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Fernanda Villalobos D.
Hoy se celebra una de las más atractivas y vistosas ceremonias religiosas cristianas del mundo rural de la zona central: la fiesta de Cuasimodo. Son miles los jinetes que galopan con sus pañoletas blancas y amarillas, acompañados de otros cientos de ciclistas y al centro, la engalanada carreta que lleva al sacerdote con el Santísimo. Solo en el que se realiza en Colina -puesto que esa es una de las varias localidades donde se lleva a cabo esta tradición- participan más de 3 mil huasos. A eso hay que sumar otros tantos miles de fieles que los van a mirar o a vitorear.
Cuasimodo se celebra en Chile el domingo siguiente al de Pascua de Resurrección. Huasos, con sus mejores aperos y monturas, escoltan al sacerdote del sector, que recorre la localidad para dar la comunión a los enfermos y ancianos que no pueden salir de sus casas. Este ritual tiene sus raíces en el Concilio de Trento, celebrado por la Iglesia Católica entre 1545 y 1563. Allí se determinó la conveniencia de comulgar al menos una vez al año, norma que con el tiempo se extendió a América y llegó con especial fuerza a Chile.
A pesar de que no hay documentos que lo certifiquen, la creencia popular dice que la fiesta de Cuasimodo se comenzó a realizar en Chile ya en la época de la Colonia, en las distintas localidades del Valle Central, cuando los sacerdotes comenzaron a visitar a los postrados, incluso a los que vivían en los sectores más apartados. La idea era que aquellos que por distintos motivos no podían acudir a la iglesia no se quedaran sin recibir la comunión. Iban en una engalanada carreta, acompañados por una pequeña comitiva.
Sin embargo, la fiesta que se conoce hoy, en realidad tomó forma basado en la necesidad: las llamativas indumentarias que utilizaban los sacerdotes, la plata y el oro del cáliz y la cruz, hicieron que durante el período de la Patria Nueva estos grupos se transformaran en un blanco fácil para los saqueadores, que los asaltaban mientras pasaban por los solitarios caminos rurales y sin ningún remordimiento los despojaban de todas las pertenencias de valor, incluso el Santísimo. Entonces, los campesinos y dueños de los fundos por donde pasaba la misión, empezaron a escoltarlos a caballo para evitar los asaltos. La costumbre rápidamente creció y todos querían ser parte de la procesión. Y no faltaba quienes incluso “encargaban las más lujosas calesas de estilo Luis XV”, informaba Zig-Zag, a fin de ofrecérselas al sacerdote para esta procesión.
Fue así como esta ceremonia pasó a ser una real fiesta del folclor chileno, la que, en ambientes campesinos y de huasos se conoce como “correr a Cristo”, festividad que terminaba con una linda “misa a la chilena”. Los atuendos de los cuasimodistas (nombre de esta escolta) comenzaron a tener sus propias características: una capa corta y blanca sobre las ropas huasas, y una manta amarilla y blanca sobre la cabeza (los colores de la bandera de la Santa Sede). El caballo también es engalanado con una capa y decoraciones coloridas como señal de respeto a Cristo.
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