Momentos de Eduardo Gatti

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EDUARDO GATTI

Capítulos anteriores:
La guitarra Fender.

La odisea de Calbuco o cómo estar 33 horas sin dormir, parte I y parte II.

Premios Altazor 2002.

Robo Organizado

¿Quién prende la luz?

Ultima canción de Eduardo:

CONVERSACIONES CON OTROS SERES

A veces vivir en una parcela tiene sus limitaciones. Por ejemplo me dieron ganas de visitar unos amigos en Santiago pero me puse a pensar en el tráfico a las siete de la tarde por La Pirámide y decidí quedarme en casa.

Pero mis ganas de conversar con alguien seguían ahí y fue así como tuve una idea reveladora; ¿ Porqué no conversar con todos esos seres que están y viven en mi jardín, esos que siempre están allí y que con su silencio nos acompañan? Fue así como decidí partir por un ciruelo que está a la salida del living.

ciruelo—Hola ciruelo —le dije

—Qué tal humanito? —me contestó.

—Te veo siempre lleno de pájaros, ¿no te cansa tanto revoloteo, gorjeo, además hacen sus necesidades encima tuyo, te pasan a llevar las hojas, acaso no lo sientes como una invasión?

—La verdad es que no me molesta en absoluto —me contestó—. Mira, ellos, los pájaros, me llenan mas bien de placer y felicidad, aquí se refugian en la noche, me masajean mis ramas pequeñas, mis hojas se estimulan con sus cantos y cuando hacen sus necesidades, como dices tú, no hacen otra cosa que alimentarme, incluso lo que queda de eso en las ramas con la lluvia en otoño baja a la tierra y a mis raices. Incluso tu perro también viene a alimentarme y tu gato me masajea el tronco, hasta tú has venido a echar alguna cosita y no te hagas el tonto.

—Sí claro —asentí acordándome de unas copas demás con algunos amigos cierta noche de verano.

—¿Y le tienes miedo a algo? — le pregunté a continuación.

—Si, a ti, tú eres el único que me puede cortar o dañar por el puro placer de hacerlo. Ningun otro animal lo haría, ni siquiera el viento norte a pesar de que él podría tener sus razones ya que sabe muy bien qué botar y qué no.

— Bueno —le dije— gracias, ha sido una interesante conversación.

En seguida seguí por mi jardín en este interesante itinerario de visitas y me encontré con una golondrina (tenemos alrededor de cuarenta viviendo en el techo).

golondrina—Hola golondrina —le dije.

—¿Qué tal humanito? —me contestó.

—No deja de asombrarme como vuelas —le dije—. Esas piruetas y ese control de tu vuelo teniendo un cuerpo tan chiquito y unas alas cortitas ¿cómo lo haces?

—Bueno —dijo—, tengo un cuerpo muy liviano y bien diseñado pero la razón principal es mi pequeño cerebro que es la miniatura mas perfecta que existe y haría palidecer a tus congéneres de Sillicon Valley, y te lo digo sin vanidad alguna. Además puedo volar mas lejos que tus aviones sin brújula, de noche y cubierto y sé siempre donde estoy. Bueno –agregó—, eso también lo tienen el resto de los pájaros y ahora ustedes inventaron el GPS recién, pero nosotros lo tenemos hace ya unos millones de años y es uno de los tantos regalos que nos hizo nuestro diseñador y lo llevamos adentro.

Y continuó:

—Ustedes no tienen acceso a esa información porque perdieron la oportunidad hace mucho tiempo. Se olvidaron del juego y se tomaron todo tan en serio que hoy están en peligro de muerte. Nosotras somos sólo vida, canto y juego y no nos falta nada.

—Uf —exclamé— me diste mucho qué pensar, nos vemos luego, adiós.

Cuando la miré otra vez había desaparecido.

Estaba aún pensando en las revelaciones de la golondrina cuando ví acercándose a mi gato, que es negro como noche sin luna, y se llama tal cual: Gato. ¿Porqué no conversar con él?

gato negro— Hola Gato —le dije— ¿cómo estás?

— Indignado —me contestó con sus ojos brillantes

—¿Qué pasa? —le pregunté

—¿Viste la televisión?—

—No —respondí

—Ese avisito que dice que, de cada diez gatos, ocho comen Wiskas me dejó sin esperanzas

—Pero si siempre has comido eso.— le contesté.

—No era así en Egipto. Esos sí fueron días de gloria; pejerreyes frescos del Nilo, restos de faisán, leche de burra, ahí sí que comíamos y no precisamente estas costritas que tú me das.

—Pero te he visto cazar pájaros y ratones también.

—Bueno, menos mal —me contestó.

—¿Y no te da pena comerte los pájaros?

—En absoluto. Me como a lo más uno a la semana y porque lo necesito, no como ustedes que comen carne en exceso y tienen varias especies hermanas en peligro de extinción por su voracidad. Además ustedes a veces nos cazan y dan muerte por puro placer.

Vaya , parece que estamos en deuda —me dije a mi mismo mientras me llamaba la atención una avispa posada en la madera.

—Hola avispa.

—Hola humanito. Perdona que no pueda conversar contigo ahora, el sol se está poniendo y me voy a quedar sin guía para poder volver a mi casa. Conversemos la próxima semana, ¿te parece...?

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