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Seis de los municipios que despiertan mayor interés entre los desarrolladores inmobiliarios de Santiago han presentado sus planes en materia urbanística. Estos muestran una variedad de focos de atención, guiados por las condiciones de la comuna, las prioridades y visión de sus alcaldes y los intereses de los vecinos.
Así, la comuna de Santiago desea reducir el ritmo constructivo y aumentar el equipamiento. Para su alcaldesa, esto incluye enfatizar medios de transporte alternativos a los automóviles y un estudio para determinar la viabilidad de establecer un parque sobre la autopista Norte-Sur, que considera la gran cicatriz de la comuna. En tanto, Vitacura, que posee la mayor cantidad de áreas verdes por habitante, enfatiza los parques, en particular uno de 8 kilómetros ininterrumpidos sobre la ribera del Mapocho.
Providencia es otra comuna que se ha enfocado en proyectos con una perspectiva medioambiental, desarrollando una gran ciclovía sobre Lyon. Tal como Santiago, ha puesto límites a la construcción en determinados barrios, de manera de mantener su carácter. Ñuñoa busca aumentar sus áreas verdes, pero no mediante parques (es difícil encontrar grandes espacios libres en ella), sino plantando sobre bandejones y amplias veredas. Las Condes, por su parte, se concentra en atacar los problemas de transporte público, especialmente con su proyecto de un tranvía. Esta es otra comuna que desea desarrollar más ciclovías y que en términos de hermoseamiento sostiene una política continua de soterramiento de cables.
Esta diversidad de iniciativas es una de las virtudes del sistema de alcaldes comunales, que responden a su comuna, y no a un plan para la ciudad de Santiago como una metrópolis. Este esquema descentralizado permite que los alcaldes experimenten con distintas estrategias adaptadas a las condiciones de la comuna, y las más exitosas pueden ser copiadas y adoptadas por otros municipios. A estas virtudes se contraponen los problemas que genera un esquema descentralizado, en que hay poca coordinación para aquellas tareas que requieren la colaboración para el buen funcionamiento de la ciudad como metrópolis. Así, una comuna por la que pasan vehículos con destino al centro puede aumentar el costo de los desplazamientos por su territorio, por ejemplo, reduciendo el ancho de sus calles para dejar más espacio para veredas, sin considerar la repercusión que esto traería sobre la ciudad. Otro ejemplo es la menor preocupación por los impactos viales de un proyecto inmobiliario cuando este se ubica en el límite comunal. Por último, las diferencias en el equipamiento y recursos por habitante de las distintas comunas son mayores a las que se producen entre regiones del país.
Estas observaciones permiten predecir los efectos que producirían algunas de las propuestas de la Comisión de Descentralización. La riqueza de alternativas y opciones que se ve en Santiago a nivel comunal se reproduciría a nivel nacional, aun cuando probablemente surgirían fricciones entre los intereses regionales y los del país como conjunto. Una dinámica descentralizada, regional y comunal, con los debidos niveles de coordinación -como lo muestran iniciativas como el nuevo parque urbano del cerro Chena-, parece claramente un mejor camino para la gestión urbanística que un modelo excesivamente concentrado.
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