La cabellera larga y blanca del director del Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Francisco Brugnoli, le da un aire de sabio antiguo. Hoy, tras 16 años al mando de la institución, se ve con algunas canas amarillas, más cansado, pero con el mismo ímpetu que mostró cuando llegó a comandar un edificio patrimonial que estaba en ruinas. Con cierta resignación ve su futuro retiro. “No inmediatamente, pero ya tengo proyectos pensados para un tiempo más. Es una incongruencia que un caballero de tanta edad dirija un museo para gente joven”, comenta con risa juguetona.

Tiene 5 hijos, dos matrimonios, actualmente está casado con la artista visual Virginia Errázuriz. De alma y espíritu inquieto, es considerado uno de los propulsores del arte experimental en el país. Durante su trayectoria ha desarrollado múltiples proyectos; a mediados de los 60 creó el grupo Los Diablos ligado al arte pop; en 1974 fue fundador del Taller de Artes Visuales, que reunió a un grupo de profesores exonerados de la Universidad de Chile; dio partida a la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Arcis hasta 1992; fue vicedecano de la facultad de Arte de la Universidad de Chile. Entre sus alumnos destacan Juan Pablo Langlois, Sebastián Picker, Lidia Marín y Patrick Hamilton.

Afirma que le faltan horas para leer, para ver películas, para ir a su parcela a Til Til, donde intenta reconstruir su taller, después de que cayera al suelo con el último terremoto. En cuanto a su perfil artístico, se declara entusiasmado con el llamado site art (la obra es creada para existir en un determinado lugar). Siguiendo esta tendencia, en 2013, en el Goethe Institut, realizó una pieza en el hall con los escombros del mismo edificio que se encontraba en reparación.

El año pasado expuso junto a un grupo de profesores de la Universidad de Chile en una sala de la Biblioteca Nacional, donde realizó una intervención “desmesurada”. Riendo, cuenta: “Me gasté un montón de plata, pero es que otras veces hago todo lo contrario, en un lugar destacado presento una cosa chica. Hago cosas en la calle con elementos abandonados. Pensando que alguien se va a intrigar con eso”.

En su oficina, en el tercer piso del MAC, hace calor; un gran escritorio, lleno de papeles, carpetas y un computador, es su santuario. En uno de los muros cuelga un enorme cuadro de Delia del Carril. Nos recibe para conversar, entre otras cosas, acerca de su más reciente logro: la apertura de la puerta que une el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) y el MAC. Ésta, creada junto al edificio por el arquitecto Emilio Jecquier, resultó clausurada en 1928, durante el mandato de Carlos Ibáñez del Campo, y fija la separación definitiva entre la Academia –luego MAC– y el MNBA.

En los 85 años que transcurrieron hasta su apertura ocurrida hace menos de un mes, fue abierta sólo para la Bienal de Arquitectura de 1981. “Desde que llegué al museo que quería abrir esa puerta. Y se lo propuse a Milan Ivelic, director del MNBA en ese tiempo, pero me dijo que era difícil porque los pasillos estaban ocupados con ductos. No me dijo que no, pero ahí quedamos. También se lo propuse a Roberto Farriol cuando asumió (2011). Le dije que ojalá estuviéramos comunicados, y poder compartir algunos elementos de programación. Lo que fue muy bien recibido, pero también fue quedando en olvido. Hasta que a fines de diciembre del año pasado, vino la declaración de la presidenta que decreta que todos los museos de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) dejarían de cobrar entrada en marzo. A lo que dije que me alegraba mucho, pero que a nosotros nos causaba un daño tremendo porque como cobramos entrada (el MAC depende de la Universidad de Chile) iba a disminuir nuestro público, y eso nos iba a provocar una merma en los ingresos. Entonces, el nuevo director de Dibam, Ángel Cabeza, me pidió una reunión, fuimos con Farriol y empezamos a conversar sobre las compensaciones necesarias para ser gratuitos. La Dibam le entregará al MAC algo más de 17 millones de pesos para paliar la pérdida de taquilla. Hay que tomar en cuenta que la Universidad de Chile es estatal, por ende, era raro que nosotros cobráramos y el Bellas Artes no. De ahí llegamos al tema de la puerta, decidimos eliminarla y además vamos hacer un café, entre otras actividades en conjunto”.

-¿Sigue dispuesto a enrejar el MAC o desistió de la idea?

-Lo considero cada día más, se trata de un beneficio. Todo el mundo reclamó cuando pusieron reja en la Biblioteca Nacional, pero permitió conservar el edificio, y al mismo tiempo preservar las colecciones porque los muros estaban convertidos en urinarios, lo que favorecía el desarrollo de hongos en el papel. Y ese es el mismo problema que tenemos nosotros. Los muros nuestros son letrinas. Eso no puede seguir, además tanto éste como todos los edificios patrimoniales no pueden estar a merced de grafiteros. Propongo compensar todo esto creando un jardín de esculturas frente al MAC. Tenemos una muy buena colección y, además, podemos convocar a escultores contemporáneos de alta calidad. La idea es que el parque se abra de 6 AM a 11 PM y eso te da más seguridad. Se lo he propuesto a todos los alcaldes sin importar el color político, algunos se han espantado más que otros.

-¿Qué le dijo la actual alcaldesa, Carolina Tohá?

-Lo hablamos después de que sucedieron los problemas en el recital de Los Jaivas. Hicimos un croquis por dónde pasaría la reja, porque no es total sino que cubriría lo que son los prados, sin entorpecer la pasada hacia la Estación Mapocho. Sería bueno también para cuidar la estatua del pobre Cristóbal Colón, que lo tienen en la miseria, cada persona que pasa le tira una moneda o algo. Pero ella –Tohá– no se ha pronunciado.

-Una de sus grandes luchas ha sido que se construya un nuevo MAC, ¿perdió la esperanza?

-Ya perdí la esperanza de que fuera bajo mi gestión o de la presidencia de la señora Bachelet. Ella tiene indudablemente un compromiso con el GAM, tiene que cumplir con completar el proyecto, no puede dejar el edificio trunco y aún le falta la sala de teatro. Además, el GAM ha tenido una gestión muy buena. Ahora, un centro cultural no es lo mismo que un museo: es completamente distinto. Son distintas la fiesta y la reflexión, aunque no es malo que en la fiesta se reflexione un poco y en el museo también se haga un poco de fiesta.

-Duras sus palabras.

-Mire, este edificio está muy bien para dejar las colecciones, pero es muy difícil realizar algunas acciones de arte experimental. Nuestra relación vigilante versus público es mucho peor que la del MNBA. Tenemos un auxiliar por piso y ellos uno por sala. A veces nos sentimos como un gordo con camiseta del hermano chico (se ríe con ganas).

-De todos los gobiernos que han pasado durante su gestión, ¿cuál ha visto más interesado en tener un museo de arte contemporáneo del nivel que una ciudad como Santiago merece?

-Piñera estuvo más cerca en un momento, pero ya pasó. Lo mejor es que se ubique en la Quinta Normal, que es un lugar que considero extraordinario, por la cantidad de museos que ahí conviven. Eso sí, hay que mejorar la quinta; el parque requiere una atención importantísima. Se debe concluir el proyecto de Teodoro Fernández: sacar esos buses del Transantiago que pusieron por Matucana, y crear una intermodal.

-Pero el MAC ya tiene una sucursal en la Quinta Normal.

-Ya estamos ahí, ahora hablamos de terminar el proyecto de la Quinta Normal, tenemos el segundo piso, falta el primero y el zócalo, además de crear un volumen. Es un edificio muy bonito. El año pasado nos visitaron en total 95 mil personas y los números se dividieron 50% y 50% para ambos museos.

-¿Qué cambiaría del MAC?

-La condición presupuestaria. Doscientos millones de pesos anuales es nada, salimos adelante por milagro. Las exposiciones las sacamos con financiamientos externos, cuando no les decimos a los artistas: toma, te doy una sala, haz lo que quieras.

-¿Cuánto cree que debería recibir un museo de esta clase?

-Le puedo decir que el presupuesto 2015 del Museo de la Memoria es de $1.500 millones y el del MNBA de más de 2 mil millones. Para el centro cultural Matucana 100, es de casi 600 millones pesos, y para el GAM $2.550 millones. Con eso te das cuenta lo pobre que somos. Creo que este museo está acostumbrado a trabajar con la pobreza.

-¿Le da rabia?

-Todo esto me deprime, porque me doy cuenta de que este país no entiende la necesidad del arte, porque la cultura es también un alimento, una necesidad sustantiva del ser humano. El que piensa más, hace más. O sea estamos arruinando al país, estamos perdiendo productividad. A veces uno está choreado y no quisiera hablar más del asunto. Pero también me he sentido confortado con los equipos de trabajo, que son entusiastas, pese a todo.

-Usted nunca ha expuesto en el MAC, ¿le gustaría?

-De eso me privo. De repente, es inevitable que aparezca un trabajo mío porque abarca un cierto período, pero no. Ahora mismo me estaban pidiendo una obra antigua para una oficina de La Moneda; tuve que decir que no porque siento que no se puede, siendo yo director de un museo.

-Para terminar, ¿a quién le gustaría traer al MAC como su última misión?

-Amish Kapoor (¿Anish?).  •••