“Ningún escenario es igual a otro” es la premisa del ex director nacional de la Onemi Alberto Maturana. Y aunque no quiere quejarse de cómo actuó dicho organismo ante la inusual lluvia que convirtió al norte del país en zona de catástrofe, advierte: “Noté una demora en decir el número de afectados, eso es fundamental porque no puedes concentrar los esfuerzos si no sabes dónde están la gente que necesita ayuda”, apuntando a uno de los tantos puntos de conflicto que tienen al actuar de la Oficina Nacional de Emergencias otra vez en entre dicho: la rapidez con que entrega la información en situaciones de vida o muerte.
1. Santiago no es Chile: un organismo centralizado
Aunque está claro que Santiago no es Chile, la mayoría de las funciones de instituciones y organismos dependen de lo que se decida en la capital del país. Y la Oficina Nacional de Emergencias no está exenta de esta falencia. Un error estructural que en un país sísmico, volcánico y con más de cuatro mil kilómetros de largo, resulta crucial. Más aún cuando parte de la comunidad científica postula que producto del cambio climático, el número de estos desastres naturales podría ir en aumento.
Para Matías Walker, diputado DC , “hay una necesidad de cambiar nuestro modelo de gestión de emergencia hacia uno más descentralizado donde primen los criterios técnicos, donde las comunas puedan tener autonomía en las respuestas. Se requiere que las Onemi regionales tengan autonomía, que el comité operativo de emergencia tengan autonomía presupuestaria, de gestión. Es una burocracia en la gestión de emergencia que es absolutamente inaceptable y no conduce a nada. Hay un problema en que las comunas están esperando las órdenes que se dan desde Santiago para saber qué hacer, para saber si hay que evacuar, pedir los recursos, esperando las comunicaciones”.
Uno de los puntos centrales que motivaron al gobierno de Sebastián Piñera para redactar un proyecto de ley en 2011. Una iniciativa que fue aprobada en la Cámara de Diputados a principios de 2013 y que desde esa fecha duerme en el Senado. Y que ante el escenario actual, el senador Alberto Espina (RN) puso en primer lugar de la tabla del próximo lunes para su discusión.
2. Incorrecta estandarización del lenguaje
Cuando en la madrugada del 27 de febrero de 2010, el SHOA decretóalarma de tsunami -luz roja ante una catástrofe-, la Onemi tradujo dicha información en alerta -luz amarilla-. Craso error. De no haberse producido esa confusión, quienes fallecieron producto del tsunami podrían haber evacuado la zona de riesgo con anticipación. Caso similar ocurrió esta semana cuando la dirección de meteorología informó a la Onemi el domingo pasado, las condiciones que se darían en el norte: lluvias moderadas con 30 mm de precipitaciones en 24 horas. Ese “moderado” implicaba que llovería en Atacama, casi la misma cantidad de lo que llueve en un año.
“La comunicación entre organismos técnicos y la Onemi tienen que estar en absoluta sintonía. Una lección aprendida de 2010 fue que los protocolos implican tener un lenguaje técnico común entre las instituciones encargadas en el manejo de emergencias. Lo que está pasando hoy deja en evidencia esta necesidad. Yo creo que todos los técnicos son muy competentes, el tema es que hay que sentarse a estandarizar conceptos y rayar la cancha”, dice el sismólogo de la Universidad Católica, Marcelo Lagos.
3. Procesar la información: el cuello de botella
Antes de que se produjera el desastre, fuera de Chile ya habían advertido el fin de semana el fenómeno que se avecinaba en el norte. Así lo publicó en su cuenta de twitter Antthony Sagliani, analista en situaciones de riesgo en clima del sitio AccuWeather de Estados Unidos. Es uno “de los eventos meteorológicos más anómalos que haya visto”, escribió. ¿Cómo supo antes? Gracias a la avanzada tecnología que disponen los organismos internacionales. “Lo torpe es que no aprovechemos esa disponibilidad de alerta que vienen de otras fuentes”, afirma Rodrigo Figueroa, investigador del Centro de Gestión de Desastres Naturales de la Universidad Católica.
Figueroa explica que “en los desastres se producen flujos masivos de información desde los niveles locales hacia arriba para pedir requerimientos. Eso produce una saturación del sistemay la capacidad de procesamiento de información en los niveles superiores empieza a verse sobrepasada y se producen cuellos de botellas. Eso retarda la respuesta”.
El investigador del Centro de Gestión de Desastres Naturales de la Universidad Católica señala que “para entregarle información útil a quien toma las decisiones se requiere un sistema de inteligencia que tome la información desordenada, a veces imprecisa y que la procese. Y se necesita una tecnología bastante desarrollada que hoy no la tenemos. Existen software avanzados que permiten acceder a búsquedas automatizadas de ciertos hashtag que aparecen en internet y otros software que permiten hacer big data, que es procesar grandes cantidades de información de manera automatizada ocupando motores de inteligencia artificial“.
4. El rol de las municipalidades
Prevención es otro tema en el que no se ha avanzado lo suficiente. Si bien las municipalidades realizan ciertas actividades a nivel local para enseñar a la ciudadanía qué hacer frente a un desastre natural, educando a la población de manera eficiente como demostró la evacuación espontánea de la población luego de la erupción del volcán Villarrica, en esta materia se puede mejorar aún más. El alcalde de Colina y presidente de la Asociación de Municipalidades de Chile, Mario Olavarría, explica que “en general, las municipalidades están preparadas, pero no podríamos decir que están todas por igual porque cada una tiene distintos recursos. En Chile no se le da tanta importancia a la prevención y eso que somos un país lleno de emergencias de esta naturaleza“.
Además, apunta que “la Onemi es más bien un organismo de canalización de información, pero no es un organismo ejecutivo. Debiéramos avanzar en fortalecer los municipios entregándoles mayores equipos, facultades para contratar gente y prepararla para estos casos. Ese dinero podría venir de los gobiernos regionales, de las arcas fiscales y de la ley de presupuestos“.
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