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Publicado en Noticias el Lunes 21 de Enero, 2013

Revista del Campo: Tres estrategias para superar la crisis laboral

vía Suplemento.

“Antes del lunes los llamo. Voy a hablar con el Presidente”, fue el compromiso de Evelyn Matthei, ministra del Trabajo.

Luego de una reunión de una hora y cuarto con representantes de la Federación de Productores de Fruta (Fedefruta) el pasado martes, en la que los agricultores le manifestaron la severa escasez de mano de obra que sufre ese sector, la secretaria de Estado se comprometió a responder rápidamente a varias de las demandas de los fruticultores.

Aunque el bajo valor del dólar concentra la mirada de los medios de comunicación, el problema más acuciante para los agricultores -al igual que varios de los sectores de la economía- es el laboral. No porque la mano de obra se haya vuelto más cara, sino porque simplemente no hay trabajadores suficientes para realizar las tareas necesarias en los huertos.

“El factor laboral se está convirtiendo en un filtro para la sustentabilidad de las empresas agrícolas”, advierte Óscar Melo, del Departamento de Economía Agraria de la Universidad Católica.

La preocupación es tal, que los fruticultores han propuesto estimular la llegada de temporeros desde el extranjero. La idea, eso sí, recibió la dura oposición de políticos y sindicalistas que advierten que tal medida dañaría a los trabajadores nacionales vía una baja en los ingresos.

En todo caso, las propuestas de los agricultores son más amplias. En la reunión con Evelyn Matthei, que solicitaron precisamente para darle a conocer ideas como por ejemplo, profesionalizar a los contratistas, hoy verdaderos “acarreadores de personas”. También propusieron facilitar el trabajo temporal de estudiantes, tal como lo hacen Nueva Zelandia y Australia. Hoy se sabrá si hay humo blanco por parte del gobierno a tales sugerencias.

Sin embargo, los fruticultores no se quedan en el lobby. Aunque todos se ven afectados por el golpe al bolsillo que provoca la caída de la divisa norteamericana, algunos líderes del sector tomaron el toro por las astas.

Metiéndole mano a los huertos y packings, reordenando los procesos o pidiendo asesoría externa, hay empresas agrícolas que están navegando de mejor forma la complicada coyuntura. Revista del Campo le pidió a ejecutivos de tres de ellas que contaran la fórmula para mejorar su competitividad, tener trabajadores más eficientes y con mejores sueldos y en la cantidad necesaria.

Adiós a las uvas

En pleno valle de Chacabuco, al norte de Santiago, el calor se hace sentir con fuerza a comienzos de enero. Por momentos el fundo Santa Adriana, de Frutícola Nogales, luce árido. Un par de cuarteles de uva de mesa y ciruelas fueron arrancados de cuajo. Montones de troncos y ramas se aprecian cada tanto.

Al fondo del campo, nueve hectáreas de uva de mesa muestran los estragos de la sequía. Las hojas lucen pálidas. Las parras se están muriendo. Los dueños del campo simplemente decidieron no regarlas esta temporada.

Verónica Rodríguez, miembro de la familia dueña, explica que la decisión no es antojadiza, sino que se comenzó a fraguar en 2007. Antonio, el patriarca, veía con preocupación cómo los precios de la uva de mesa eran cada vez menos atractivos. Sin embargo, por su cercanía con Santiago tenía claro que un problema aún más grave venía en el horizonte: cada vez les costaba más encontrar mano de obra, un ítem central pues esa especie es una de las que más horas/hombre requiere en toda la industria frutícola. El atractivo que ejercía la capital sobre los habitantes rurales era tal, que encontrar trabajadores se volvía imposible.

La única opción para la familia Rodríguez era negociar todos los años con contratistas de San Felipe o Los Andes, en la V Región. Sin embargo, muchas veces los temporeros estaban un par de días y luego se marchaban, a pesar de los aumentos de sueldo, por lo que había que salir a buscar reemplazos de emergencia. Temporada tras temporada, el problema se agudizaba.

Así, hace cinco años los Rodríguez decidieron dar un giro radical a Santa Adriana. Las 90 hectáreas de uva de mesa del fundo iban a desaparecer. En su reemplazo plantarían nogales.

En 2008 comenzaron con las primeras cinco hectáreas. Año tras año han subido la superficie de nueces. De hecho, ya suman 40 hectáreas de fruto seco. Para 2013 deberían agregar otras 15 hectáreas. Si la velocidad de plantación no ha sido mayor es por el alto costo de los nogales. Llegan a costar $4.500 cada uno, por lo que desarrollaron su propio vivero.

La ventaja de los nogales es que, a partir del sexto año de plantación, una vez que las ramas más bajas adquieren un metro y diez centímetros de altura, pueden ser cosechados con maquinaria.

Las diferencias de costos laborales entre la cosecha de la uva de mesa y las nueces es significativa. Mientras que la primera requiere desembolsar $1.300.000, los nogales mecanizados cuestan cerca de $400.000 por hectárea.

La diferencia se explica porque la recolección mecánica de nueces requiere de un equipo de tres personas, que en un día pueden dar cuenta de cinco hectáreas.

En cambio, para cosechar una hectárea de uva de mesa se necesitan 40 personas y poco más de un día de trabajo.

“Son muchos los agricultores que están abandonando los rubros más demandantes de mano de obra. La tendencia es moverse hacia otros que son altamente mecanizables”, afirma Carlos Rodríguez.

Con ayuda externa

Un espejo. Alguien que aporte una mirada fresca. Ese era el objetivo de la jefatura de Agrícola Tamaya. En 2010 contrataron al Departamento de Economía Agraria de la Universidad Católica para que examinara todos sus procesos productivos. La meta era determinar cómo tener trabajadores más eficientes y motivados.

Por estar ubicada en el valle del Limarí, en la IV Región, la empresa pelea por los trabajadores con la minería. Y la contienda es desigual. Los altos precios del cobre tienen a las mineras con una creciente demanda de mano de obra, la que captan con salarios que están fuera de las posibilidades de la fruta. De hecho, las áreas rurales nortinas viven una constante pérdida de población joven.

Eduardo Bettley, gerente general de Agrícola Tamaya, explica que mientras en 2010, el 26% de sus trabajadores en el packing tenía menos de 30 años, en 2012 ese grupo etario sumó sólo 17,5% de su plantilla. Como los jóvenes tienden a ser más productivos y abiertos a la innovación, la posibilidad de mejorar la productividad se vuelve cuesta arriba.

De ahí que los nortinos solicitaran el apoyo de los economistas de la Universidad Católica para saber cómo mejorar las labores en las 800 hectáreas de frutales de Tamaya y al interior del packing. Los investigadores observaron cada una de las tareas, estudiando el tiempo que tomaba y la forma de realizarlas.

Así se pudieron definir los grados de eficiencia, estableciendo comparaciones con otras empresas del sector.

Sin embargo, la evaluación no se detuvo en los trabajadores, sino que también se estudió la ergonomía de los puestos de trabajo, la logística de la materia prima y de los insumos. Los resultados no tardaron en llegar.

“Al cabo de tres años logramos aumentar en 50% la productividad en el packing”, reconoce Eduardo Bettley.

Para el ejecutivo, a pesar de que las empresas agrícolas buscan constantemente la eficiencia y la rebaja de costos, eventualmente es necesario tener una mirada externa, entrenada en detectar ineficiencias en la producción.

Bettley afirma que ese impulso externo fue seguido por una modificación en los incentivos monetarios y personales a los trabajadores. Después de intentar varias fórmulas, como el pago asociado a la productividad de grupos de trabajadores, llegaron a la estrategia de pago de un sueldo base con un premio por kilo. Un trabajador de buen desempeño puede ganar hasta $600 mil mensuales.

“Privilegiamos la contratación directa y con contrato indefinido por los buenos resultados obtenidos. Como resultado contamos con personal más comprometido, motivado, capacitado, que cuida su fuente de trabajo y con un buen clima laboral”, puntualiza el gerente general de Agrícola Tamaya.

Además, para mantener a los trabajadores por más tiempo en la empresa, Agrícola Tamaya optó por aumentar el número de rubros frutales en su campo, apuntando a diferentes tiempos de cosecha.

Pura tecnología

Hernán y Pablo Garcés, dueños de Agrícola Garcés, invirtieron US$ 30 millones en su nuevo chiche. Una planta procesadora de fruta en Molina, VII Región, con la tecnología más moderna que pudieron encontrar. Fue inaugurada en noviembre pasado.

“Por supuesto que es malo para los ingresos que el dólar esté tan bajo. Sin embargo, también se le puede sacar partido. En el mundo siempre están saliendo al mercado nuevas tecnologías de procesamiento, empaque o transporte. Con el actual valor del dólar es más fácil importarlas. Como el costo de la mano de obra subirá aún más en los próximos años, es el momento para invertir en esos adelantos”, afirma Hernán Garcés, presidente de Agrícola Lo Garcés.

El ejecutivo pone como ejemplo su nueva planta procesadora. En los otros packings de la empresa, con tecnología más antigua, requiere de dos turnos de 600 personas para procesar 100 toneladas en un día. Nada de mal, en todo caso, para los estándares de la industria. Con la nueva planta, eso sí, dieron un salto en productividad. Con dos turnos de 500 trabajadores puede procesar 250 toneladas de frutas en un día. Claramente, la inversión se amortiza.

Hernán Garcés recomienda que los agricultores y procesadores viajen a conocer las nuevas tecnologías que existen en Estados Unidos y Europa.

Y no sólo en las instalaciones industriales, también en los huertos. Por ejemplo, Pablo Garcés, encargado de la producción de las 1.200 hectáreas de frutales de los hermanos, la semana pasada viajó a Tasmania, la isla de Australia, para conocer in situ nuevos tipos de huertos cereceros.

Los Garcés, en todo caso, han sido pioneros en la reformulación de los huertos frutícolas. La idea es facilitar la labor de los cosechadores.

Una de las medidas fue rebajar el tamaño de los árboles. Por ejemplo, tradicionalmente los cerezos llegaban a medir 5 metros de altura. Hoy lo máximo en los campos de la agrícola son 3,5 metros.

La meta es llegar a cerezos de 2,5 metros en un par de años. Sólo con esa modificación, la recolección por trabajador aumentó de 100 kilos por jornada a 300 kilos. Como se paga por peso, los ingresos se incrementaron en forma proporcional.

“Los fruticultores tenemos que ser muy creativos. A diferencia de California o Europa, no tenemos acceso a mano de obra extranjera. Acá simplemente no hay trabajadores en las zonas rurales. En todo caso, tengo confianza en los agricultores chilenos, pues han dado muestra de ser muy innovadores”, remata Hernán Garcés.

El bajo valor del dólar puede aprovecharse para importar tecnología

Eduardo Moraga Vásquez.

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