a ceñirse a la Mecánica de Fluidos, o Hidráulica.
Pero no son los vehículos los que no se ciñen a esta mecánica,
son sus conductores que en un alto porcentaje son simplemente unos bárbaros.
Hace
unos 18 años, no recuerdo el porqué, tomé la decisión
de conducir “amablemente”, lo que era verdaderamente revolucionario.
No me refiero a conducir amablemente con los peatones sino que con los
otros conductores, incluyendo a los de la locomoción colectiva.
Esto era, si alguien necesitaba el paso, entonces dárselo, si
necesitaba virar en doble fila o espacio en la propia , otorgárselo,
no bloquear los cruces para que los otros pudieran cruzar, etc., etc.
Esto
que a muchos hoy les parece de lo más normal, el que alguien
le encienda las luces para avisarle que puede salirse de detrás
del camión a 20 en una subida, entonces no sólo era imposible,
sino que el hacerlo generaba, incluso, reacciones agresivas de los beneficiados
porque… ¡creían que uno se estaba burlando de ellos!
Bárbaros.
Éramos todos unos bárbaros del volante y esta es una especie
que, desafortunadamente, está lejos de la extinción, y
es la que impide que los problemas de tránsito se estudien bajo
el concepto de la Mecánica de Fluidos.
Con
una mayoría de los conductores basta que se sienten detrás
del volante para que comiencen a entorpecer la fluidez, ya que sólo
piensan en sí mismos, sin considerar que al ingresar a la calzada
pasan a ser parte de uno de los aspectos trascendentales de la Nación
y de su desarrollo, el movimiento que, como la circulación sanguínea
al cuerpo, mantiene vivo el quehacer ciudadano.
Parece
extremadamente poco importante la diferencia entre poner primera antes
de la luz verde, o ponerla cinco segundos después. Pero mirado
desde un punto de vista integral, cualquier acto que obligue a romper
la inercia más de una vez para lo mismo, tiene un costo millonario
en energía y tiempo, además que, cualquier obstrucción
en una red de fluidos, influye en toda la red y esto ¡hasta un
maestro chasquilla lo sabe!.
El
problema del parque automotriz, entonces, no es el de la cantidad de
vehículos, si no de la cantidad de conductores incapaces de enrielarlos
en un tráfico fluido, con el menor roce posible.
El
gran beneficio del cambio en las velocidades máximas en carretera
a 120 km/hr, no estriba sólo en la reducción del tiempo
de desplazamiento, estriba por sobre todo en que permite que los vehículos
se desplacen a sus velocidades óptimas de crucero, hasta hace
algunos años de 90 km/hr, actualmente en una mayoría,
en torno a los 110 km/hr. Se mejora en “Calidad”, y perfectamente
podríamos definir “Calidad” por “fluidez”.
Por
el contrario, la estrategia del Estado, a través de sus diferentes
Gobiernos, ha tendido a preservar los derechos del ciudadano común
para que pueda conducir aún sin estar verdaderamente capacitado
para enfrentar situaciones complejas, de manera que se otorga la misma
licencia por igual, sin diferenciar las capacidades individuales. Una
persona que entorpece el tráfico por ir distraído hablando
por su teléfono móvil, simplemente no tiene el suficiente
discernimiento como para comprender el efecto social de sus actos y
una persona sin discernimiento, una persona estúpida, simplemente
no debería conducir vehículos motorizados y menos llevar
pasajeros (aunque cuelgue un letrero de "Bebé a Bordo"
y lo del Bebé sea una autoreferencia personal).
Chacabuco,
por supuesto, enfrenta una enorme responsabilidad y el desafío
de minimizar el impacto de la barbarie, que como ya pudimos observar
en algunos sectores del oriente de Santiago, puede transformar en cuestión
de meses un paraíso urbano en el mismo infierno.
¿Qué
podría hacer Chacabuco, entonces, para prevenirlo?
Exactamente
eso: prevenirlo. Y los únicos que podemos llevar esta prevención
adelante somos los medios de comunicación, los establecimientos
educacionales y, por supuesto, cada uno de nosotros.