por Natalia Ramos
El 6 de diciembre, en un breve texto publicado en el sitio web de la Superintendencia de Valores y Seguros, se revelaba el final de una historia iniciada hacía más de un año. En 13 líneas, el documento resumía a los accionistas del Old Grangonian Club el proceso judicial desarrollado en contra del ex director de la entidad que agrupa a los ex alumnos del colegio Grange. Según el hecho esencial publicado en esa página, Juan Pablo Sepúlveda Larroucau (43) había sido declarado culpable de apropiación indebida y condenado a una pena remitida de 541 días de presidio.
Lo que no señalaba el documento es que -de acuerdo a la sentencia del Séptimo Juzgado de Garantía de Santiago- Sepúlveda, ex alumno del colegio británico y ex director del club y presidente de la sociedad anónima por más de cinco años, se había apropiado de 15 mil UF (más de $ 320 millones), los cuales gastó, como señaló en su declaración ante la fiscalía, “en pagar deudas y gastos de la más variada índole”.
Estos recursos provenían de la venta de un terreno de cerca de 80 hectáreas donde funcionaba este club en Peñalolén, el cual fue adquirido en 2008 por la Asamblea Espiritual Nacional de los Bahá’ís -entidad que se define como la más joven de las religiones independientes-, que actualmente construye allí un templo.
De acuerdo a la sentencia, ocurrida tras un juicio abreviado, la transacción -de 289.995 UF en total- se fue liberando conforme a ciertos hitos, los que concluyeron en noviembre de 2010, con el otorgamiento de la escritura del sitio. El pago por este último trámite fue de 15.000 UF, los cuales fueron entregados a Juan Pablo Sepúlveda a través de un depósito a plazo, a nombre de la sociedad anónima de ex alumnos. Estos, entonces, construían en Chicureo una nueva sede para el club, proyecto para el cual destinarían los dineros de la venta.
No fue hasta dos años después -en diciembre de 2012- cuando se encendió la primera alerta.
“Llegado el momento de necesitar los recursos y de rescatar el depósito a plazo, éste no existía y había sido cobrado por caja”, relata Francisco Varela, abogado representante de los Old Grangonian y miembro de este grupo.
Tras comprobar la inexistencia del dinero, el directorio contactó a Sepúlveda, quien no entregó los recursos.
Para llegar a ocupar el cargo de mayor relevancia en los Old Grangonian, el ex director pasó más de 20 años ligado a este club. Sepúlveda se hizo socio de la entidad en 1987, al egresar de cuarto medio. Su padre y hermanos -él es el segundo de tres- también estudiaron en el Grange. Para sumarse a esta sociedad anónima abierta, cumplió el requisito de comprar dos acciones, que le entregaron menos de un 1% de participación en la organización.
Su primera presidencia en el club fue en la rama de fútbol, en 1997, cargo en el que se desempeñó por cinco años.
Según sus cercanos, su disposición para este tipo de actividades fue lo que lo catapultó, en 2002, para convertirse en director del club y de la sociedad anónima. En 2008 le encomendaron, además, la presidencia de la sociedad anónima, la cual asumió de manera conjunta con sus responsabilidades directivas. Ninguno de estos cargos era remunerado.
Sepúlveda, egresado de Derecho y dedicado a la asesoría inmobiliaria, repartía su tiempo entre su oficina de calle Catedral -frente a la Plaza de Armas- y las labores que le demandaba la agrupación de ex alumnos. Uno de sus cercanos comenta que todos los viernes iba personalmente a visitar las obras de la construcción del nuevo centro en Chicureo, para lo cual destinaba gran parte del día.
“Hasta el momento en que nos dimos cuenta (de lo ocurrido), él era el presidente. Esto siempre operó sobre la base de una relación de confianza. Es gente muy cercana, que se conoce de toda la vida. Todo el proceso interno del club funciona basado en eso, sin perjuicio de que se cumplen con todos los estándares que requiere una sociedad anónima”, recalca Varela.
El 14 de diciembre de 2012, el directorio de los Old Grangonian se dio cuenta de que, hacía cerca de dos años, Juan Pablo Sepúlveda había pasado por una caja del Banco Santander y cobrado las 15.000 UF del último pago de la venta del terreno de Peñalolén.
Según detalla Varela, “desde el momento en que se requirió el documento para cobrarlo, él nunca confesó habérselo apropiado”.
Tras esto, la sociedad interpuso una denuncia y, posteriormente, se querelló -en febrero de este año- contra Sepúlveda. Actualmente se evalúa demandarlo civilmente.
En su declaración, Sepúlveda sostuvo que “mi intención siempre fue reingresar al club la totalidad de los dineros que fueron depositados en mi cuenta corriente. Pero, finalmente, no ha ocurrido, porque no he tenido la capacidad económica, ya que el dinero del cual me apropié lo fui gastando paulatinamente, no en adquirir bienes determinados, sino que en pagar deudas y gastos”. El abogado de Sepúlveda, Héctor Avila, asegura que su defendido devolvió al club 7.000 UF, pero que, de todos modos, fue condenado por el total de la deuda.
Por su parte, la comunidad Bahá’í señaló haber realizado un proceso de compra “absolutamente regular y conforme a los requerimientos legales”. Recalcaron que el destino posterior de los dineros “es algo que compete absolutamente a la administración del Old Grangonian Club”.
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