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Publicado en Noticias el Sábado 22 de Agosto, 2015

El Mercurio hace 50 años: Pioneros del vacío

Source: El Mercurio.com – El periódico líder de noticias en Chile

paracaidistasLos cuatro segundos más largos de sus vidas. “Hasta que viene la mayor satisfacción y felicidad cuando se siente el tirón que indica que el paracaídas se abrió”. Así resumieron la sensación que tuvieron los ocho integrantes del Batallón de Paracaidistas del Ejército, al mando del capitán Dante Iturriaga, cuando por primera vez saltaron desde un avión de la Fuerza Aérea, el 20 de agosto de 1965.

Aquel día, en la base aérea de Colina, se dio inicio oficial a la práctica del paracaidismo militar en Chile. “El Mercurio” consignaba que los escogidos recibieron instrucción norteamericana en Panamá, durante cuatro semanas. “Se trata de un curso que se efectúa en conjunto con la FACh y sus integrantes deberán, en el futuro, preparar a otros 500 hombres, seleccionados por exhibir valentía, rasgos psicológicos estables, ausencia de problemas anímicos y una preparación física exhaustiva”.

Requisitos que, de antemano, debe haber aprobado el subteniente Sergio Candia, quien describió la experiencia: “Al asomarse por la puerta del avión, uno se entrega. Ya no existe nada más que el futuro salto. Es lógico que se siente un poco de inseguridad. En el primer salto como en el diez mil. Y es porque somos humanos, estamos hechos para caminar por la tierra y no para lanzarnos al vacío”.

Un periodista de este diario, invitado a compartir a bordo del “Douglas C-47” los detalles de la proeza, precisaba: “Buena visibilidad y viento favorable. No más de tres nudos de velocidad; con más de 15 es peligroso”. Reconocía que el grupo estaba tranquilo en apariencia, aun cuando ciertos gestos denotaban inquietud. Faltando pocos minutos y, a la orden de “revisar el equipo”, los hombres comprobaron el buen estado de arneses, correas y cascos, “firmemente sujetos por debajo de la mandíbula, apretándola de tal forma que casi impiden abrir la boca, para que en ningún caso puedan morderse la lengua y cortársela con el impacto”, se leía.

“Listos”. Luz verde en la cabina y un pito sonando para iniciar la maniobra a 400 metros de altura y a una velocidad de 160 kilómetros por hora. “Comenzaba el espectáculo -añadía el corresponsal- de ver a los cuerpos cayendo a 9,8 metros por segundo que, al expandirse el género, se reducía a cinco metros por segundo, en lentos balanceos. Desde ese momento, los paracaidistas del Ejército no tardaron más de un minuto en descender en forma perfecta”.

¿Habrá sentido algo parecido el teniente Francisco Lagreze, cuando se convirtió en el primer chileno que se lanzó con el mismo implemento durante una exhibición aérea en Santiago, en 1924?

 

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