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- por: PABLO ANDULCET
Organismo viviente, célula y tejido. Los expertos proponen constantemente estas comparaciones al hablar de la ciudad, pero muy pocas veces ahondan en su significado e implicaciones; al menos no de la manera simple y clara que Richard T.T. Forman viene haciéndolo desde hace más de tres décadas. Académico de la Universidad de Harvard, autor de una serie de libros respecto al tema, Forman es reconocido mundialmente como uno de los fundadores de la Ecología del Paisaje y fue invitado recientemente por la Escuela de Arquitectura y Diseño de la UDP para explicarnos más sobre este campo de estudios altamente interdisciplinario, cuyo objetivo principal es mejorar las relaciones entre los procesos ecológicos y la calidad de vida de los ciudadanos.
“Es muy fácil -comienza Forman-, la ecología del paisaje estudia todo lo que ves desde la ventana de un avión en vuelo o en una imagen satelital. Ha desarrollado un modelo muy simple, que llamamos de ‘parche-corredor-matriz’, que cualquiera puede entender y usar: cualquier punto de la tierra en el que desciendas, por ejemplo a bordo de un helicóptero, puede ser definido bajo una de estas tres posibilidades. Los parches, como verás en el diccionario, pueden ser grandes o pequeños, con bordes irregulares o rectos; los corredores pueden ser amplios o angostos, se conectan entre ellos y los parches, formando la matriz. Estas características tan simples se convierten en un lenguaje espacial para entender el mundo, o la Tierra. Así me puedo comunicar contigo, con el alcalde, con los geógrafos y los arquitectos. Así puedo proponer mejoras”.
En sus libros, particularmente en “Land mosaics: the ecology of landscapes and regions”, Forman ha hablado de mosaicos de tierra y de cómo al hacer más grande un parche o al acortar un corredor, por ejemplo, se altera la forma en que estos operan. “Eso nos lleva a otra característica del modelo PCM: como el cuerpo humano o una célula, la tierra tiene estructuras, patrones básicos, funciones, movimientos y flujos que cambian con el tiempo. El mosaico también cambia con el tiempo. Esa es la esencia de la ecología del paisaje y desde ahí puedes ir en muchas direcciones”.
En lo que hoy llamamos ciudad existió previamente, y afortunadamente aún persiste, la naturaleza. Los cauces de agua siguen bajando desde las montañas, a veces corriendo bajo la tierra o la arena. El sol continúa enviando energía, pero esta ya no cae sobre la vegetación y el suelo. Ahora la reciben superficies duras como los caminos y los edificios, que la absorben y la irradian como calor. “¿Qué puedes hacer al respecto?”, pregunta Forman. “Creo que los problemas de temperatura, de agua, de biodiversidad y de recreación en la ciudad se pueden asumir con un arreglo espacial inteligente. A la gente le gustan las especies, las plantas y los animales, es uno de sus atributos biofílicos. ¿Cómo podemos proveer esas especies en las ciudades, que hablen a la gente, les den inspiración, bienestar, sombra y un lugar agradable para caminar?”.
Forman ha estudiado los casos de decenas de ciudades, y ha entregado asesoría a gobiernos locales como el de Barcelona para planificar mejoras en sus mosaicos urbanos. Sin embargo, dice que los conceptos que trae -recopilados durante sus experiencias en Asia, Europa y EE.UU.- provienen del comportamiento de las ciudades en general, que la última palabra la tienen los expertos que habitan Santiago y lo conocen mejor. “En Berlín se ha recogido evidencia muy interesante. Asignando al eje horizontal el tamaño de un área verde, y al eje vertical el nivel de enfriamiento que ahí tiene lugar, en comparación a las zonas construidas, descubrieron que en los parques pequeños, de hasta 30 hectáreas, la temperatura es 1° más baja; que en los parques medios es 3° grados más baja, y en los grandes, de cerca de 500 hectáreas, es 5° más baja. Tú puedes pensar que enfriar la ciudad requiere demasiados parques, pero ese mismo estudio mostró que el efecto se extiende por varios cientos de metros, incluso un kilómetro, alrededor de un área verde”.
Aun sin conocer esta evidencia la gente tiene la impresión natural de que la calidad de vida cerca de un parque es mejor, generalmente pensando en las posibilidades recreativas. Por eso las propiedades en esas zonas son más costosas. Sin embargo, los beneficios de ubicarlas correctamente en la matriz son muchos más.
Otro ejemplo: “En Curitiba, Brasil, el exalcalde hizo varios parques cerca de los ríos, provistos de depresiones extensas en las que por 300 días al año la gente va a jugar fútbol, a hacer picnics y cosas así; los otros 60 días del año sirven para contener el desborde de los ríos, que eventualmente se evapora. Es una idea muy potente: minimiza las inundaciones y limpia parte del agua, que es filtrada por el mismo suelo. El agua de lluvia, que normalmente iría a las tuberías y produciría más problemas, puede ser canalizada hacia los parques donde tienes estas depresiones. Otros diseños pueden incluir riego para los árboles”.
Ciudades como Londres o Chicago tienen una preocupación antigua por las áreas verdes: “Ahí las autoridades se han encargado de que nadie viva a más de 10 minutos de distancia de un parque. Porque han entendido las múltiples funciones que tienen. En las ciudades habitan muchas especies animales y vegetales. Son muy tolerantes a la contaminación, al calor y factores así. En Chicago los científicos estudiaron varios árboles de la misma especie, edad y tamaño, ubicados en diferentes lugares. Midieron el efecto que tenían sobre la polución del aire y el resultado fue muy claro: en todas las locaciones reducían sustancias dañinas y material particulado, pero en los parques eran mucho más efectivos que en los caminos, los bulevares o los patios particulares. Por supuesto no son la panacea, no resuelven todo el problema, pero son de gran ayuda”.
Diseñadores de la expansión
No hace mucho tiempo varios medios publicaron un estudio del Centro de Inteligencia Territorial de la Universidad Adolfo Ibáñez que indicaba la cantidad de m² de área verde que ofrece cada comuna; las del sector oriente cuadriplicaban a las del sur poniente, y Lo Barnechea lideraba con 6,32 m². En Inmobiliaria Manquehue aseguran que su proyecto Piedra Roja, en Colina, comuna no considerada en el estudio, tiene entre 8 y 10 m² de parque por habitante, y que si además se sumaran las áreas verdes fuera de los condominios la cifra llegaría a 18 m².
“Nosotros estamos muy dispuestos a trabajar bajo las exigencias que la sociedad defina como necesarias, especialmente en el tema de áreas verdes, porque no es una consideración nueva para nosotros, son parte de Manquehue desde sus orígenes, en el año 79. En Santa María de Manquehue vas a ver una enorme cantidad de parques y áreas verdes. Los de El Golf de Manquehue son espectaculares porque además están interconectados y se entrelazan con las casas. No necesitas tomar el auto para ir a un parque, lo tienes saliendo de tu casa, con árboles, senderos de trote y bicicleta”, dice Juan Enrique Nestler, gerente comercial de la inmobiliaria.
Piedra Roja es parte del proyecto de ciudad que es Chicureo, pensado para albergar 50 mil habitantes, que está ejecutado en un 80% y poblado recién en 20%. Nestler dice que dentro de sus estudios no contemplaban el efecto de enfriamiento que generan las áreas verdes, pero que la biodiversidad sí era un preocupación, que motivó la construcción de la laguna artificial. “Después en casi 14 años ya tiene todo un parque alrededor, con restoranes, centro comercial y club náutico. La laguna es artificial, pero no es piscina. Tenemos patos, taguas, queltehues, y en los senderos hay letreros educativos con los nombres de los pájaros y la vegetación. Sembramos truchas en el invierno, la gente va a practicar pesca con mosca, y todo metido en medio de Santiago. Que la gente pueda ver vida silvestre es invaluable y necesario. Especialmente en un lugar al que solo le faltan universidades, que está pensando para que eventualmente los habitantes puedan hacer toda su vida sin salir de él”.
“En Chile la planificación urbana es algo bastante inexistente. Lo que el Estado hace es establecer instrumentos que norman lo tipos de construcciones, las alturas, la densidad y los metros cuadrados de áreas verdes por habitante. Son leyes y los desarrolladores urbanos tienen que ejecutarlas. Por lo tanto, en cierto modo, la planificación y desarrollo urbano han quedado en manos de los privados”, opina Germán Bartel, gerente comercial de la inmobiliaria Enaco.
En la renovación urbana las infraestructuras ya existen, lo que hacen es aprovechar la locación y retribuir de una manera pactada con la autoridad. La Asociación de Desarrolladores Inmobiliarios viaja permanentemente para estudiar los acuerdos que se logran en otros países; casos como el de Canadá, donde cediendo espacios para áreas verdes los desarrolladores obtienen el permiso para crecer en altura. Pero cuando se trata de expansión de la ciudad, las inmobiliarias están dibujando un mosaico nuevo desde cero.
“Los desarrollos que hemos realizado en comunas como Lo Barnechea, Las Condes, Puente Alto, La Florida y ahora Pudahuel y Padre Hurtado, responden a un concepto que llamamos minibarrios. Rompen con el esquema típico de la malla en cuadrícula que heredamos de los españoles. Construimos la vialidad estructurante que da conectividad y accesibilidad; en torno a ella generamos la vialidad local hacia el interior, y dentro de ella organizamos plazas. A veces de 500 m² y otras de 3 mil. Pero por modestas que sean, tener una plaza a cuatro cuadras cambia la vida de las personas. Y si además tienes un bandejón forestado frente a tu casa tu entorno se vuelve más grato”, explica Bartel. Es una apuesta por la proximidad por sobre el tamaño de las áreas verdes, que según ellos caracteriza todos los proyectos de la empresa, en toda su gama de precios.
“Existe la impresión, un poco peyorativa, de que la ‘ciudad linda’ es para los ricos, justificada en el alto costo que eso tiene. Pero nosotros hemos demostrado que este sistema de plazas interiores y parques en torno a la vialidad estructurante se puede implementar en comunas diversas. Nosotros las entregamos como espacio público y no como condominios, para ser mantenida por las municipalidades. De eso depende mucho el tipo de área verde: no podemos proponer 2 mil metros de pasto, con un gasto de mantención de un millón de pesos todos los meses, a un municipio con recursos más limitados. Estaríamos entregando algo condenado al fracaso”.
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