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Publicado en Noticias el Jueves 19 de Septiembre, 2013

Las Fiestas Patrias y el 18 en Chile

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Alejandro San Francisco

Cada año en septiembre volvemos a vivir las Fiestas Patrias, mezcla de celebraciones, descanso, espíritu patriótico y festivo, ambientes familiares y socialización, regreso a las tradiciones más queridas, unidad entre el pueblo y las autoridades, momento de recuerdos y de proyección, en una tradición que ya tiene más de dos centurias de vida.

El siglo XIX chileno fue decisivo en el surgimiento de la conciencia nacional y el patriotismo. Al proceso contribuyeron varios factores: la creación de los emblemas nacionales, la música (a través del Himno Nacional o la Canción de Yungay), la organización política y constitucional del país, incluso las guerras internacionales. Una de las expresiones más duraderas han sido precisamente las Fiestas Patrias, que celebramos este 18 de septiembre.

El país no siempre celebró en la misma fecha. Como ha señalado Paulina Peralta en “Chile tiene fiesta”, durante las primeras décadas de la República existió una “pluralidad festiva”, que incluía distintas fechas de conmemoración: el 12 de febrero, que recordaba la fundación de Santiago, la victoria de Chacabuco y el juramento de la declaración de la Independencia; el 5 de abril, día de la victoria patriota sobre las tropas realistas en Maipú; el 18 de septiembre, fecha en que se celebraba la Primera Junta de Gobierno chilena de 1810.

La pluralidad de las celebraciones, e incluso ambigüedad, llevó años después a un patriota como José Zapiola a criticar en sus “Recuerdos de treinta años” el que las fechas 12 de febrero y 5 de abril -que efectivamente habían dado la libertad a Chile en los campos de batalla- hubieran sido relegadas por el 18 de septiembre, una fecha que en realidad significaba la fidelidad jurada a Fernando VII por su cautividad ante Napoleón.

Asimismo, Vicente Pérez Rosales en sus “Recuerdos del pasado” privilegiaba el 12 de febrero, “día que cual ningún otro ostenta títulos que le hacen merecedor del más justo y cumplido acatamiento del hombre chileno”. Al comienzo, entonces, se celebraba “ese gran día y no el 18 de septiembre”.

Sin embargo, ya la Declaración de la Independencia de 1818 había establecido que “la revolución del 18 de septiembre de 1810 fue el primer esfuerzo que hizo Chile para cumplir esos altos destinos a que lo llamaba el tiempo y la naturaleza”. La consagración de esta fecha como la definitiva se consolidó en la década de 1830, bajo el gobierno del general Joaquín Prieto, que asumió como Presidente de la República precisamente el 18 de septiembre de 1831, tradición que perduraría largas décadas.

Como señaló el cónsul norteamericano en Chile John Hamm a propósito de esta ceremonia, “las preparaciones de esta ocasión fueron espléndidas y todo se condujo con orden y decoro”. Es interesante cómo esa fecha, además del cambio gubernativo, estuvo marcada por características que se mantienen hasta hoy. Según consignaba El Araucano, se celebró un Te Deum, expresión de que el cambio que comenzó a operar en 1810 fue de naturaleza política, pero hubo una gran continuidad cultural y religiosa, manifestada en las propias fiestas; como ha destacado Isabel Cruz, las festividades pasan de monárquicas a republicanas, pero manteniendo un modelo tradicional.

En 1831 hubo un baile de honor -ya se había hecho algo igual en 1811-, de lo cual se registran relatos e imágenes a lo largo del siglo XIX, música que hoy se expresa en la Gala del Teatro Municipal de Santiago. El 19 de septiembre hubo juegos de guerra, como se denominaban, en lo que más tarde se convertiría en la tradicional Parada Militar.

Debemos mencionar también las chinganas, pampillas o ramadas. La británica María Graham visitó una en 1822 y le llamó la atención que la gente gozaba “extraordinariamente en haraganear, comer buñuelos fritos en aceite y beber diversas clases de licores, especialmente chicha, al son de una música bastante agradable, que acompañan las mujeres con canciones amorosas y patrióticas”. Se trataba de fiestas populares por medio de las cuales los chilenos participaban del rito republicano, como señala Fernando Purcell, contribuyendo a la consolidación del patriotismo (lo que hacía “tolerables” los excesos que se producían en los días de fiesta, a pesar de las críticas de figuras como Andrés Bello). Un precioso registro del sentido de esta fiesta republicana queda reflejado en el cuadro de Rugendas “Llegada del Presidente Prieto a la pampilla”, que muestra una masiva fiesta popular y patriótica, con banderas en ambos extremos del cuadro.

Cada 18 de septiembre Chile vuelve a conmemorar y celebrar. La fiesta republicana, con sus distintas manifestaciones, es una de las expresiones sociales y patrióticas más representativas de la historia nacional.

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