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Publicado en Noticias, Temas el Martes 19 de Marzo, 2013

Recetas de hortaliceros top

vía Recetas de hortaliceros top Suplemento Revista del Campo.

recomendacionesMARÍA JESÚS BENAVENTE S.  La producción de hortalizas se encuentra hoy en un punto de quiebre. Uno parecido al que afecta al resto del agro. En este caso, además de la baja en la fuerza laboral y la caída en la tasa de cambio, se suma la poca proyección de trabajo para los jóvenes, la deficiencia en tecnología, la gran dispersión de la propiedad y la falta de apoyo en la capacitación a los pequeños productores hortícolas por parte del Estado.

El peso de este sector es grande. Basta saber que, según los datos del censo agropecuario de 2007, el sector hortícola está en todas las regiones del país con cerca de 34 mil explotaciones. Si a ellas se agregan huertas caseras el número se eleva a 96.000, lo que significa que casi un tercio de las explotaciones silvoagropecuarias del país contiene cultivos hortícolas. Según los datos del INE, la superficie llegó en 2011 a las 83 mil hectáreas. De ellas provienen las verduras frescas que comen prácticamente todos los chilenos, ya que la mayor parte de la producción de este sector se orienta al mercado interno (solo el 30% va al exterior).

Aún así, la caída del valor del dólar impacta de manera colateral a estos productores, ya que desincentiva a los que exportan y, por lo tanto, hace que haya mucha oferta a nivel nacional y los precios bajen, lo que implica que muchos de ellos estén en problemas.

“Hace dos años por un dólar te daban a cambio 600 o 700 pesos, hoy en día, te dan $480, lo que equivale aproximadamente a 30% menos para un productor que exporte. Esto significa que debe aumentar su producción en 30% para ganar lo mismo que hace dos años”, dice Agustín Aljaro, asesor y consultor hortofrutícola.

Además, la baja en el tipo de cambio, ha frenado los volúmenes exportados de las cebollas y ajos, que son las dos hortalizas que participaban en la oferta exportadora del país. De hecho, el 97% del volumen y el 95% del valor de las exportaciones de hortalizas frescas en el 2012, corresponden a cebollas, ajos y orégano, según Odepa.

Ello, además, significa que es un sector donde se destinan pocos recursos a tecnificarse, precisamente una de las alternativas que podría dar un nuevo empuje al rubro. Salir de este estancamiento implica incorporar tecnología, mecanización e innovación, pero para eso se requiere apoyo dicen los expertos, ya que implica capacitación y recursos a los que no es fácil acceder.

“Yo tengo que hacer una innovación en el contexto de trabajo agrícola que me permita lidiar con esto y no arrancarme. Yo creo que la agricultura puede subsistir con algún grado de dificultad, pero con una gran claridad en inversiones tecnológicas e inversiones de instrumentos nuevos, que me permitan ser más productivo y eficaz en mi labor”, explica Agustín Aljaro.

De hecho, en el sector el uso de tecnología es muy dispar, ya que los productores de gran tamaño han implementado tecnologías de vanguardia, pero la gran atomización de los campos dificulta que muchos hortaliceros puedan incorporarlas.

 

“Pocos usan alta tecnología y la gran mayoría no usa ningún tipo, esta situación llevará a que en el futuro, el sector verá desaparecer a muchos pequeños propietarios”, plantea Agustín Aljaro.

 

“Estas herramientas son capaces de solucionar este problema de estancamiento. Gente que lo ha hecho, le ha resultado”, agrega.

Hay que considerar que la mayor parte de las hortalizas son para consumo fresco. Eso implica que un producto que no cuenta con un buen manejo sanitario pone en riesgo la salud de los chilenos. Pero en ellas se vuelve crucial la seguridad sanitaria y la trazabilidad. Sin embargo, es una de las áreas débiles. Hasta ahora los que más lo han internalizado son aquellos que proveen a supermercados, donde hay exigencias en esta materia. Sin embargo, quienes van a los canales mayoristas de La Vega y Lo Valledor y en las ferias libres, no tienen estas exigencias.

“Los productos que se venden en las ferias comunales no tienen ningún control sanitario”, informa Alejandro Ffrench-Davis, dueño de Frumerc.

La escasez de mano de obra, que por estos días golpea prácticamente a todos los sectores de la economía, también afecta a este rubro. Cuando antes un productor encontraba a 80 trabajadores para realizar sus labores en el campo, hoy con esfuerzo consigue unos 20.

Aún así, hay algunos hortaliceros top que han encontrado la forma de salir de estos problemas. Aquí cuentan sus recetas para enfrentar los problemas del sector.

recomendacionesInvertir para prevenir

 

Carlos Erler, está a cargo de la empresa familiar Agrícola La Alpina en la IV Región. Hace 25 años Luciano, hermano de Carlos, comenzó a plantar seis hectáreas con papas, las que pronto comenzaron a vender a Pepsico, para la fabricación de papas fritas. Con los años alcanzaron las 700 hectáreas -repartidas en cuatro predios- donde entre un cultivo y otro cosechan el equivalente a unas mil hectáreas de cultivos anuales. A las papas agregaron alcachofas, zanahorias, apio, lechuga, maíz, repollo, betarraga y ají.

Llegar a eso les costó mucho más que trabajo.

“En 1996 producto de la sequía, especulamos con el negocio de la papa. Concentrar todas las siembras en ese cultivo nos costó la mitad de nuestro patrimonio de ese entonces y cinco años de penurias”, cuenta.

La experiencia les dejó la necesidad de reconvertirse y de generar portafolios de negocios que atomicen el riesgo y abran nuevas alternativas. Así, hoy el 40% de la producción está contratada con la agroindustria y el 60% se comercializa directamente en Lo Valledor. Además, aprendieron que una forma de ser más eficiente es a través de la tecnología.

“Es fundamental la incorporación de tecnología de precisión en el manejo de los cultivos, mecanizando desde las siembras, hasta las cosechas”, cuenta.

De hecho, en los últimos cinco años han invertido fuerte en sistemas de riego, lo que les permitió pasar la última sequía en forma casi normal.

Hoy trabajan en la empresa su padre, hermanos Luciano, Juan Pablo y Carlos, esposas, hijos y sobrinos más un grupo de colaboradores. “De los mayores de los nietos, una estudia Arquitectura y el otro Agronomía, lo cual nos enorgullece, ya que desde su juventud se han vinculado con el negocio familiar”, relata.

La familia Erler tiene como filosofía ser los mejores y para eso, buscan diariamente lo mejor, como por ejemplo, “el mejor suelo, la mejor maquinaria, el mejor riego, la mejor semilla, cada eslabón ayuda a tener buenos resultados”.

Erler considera que un punto fuerte es tener claro lo que ocurre con el mercado, no sólo en el país, sino las tendencias -tanto de consumo como tecnológicas- que empiezan a imponerse en el exterior. “Realizamos misiones técnicas al extranjero, tenemos equipos profesionales jóvenes con actualización de sus conocimientos y asesorías permanentes, realizamos agricultura de precisión que nos permite alcanzar altos rendimientos para rentabilizar el negocio”, cuenta.

Así, por ejemplo, ya incorporó las nuevas tendencias de agricultura “verde” y desde 2010 cuenta con certificación Rainforest, que se obtiene cuando las producciones son ambiental y socialmente sustentables, incorporando beneficios para la comunidad. Además, por estos días está trabajando en el programa Radar, con Pepsico y Bayer, en donde el objetivo es disminuir la aplicación de agroquímicos en sus productos.

A modo de consejo hacia los agricultores más pequeños, Carlos dice que lo mejor es especializarse, diversificarse, introducir tecnología y avanzar en agricultura de contrato. “Hoy la agricultura no sólo se desarrolla en el campo, estamos en una economía globalizada y debemos estar atento a todos los cambio que se generan en el entorno”, manifiesta.

Producción profesionalizada

Pedro Escobar, dueño de Huertos Carolina, entrega sus hortalizas a la cadena de supermercados Cencosud (Jumbo y Santa Isabel) y a Tottus.

Si bien nació y creció en un campo de la Región Metropolitana, su paso de 10 años por Alemania le permitió ver que en ese país a las hortalizas se les daba un status distinto al que tenían en Chile: se invertía en su presentación, calidad y sanidad. Así, al volver país, a principios de los 80, decidió crear una empresa con el objetivo de entregar al consumidor un producto de buena presentación y sano, tanto en los aspectos microbiológicos como químicos.

Tras 31 años, Huertos Carolina trabaja 230 hectáreas -entre Colina y Lampa- regadas con aguas subterráneas y con el 75% de ellas con riego tecnificado. A ello suma superficies en arriendo y contratos para producción, por ejemplo, de lechuga en invierno en la IV Región, con lo que anualmente explota del orden de 500 hectáreas, entre escarolas, espinacas, acelgas, cebolla nueva, cebolla guarda, zanahorias, melón cantalup espárragos. En el 2012 vendió $5 mil millones, de los cuales el 80% fue a Cencosud y el 20% a supermercado Tottus.

Para Escobar, profesionalizar la empresa fue clave para convertirse en lo que es hoy, para lo cual fue incorporando profesionales y técnicos expertos en el manejo de la producción, cosecha y poscosecha, que participan en la implementación de los sistemas productivos y en los aspectos de comercialización y finanzas. Así, cada problema es trabajado en forma conjunta, haciendo un diagnóstico de por qué les ocurre y así, han enfrentado los desafíos actuales del negocio hortícola. Y esto se aplica no sólo a las producciones propias, sino incluso a las que tienen contratadas, por ejemplo en el norte del país. “Cada 15 días el gerente técnico de la empresa va a visitarlo y supervisa y realiza toda la planificación y control fitosanitario de ese lugar”, explica Pedro.

Sus sistema productivo se basa en la planificación y la integración de todos los procesos, desde la producción la distribución, para lo que cuenta incluso con transportes frigorizados autorizados por el Servicio de Salud. Además, ha invertido en mecanización y en tecnología para enfrentar problemas como la escasez de mano de obra.

“Lo que nos diferencia del resto de los productores hortícolas es que estamos dispuestos a enfrentar los costos y las inversiones requeridas para estar siempre cercanos a lo que necesita el mercado y a la disponibilidad de tecnologías en esta actividad”, declaró.

El productor reconoce que para su empresa es vital introducir cambios tecnológicos tanto en la producción como en cosecha y poscosecha, para asegurar que el producto sea el que se requiere en el mercado en cada momento.

Su desarrollo lo lleva a creer que es importante que los más pequeños busquen la manera de tecnificarse.

“Como consejo para los productores de menor tamaño, por una parte, les sugerimos tecnificarse lo más posible y para esto, hacer uso de todos los instrumentos de apoyo que tiene el Estado a través de Corfo, Indap, Sence y otros organismos. Y por otra parte, no olvidar que los rubros que decidan emprender, siempre deben tener un mercado al cual acceder”, manifestó.

 

Atento al mercado

 

Tomás Ruiz-Tagle trabajaba vendiendo a los supermercados las hortalizas que producía su tío. “Eran productos bien específicos en cantidades muy acotadas. Conversando con los compradores de la época me di cuenta de que existía una gran demanda de otros productos y que si bien, estaban en el campo, no existía el canal comercializador adecuado para llevarlos a las tiendas”, cuenta.

 

Así creó hace tres años la empresa Pura Hoja, con la que vende lechugas hidropónicas que obtiene en un invernadero de 1,5 hectáreas en Quillota, donde produce variedades españolas, lollo bionda y lollo rossa, que equivalen a 85 hectáreas de cultivo tradicional. A través de su empresa Punto Azul entrega, además, lechugas producidas de forma tradicional, apios, zanahorias, zapallos italianos y choclos, además de melones.

 

“Un cultivo de lechugas, sólo demora tres meses entre que fue plantado y cosechado. Por esta razón, estamos expuestos a muchos momentos de crisis, problemas climáticos, productivos y de mercado”, cuenta Ruiz-Tagle. Considera que para obtener buenos resultados es clave tener constancia, orden financiero y responsabilidad con el cliente.

 

La escasez de mano de obra -especialmente la calificada- también lo ha golpeado. Enfrentó el problema a través de programas de capacitación a los trabajadores y con la incorporación de nuevas tecnologías.

Para Ruiz-Tagle resulta clave estar atentos al mercado y ser capaz de incorporar rápidamente las nuevas demandas. “Lo principal es tener la capacidad de adaptarse a una industria en constante desarrollo. Lo que se producía o vendía hace 10 años, no es lo que los clientes necesitan hoy ni van a demandar mañana. Son cada vez más exigentes e informados, por lo que no sólo es necesario entregar buena calidad, además los productos deben ser sanos, limpios, sin olvidar que los consumen todo el año”, plantea Tomás.

Otro elemento clave es la incorporación de gente joven a la empresa. “Les damos herramientas para que desarrollen sus capacidades y libertad para proponer e implementar sus ideas”, cuenta Tomás.

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“En 1996 concentramos todas las siembras en el cultivo de la papa, lo que nos costó la mitad de nuestro patrimonio y cinco años de penurias. Ahora vendemos 40% a la agroindustria y el 60% en Lo Valledor”.

 

CARLOS ERLER, AGRÍCOLA LA ALPINA

 

“Lo principal es tener la capacidad de adaptarse a una industria en constante desarrollo. .Lo que se producía o vendía hace 10 años, no es lo que los clientes necesitan hoy ni van a demandar mañana”.

 

TOMÁS RUIZ-TAGLE, PUNTO AZUL

 

“Estamos dispuestos a enfrentar los costos y las inversiones requeridas para estar siempre cercanos a lo que necesita el mercado y a la disponibilidad de tecnologías en esta actividad”.

 

PEDRO ESCOBAR, HUERTOS CAROLINA

 

MARÍA JESÚS BENAVENTE S..

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