por Patricio Cofré A.
Cuando el Aeropuerto de Santiago se inauguró en 1967, podía recibir hasta seis millones de pasajeros al año. Pero el tráfico aéreo local creció y este antiguo espacio que contaba con un balcón para que las personas salieran a agitar pañuelos y despedir a sus seres queridos, quedó obsoleto.
A principios de los 90 el gobierno de Patricio Aylwin decidió renovar la infraestructura: en 1994 se inauguró una nueva terminal para vuelos internacionales y siete años después se sumó el ala que operaba vuelos nacionales. Así, el actual edificio de Arturo Merino Benítez quedó listo en 2000, luego de ser ejecutado por la concesionaria SCL.
El nuevo espacio fue pensado para que transitaran 10 millones de personas al año por ahí, pero con el tiempo la capacidad se vio superada. Sólo el año pasado circularon por Arturo Merino Benítez (AMB) 14 millones de pasajeros y los atochamientos en fechas peak lo hicieron colapsar.
Es por eso que a mediados de 2011 se pensó en otra ampliación más -contemplada en la Fase 1 de crecimiento total de la terminal- que permitiera expandir la capacidad tanto del ala nacional como de la internacional. De las 10 millones de personas que llegan hasta ahí cada año debía pasar a 16.
Espacios inéditos
La Fase 1 fue elaborada por el Ministerio de Obras Públicas y SCL. Además de hacer crecer el espacio en 7.700 m2 (la superficie del todo el Centro Cultural Palacio La Moneda) el plan reordenará los espacios existentes en los tres niveles del edificio.
Por ejemplo, en el tercer piso de la rotonda poniente (ver infografía), se habilitará un bulevar gastronómico, es decir, una zona donde habrá restaurantes de primer nivel. Algo con lo que hoy no cuenta el ala internacional del aeropuerto.
Cerca de estos, además, se instalarán tiendas comerciales exclusivas, pues hasta hoy existen sólo locales de duty free, souvenirs y artesanía fina. El nombre de las que llegarán está aún en proceso de negociación.
El diseño de esa zona estuvo a cargo de Grupo Arquitectos y según explica SCL, será una zona moderna y contemporánea basada en el estándar arquitectónico internacional de aeropuertos europeos.
Respecto de la ampliación destinados a ofrecer un servicio más eficiente a los pasajeros (más casetas de control policial para la salida y más para inmigración, además de mayor cantidad de cintas de equipaje) la ministra del MOP, Loreto Silva, explica que “se priorizaron los sectores neurálgicos del aeropuerto”.
Las modificaciones se verán reflejadas en zonas más espaciosas tanto en el ala de vuelos locales como los que van al extranjero.
Mientras en el ala nacional se extenderá la losa del tercer piso de la rotonda (cubrirá el espacio desde donde se puede observar la escultura con maletas) para dar mejor acceso a las salas de embarque, en el ala internacional el sector que ocupa hoy Policía Internacional se ampliará hacia las tiendas que están en su acceso y esos espacios comerciales serán trasladados.
Sumando todos los arreglos, las casetas de control de emigración pasarán de 24 a 36, las cintas de retiro de equipaje de nueve a 12, los puntos de control de equipaje de mano de cinco a siete y las nacionales de cinco a seis. Los puntos de control aduanero del SAG, en tanto, crecerán de seis a 10.
Otro de los cambios será la construcción de una sala de embarque remoto, un lugar donde se abordarán buses que conducirán hasta los aviones ubicados en la losa.
También se mejorará el sistema interno de transporte de maletas desde los counters hasta los aviones. El Baggage Handling System aumentará su capacidad de 650 maletas por hora a 798.
Todos los trabajos se desarrollarán en paralelo durante 12 meses, pero algunos estarán listos durante 2013.
Para evitar que esas obras provoquen mayor congestión, el gerente general de SCL, Alfonso Lacámara, asegura que se desarrollará un plan de contingencia especial. “Vamos a reforzar el personal de operaciones para que orienten al pasajero. Eso, además de varias medidas como el incremento de personas que atiendan público y servicio guardias”, asegura.
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