Momentos de Eduardo Gatti

Próxima semana: ¿?
Ver vídeo de presentación de Eduardo.
ADSL | ISDN | Módem |
Bajar archivo WindowsMediaVideo

Indice de las páginas de
EDUARDO GATTI

Arriba: dos vistas del Canal de Panamá.
Capítulos anteriores:
La guitarra Fender.

La odisea de Calbuco o cómo estar 33 horas sin dormir, parte I y parte II.

Premios Altazor 2002.

Robo Organizado

¿Quién prende la luz?

Ultima canción de Eduardo:

EL MAR EN MIS CANCIONES IV


Esa noche entre bromas y cerveza canté algunas canciones, alguien tomó también la guitarra y se escucharon algunos sones de claro origen galés.

A la mañana siguiente comenzamos el trabajo de pintura de la cubierta completa incluidos los huinches, mástiles y barandas, tarea que debía quedar terminada antes del cruce del Atlántico, ya que ahí entraríamos de lleno al invierno del otro hemisferio y la labor de pintura se podía complicar.

El trabajo comenzaba temprano pero terminaba alrededor de las 5 p.m. lo que nos dejaba un largo descanso hasta las 7:30 p.m. hora en que se servía la comida.

En esas horas aprovechaba de recorrer la cubierta y descubrí un lugar mágico y excitante en la punta misma de la proa donde podía sentarme en loto aferrado de un pequeño mástil y mirar hacia abajo cómo el agua era surcada por la proa bajo las enormes anclas con el infinito por delante.

También me pidieron que tradujera al castellano las cartas que ellos le enviarían desde Colón, Panamá a sus “mujeres” en Valparaíso, según ellos las mas cariñosas del mundo y hasta el día de hoy me arrepiento de no haber guardado una de éstas ya que eran de una poesía que superaba mucho lo que yo había leído anteriormente, cartas realmente inspiradas e impregnadas de mucho amor y delicadeza.

Por las noches, ya navegando frente al Ecuador, nos instalábamos en la cubierta mas alta a escuchar música de Beethoven y Mozart, conversando con unas buenas cervezas bajo un cielo lleno de estrellas. Recuerdo que nunca la conversación fue vulgar; astronomía, música, historia eran nuestros temas, mientras los radares giraban sobre nuestras cabezas. A esta hora se corregía también el rumbo con el sextante, instrumento con siglos de antigüedad y de una precisión notable. Justamente frente a estas costas, un día al amanecer, pudimos ver un fenómeno muy inusual: El mar se había transformado en un espejo totalmente quieto, no había olas, ni viento, nada.

El Pacífico , cuando no lo está...

El capitán hizo parar las máquinas para que pudiéramos apreciarlo mejor, fue así que nos encontramos frente a un espectáculo que mas parecía inspirado por Dalí que un resultado de la naturaleza, todo era silencio y asombro. Asombro también me dio el darme cuenta que no estaba viajando con seres comunes y corrientes. Parar una lancha es fácil ¿pero un barco?... ¿para mirar un paisaje?.

Además, cuando salió el sol decidimos bañarnos en el mar, ahí en el medio de la nada aprovechando que el barco estaba detenido. Este tramo desde Tocopilla hasta el Canal de Panamá fue sin duda el mas relajado, por la temperatura, los amaneceres y atardeceres de colores oníricos, las noches cálidas y tapizadas de estrellas, una sensación de estar trabajando en vacaciones por el puro gusto de hacerlo, una experiencia de libertad que no volví a sentir nunca más.

Debe ser porque en el mar no hay límites, ni cercos, ni caminos trazados, no hay fronteras, hasta la bandera que flameaba en el barco era solo una excusa (bandera liberiana para pagar menos impuestos). Éramos hombres nada más, gozando de un estado ideal de vida, que ha hecho que muchos, a quienes los ha llamado el mar, quieran pisar tierra lo mínimo necesario,

Vimos las luces de Panamá a la hora y el lugar exactos en que el sextante había predicho y comenzó ahí una operación larga y compleja en que el barco queda a cargo de un experto externo y uno es solo mero espectador de cómo el barco es introducido en las exclusas y una vez que una se llena de agua es tirado por cuatro locomotoras a la siguiente y así sucesivamente hasta llegar al nivel del canal donde comienza el cruce hacia el Caribe y hacia el puerto de Colón. En todo caso el Canal de Panamá es espectacular una vez que se navega en él. Aunque sus aguas son de color barro hacen un hermoso contraste con el verde intenso de las orillas y para qué decir con las casas que se divisan entre los árboles, grandiosas. Y así fue como llegamos a Colón, al otro lado del canal, a cargar el barco de provisiones y petróleo para cruzar el Caribe y el Atlántico, el trayecto más largo y un lento viaje hacia el invierno Europeo...

Hasta la próxima,

Contacto:

visitas desde el 1° de enero del 2002.