Por: Álvaro Peralta Sáinz
Sucedió una fría madrugada de otoño, hace algunos años. Un periodista chileno esperaba en el Aeropuerto de Santiago a su hermana –residente en España– que había tomado raudamente un avión en Madrid para alcanzar a ver a su padre que agonizaba en Santiago. Lamentablemente, el hombre murió mientras la mujer cruzaba el Atlántico. A su llegada, el periodista tuvo que contarle la mala noticia a su hermana y –para ayudar a pasar el triste momento– la invitó a tomar un whisky en el único restaurante que encontraron abierto a esa hora en el terminal aéreo. Sin embargo, para sorpresa de ambos, no les vendieron el mentado whisky, aduciendo que ya estaban “en horario de desayuno”.
La anterior historia sirve para mostrar cosas que de vez en cuando suceden en el aeropuerto más importante del país. Porque claro, se entiende que en Pudahuel no existe el movimiento vertiginoso de aeropuertos como el JFK, Barajas o Heathrow.
Sin embargo, resulta inentendible que uno no pueda tomarse un trago antes o después de abordar un avión. En la terminal santiaguina parece que los pasajeros prefieren el café y las bebidas de fantasía, en desmedro de la cerveza y los destilados. Cosa rara, porque es sabido que ya sea por simple relajo –o para combatir los nervios– el subir a un avión con un par de tragos en el cuerpo es algo que un buen número de los pasajeros de aviones acostumbran a hacer.
Entrando en materia hay que decir que en el área anterior a los embarques, también llamado hall público, los negocios que la llevan –además de un minimarket que aparte de algo de artesanía tiene una buena oferta de diarios y revistas– son dos: uno clásico del aeropuerto y otro que acaba de abrir sus puertas. El primero corresponde al Gatsby, que si bien cuenta con varios sucursales en Santiago (y dos más pequeñas en el mismo aeropuerto), con el paso de los años –está acá desde 1994– se ha convertido prácticamente en un símbolo del terminal aéreo. Su oferta es la clásica de cualquier Gatsby: tenedor libre para almuerzo y comida, además de servicio de cafetería, sándwiches y platos rápidos durante el resto de la jornada.
Un dato no menor: funcionan en forma ininterrumpida las 24 horas del día. ¿Y el bar? Bueno, tienen uno bastante completo. Sin embargo, la bebida alcohólica más consumida aquí es –por lejos– el schop. Ahora, cuando pedimos un whisky, un día de semana antes del mediodía, se nos sirvió. Aunque antes, el garzón consultó con su jefe si podía hacerlo. Con otro jefe, vaya a saber uno qué sucede.
El siguiente local concurrido es el recién inaugurado Bar Danés, que funciona desde mediados del mes de abril y que tiene la misma carta de su casa matriz de avenida Vitacura, aunque acá también se incluye una carta de desayuno. La verdad es que sus sándwiches contundentes (sobre todo los con lomo de chancho y mechada) causan sensación entre sus clientes, los que desde los primeros días de funcionamiento lo han mantenido con un movimiento más que considerable. Y aunque funcionan con un horario de nueve de la mañana a las once de la noche (en función de los vuelos nacionales, de donde viene la mayor cantidad de sus clientes), en el Bar Danés nos aseguran que –sea la hora que sea– aquí se puede pedir cualquier cosa que esté en la carta del local, tragos incluidos. Hay que decirlo: la última vez que pasamos por acá, temprano un día de semana, lo primero que se nos ofreció fue un trago, lo que finalmente reemplazamos por una cerveza. Ese mismo día logramos advertir que no eran pocos los extranjeros que a esa hora acompañaban sus sándwiches con sendos piscos sours. Por acá, va más o menos bien la cosa.
Mucho café, pocas nueces
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Otro lugar muy visitado del aeropuerto de Santiago es el Starbucks. En rigor, hay que hablar de los Starbucks, porque hay uno en cada zona de embarque, además de un tercero en el hall público. Con una oferta idéntica a la que se puede encontrar en cualquiera de los cerca de cincuenta locales que ya tienen en la capital, la verdad es que los Starbucks del aeropuerto suelen estar llenos de gente. De hecho, hay horas en las que ordenar un café toma por lo bajo un cuarto de hora. “Les va increíblemente bien”, nos dice personal del aeropuerto, agregando que en el área de embarque nacional “incluso hay gente que compra sus muffins para llevarlos a sus ciudades de origen, que no tienen Starbucks”. Considerando la calidad de lo que ofrece esta cadena de café estadounidense, uno podría sorprenderse por tanto éxito, pero si pensamos que en cualquier local santiaguino el panorama es bastante similar, no queda otra que pensar que a la gente le encantan los cafés grandes, aguados y servidos en vasos desechables. Bueno, cada uno con sus gustos.
Ahora bien, tras hacer los trámites de rigor y pasar al sector de embarque la cosa cambia un poco. Bueno, en el área de los vuelos nacionales no tanto, porque además de los ya mencionados Gatsby y Starbucks, el grueso del público opta por los café-bares Tamarugo –un clásico de personeros de gobierno y los periodistas que los siguen en sus desplazamientos por el país– y On Time, donde se consumen básicamente sándwiches acompañados de café, cerveza o –muy de tanto en tanto– algún destilado; aunque nada como para volverse loco.
El resto, algunas tiendas (obviamente no libres de impuestos), un bien surtido kiosco y un par de puestos de venta de anteojos de sol, que en estricto rigor están por todos lados del aeropuerto y –según lo que nos comentaron– “venden como si en ninguna otra parte se pudieran encontrar”.
Afortunadamente, en el sector de embarque internacional, donde se espera por los vuelos, todo mejora. Obviamente, están las tiendas libres de impuestos, en las que cada vez resulta más conveniente –al menos para los chilenos– comprar cigarrillos y bebidas alcohólicas.
Pennsando en los extranjeros, se extraña una mayor –y mejor– oferta de nuestros productos estrella: vino y pisco. De hecho, se me viene automáticamente a la memoria lo que pasa en el aeropuerto de Lima con la venta de pisco, y en el uruguayo Carrasco con el vino, ya que en ambos casos los productos están en posiciones muy destacadas dentro de los terminales y con una atención especializada –y muy atenta– que de verdad se extraña por estos lados.
Lujo y comida rápida
En este mismo sector, una de las principales novedades es el recién inaugurado boulevard de tiendas como Hugo Boss, Carolina Herrera y Victoria’s Secret. Mención aparte merece el local –algo a trasmano– que la Fundación de Artesanías de Chile tiene en este sector y donde se pueden encontrar numerosos artículos como ropa de cama, mantas, bufandas e incluso ollas; todas confeccionadas por artesanos de diversas partes de Chile y que esta fundación –dependiente de la por estos días famosa Red de Fundaciones de la Dirección Sociocultural de la Presidencia de la República– apoya para que sus productos lleguen a puntos de venta interesantes (también cuentan con tiendas en el Centro Palacio de La Moneda y en otras ciudades) sin pasar por intermediarios que vayan menguando sus ganancias. Y hay que decirlo, esta tienda es algo que de verdad puede interesar a un pasajero –nacional o internacional– del aeropuerto de Santiago.
Pero en lo que respecta a comida y bebida, campean los locales de franquicias extranjeras como Subway, Dunkin’ Donuts y –era que no– la exitosa Starbucks. Sin embargo, podemos dar fe que es Ruby Tuesday el que siempre concentra una mayor afluencia de público. “Es una marca conocida por los extranjeros, así que muchos prefieren irse a la segura. Además, los chilenos también la ubican y la prefieren”, nos cuentan. Y claro, su formato, que mezcla restaurante con café y bar, anda bien con los horarios variables de un terminal aéreo. ¿Un dato? Su Bloody Mary siempre funciona. Y aunque hay algunos locales donde es posible ordenar un Barros Luco, un churrasco o un lomito italiano; la verdad es que ninguno está al nivel de lo que podemos probar en cualquier fuente de soda de Santiago. Por lo mismo, no dejo de pensar que una Fuente Alemana, o incluso un Dominó, serían grito y plata en el aeropuerto.
Y lo bueno. Justo frente a la puerta 12 de la zona de embarque internacional funciona desde junio del año pasado el bar Vinum, que haciendo honor a su nombre presenta una oferta que consiste en 35 etiquetas de tintos, blancos y espumantes, las que van cambiando cada cuatro meses. “Estamos enfocados en vinos que sean memorables y a su vez expresión de la cepa. Por lo mismo, combinamos la presencia de las grandes bodegas, con productores pequeños”, nos explica Felipe Lagos, uno de los socios, agregando que “un 80% de nuestros clientes son extranjeros, con fuerte presencia de brasileños, australianos y neozelandeses”. A esa oferta se suman cervezas, cocteles a base de pisco y tablas de queso y charcutería. Vinum funciona desde las diez y media de la mañana y hasta la medianoche, siempre con la barra funcionando. Para uno que es padre reciente y le gusta el vino, este bar es perfecto a la hora de esperar un avión, porque justo en frente hay unos juegos infantiles. O sea, ideal para que todos podamos pasar un buen rato. •••
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Los salones VIP
Tal vez una de las razones para que no existan más y mejores bares en la zona de embarque internacional tenga que ver con los varios salones VIP que existen en este lugar, los que ofrecen un servicio de café bar (internet incluida) gratuito para quienes pueden acceder a ellos. Pero ojo, cada día es más fácil calificar para uno de estos salones porque no sólo es posible hacerlo gracias a la compra de un pasaje en business, sino que también se puede si se es titular de ciertas tarjetas de crédito. Incluso más: existe un salón del aeropuerto santiaguino al cual se puede entrar con algunas de estas tarjetas de crédito extendidas por tiendas de retail o clubes de suscripciones. Aún así, varios usuarios frecuentes de estos salones que fueron consultados para la realización de esta crónica aseguraron que el VIP de LAN es el mejor. Fundamentalmente, por su barra selfservice.
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