vía Revista Valles del Sol.
Por Vania Brugal
Irreverente, acogedor, reflexivo y dueño de una simpatía única, Kiko Benítez nos recibió en su casa como si fuéramos un miembro más de la familia. Mientras su hija Sol se prepara para ir a Santiago, su señora, Javiera León, le enseña a una vecina a cocinar. Ella se une rápidamente a la conversación, mientras corta verduras y da indicaciones a su discípula culinaria. En la entrada, suena a ratos la radio de Bomberos, pues uno de sus hijos, Juan Enrique, fue Director de Bomba Chicureo y hoy mantiene su voluntariado, aunque ya no vive en el sector.
Llegaron a vivir a Chicureo en 1987, con niños pequeños y sabiendo que se trataría de toda una aventura, que han gozado y sufrido, pues ni de terremotos e inundaciones se han librado.
“Decidimos venirnos a Chicureo porque mi señora quería vivir en el campo y yo, a cambio, construiría la casa a mi pinta”, señala Kiko, quien recuerda que en esos tiempos estaban rodeados de predios agrícolas, todo muy tranquilo e independiente. “Yo me levantaba a las cinco de la mañana a trabajar en el huerto, no teníamos vecinos cercanos. Además teníamos media hectárea a la que yo sabía que le podíamos sacar partido”.
Al principio vivieron seis meses sin luz, pero ellos como familia no se complicaban, pues “cuando te vienes aun lugar así debes asumir que no es Santiago -asegura Javiera- así era el juego, nadie nos engañó. El que se viene en buena, sabe a lo que viene y al que no le gusta, vive incómodo”.
Asumían con tranquilidad los pormenores de vivir en un lugar que no tenía todas las comodidades de la ciudad y no se complicaban la vida. Como en esa época no había la oferta de colegios que hay en la actualidad, se levantaban temprano todos los días para ir a dejar a sus hijos al colegio. “Íbamos a los Domínicos a dejar al colegio a los niños, por la Pirámide, que en esos tiempos era de tierra, nos demorábamos 20 o 25 minutos porque no había taco, pero si te quedabas en pana podías pasar toda la noche ahí” cuenta el Kiko. A la vuelta pasaban por La Vega a comprar frutas y verduras. En Chicureo había un minimarket con un teléfono público y una farmacia, también se pusieron los clásicos quesos Pucará con una máquina con helados Savory, que los hijos gozaban. Más tarde se instaló la clásica Higuera, un almacén que se convirtió en un ícono para los vecinos del sector.
Levantaron su primera casa a pulso y duró 23 años, hasta que el terremoto de 2010 la destruyó y construyeron otra. Recién en 1992 se dio inicio a la construcción del Condominio Chicureo II, que rodea la parcela de los Benítez y que nunca les robó la tranquilidad y el encanto que aún conserva: árboles frondosos, olor a campo, vida sencilla, amigos que al igual que ellos se aventuraron a dejar todo para vivir en un lugar donde la naturaleza y vida en familia fueran los protagonistas.
Hoy Chicureo ha cambiado y su desarrollo para Kiko era predecible, pues “Acá cabe todo Santiago y para mí era evidente que se iban a venir a este lugar. El desarrollo de Piedra Roja era predecible, la oferta educacional es buena, aunque el desarrollo vial no”. A la pregunta de si seguirán viviendo en Chicureo para siempre, el matrimonio ya tiene la decisión tomada: “seguiremos acá por un buen tiempo, pero queremos pasar nuestra vejez en la playa, manteniendo el ritmo tranquilo que llevamos acá”.
Hola somos agricultores orgánicos del valle del aconcagua. Buscamos lugar donde montar una feria ecológica una vez por semana.
M Angelica.
Trabaje en lo Benítez, grandes personas. En gran parte, gracias a ellos hoy soy lo que soy.