Para ser “más buena onda entre nosotros”, la abogada María Paz Garafulic y la diseñadora digital Jennifer King elaboraron un libro con imágenes y mensajes breves para relacionarnos bien en la calle, Metro, playa o trabajo. A las sugerencias de las socias se suman varias otras para llegar a ser un buen vecino.
- Conocer a los vecinos del barrio : lo básico es saber sus nombres y sus números telefónicos. Así se pueden ayudar en las buenas y en las malas. Por ejemplo, si escucha algo extraño en la casa de al lado, avise a Carabineros o si va de vacaciones, cuéntele al vecino para que le eche un ojo a su propiedad y le riegue las plantitas. “Si va a tener un carrete, hágalo partícipe: o lo invita o le pasa el dato para que sepa que va a tener una noche movida”, explican María Paz Garafulic y Jennifer King en “50 acciones por un mundo mejor”. A veces es mejor ganarse a un buen vecino que a un amigo. El respeto es más importante que el cariño en este tipo de relaciones.
- Sonría y haga reír: muy simple, ser buena onda es gratis. La risa se contagia y elimina preocupaciones. Los niños ríen 400 veces al día y los adultos solo 20. “Me río contigo, no de ti. Hacer reír… pero sin ofender”, aclaran las autoras del libro.
- Sea un saludador : decir hola o buenas noches siempre será indicio de que usted es educado, pero tiene un sentido mucho más profundo. “Saludar es dar salud, bienestar al otro y este concepto la gente lo está olvidando”, acota, desde la óptica de la inteligencia emocional, la académica Guillermina Guzmán de la Universidad del Pacífico. “Hay que decir: ‘hola, ¡qué tal!’ y no pasar de largo. Hay que esperar la respuesta del otro”, agrega. ¿Ha visto que en el sur la gente se saluda a cada rato? Es un signo de sanidad física y mental.
- Ofrézcale una taza de café o una chelita: si ve a su vecino o vecina atareados con labores domésticas, no cuesta nada portarse como doña Florinda y ofrecer una tacita de algo o un vaso de gaseosa. Y si hay algún lazo de confianza, una cerveza no estaría mal. Este ofrecimiento también sirve en la pega. Preparar una taza de café si ve a alguien más ocupado es poner en práctica el refrán “una mano lava a la otra y las dos lavan la cara”.
- Abrace al vecino en problemas: los abrazos son necesarios para generar emociones positivas, incrementan los niveles de la hormona oxitocina (hormona del amor), reducen la presión arterial y mejoran la salud mental. Según Linda Blair, sicóloga clínica de la Universidad de Bath, Reino Unido, los abrazos y el tacto estimulan un área del cerebro de donde probablemente provienen las emociones positivas como la verdad y el afecto. “Con el abrazo acoges al otro y lo acercas a tu espacio íntimo. Nosotros tendemos a ser rígidos y no estrechamos al otro. En un abrazo captas hasta el palpitar de su corazón y eso nos confunde y nos da miedo…”, precisa Guillermina Guzmán. “Ayudé a un vecino en problemas, había quedado recién viudo. Él, después de una semana, tocó el timbre de mi casa y me entregó un tremendo regalo y me abrazó con mucha pena. Sentí que no hay nada más sincero que el abrazo de un extraño”, cuenta Marta Fuentes.
- Comparta las herramientas: si pide prestado el serrucho o el martillo a su vecino y este gentilmente se los pasa, devuélvaselo apenas lo termine de usar. Tenga presente que es un préstamo, no un regalo.
- Que su mascota bulliciosa no moleste: seis de cada 10 hogares chilenos tienen mascotas. 46,5 por ciento tienen perros, 18,2 por ciento gatos y 7,9 por ciento son aves. Una mascota feliz respeta a su dueño y lo reconoce como amigo.
- Mantenga limpios los espacios comunes: barra, recoja la basura y déjela donde corresponda. “Se estima que cada habitante de la Región Metropolitana genera alrededor de un kilo de basura al día. Si consideramos que hoy viven aproximadamente siete millones de personas en la capital, significa que diariamente se producen 7 mil toneladas de basura al día”, se precisa en el libro de Confin Ediciones (precio de referencia $14.000).
- Recoja las heces del perro : si a su perro se le ocurre ir al baño en la calle, “¿Crees que alguien va a recoger su caca? No. Es tu responsabilidad. Esclavos ya no hay”, acotan María Paz Garafulic y Jennifer King. “Yo lo hago, pero pucha que da rabia cuando uno tiene que recoger la de tu mascota y la de otra que su dueño ni se inmutó en recogerla”, cuenta Hernán González que saca a su perro “Mulato” a pasear al parque Forestal.
- Préstele el asiento del auto : si va al supermercado y su vecina también, pero a pie, no le cuesta nada llevarla y traerla con las compras. Su auto también sirve para acercarlos al centro u otros puntos que no lo desvíen mucho de su camino.
- ¿Qué hacer si se cayó de la bici el hijo de la vecina?: aprenda primeros auxilios, nunca está de más. A diario se pierden vidas y pocas personas están preparadas para atender una emergencia.
- Interfiera para parar el bullying: que un hijo de un vecino, amigo o familiar sufra bullying es más común de lo que se cree . Hay que interferir para cambiar las cifras. “Solo siete de 20 compañeros defiende a las víctimas”, se registra en el libro.
- Recuerde los nombres de las personas: cuando le presenten a alguien repita su nombre, es importante para que no le diga Carlos a un Pablo. Las autoras dan un dato: “Repítalo, funciona”.
- Dedíquele tiempo para escuchar: lo primero que vemos en el otro es su rostro y sabemos si tiene angustia, está ansioso o necesita ser escuchado, pero no lo verbaliza. “Nos daríamos cuenta de que servimos para escuchar a otras personas y dar una visión de aliento”, acota Guillermina Guzmán.
- Hablen de fútbol para no quedar offside : es un idioma universal. En la cancha todos son iguales, pero tan distintos. Rubios, morenos, letrados, analfabetos, pero usted y su vecino saben de tarjeta roja, Fifa o penal. O invítelo a ver una película a la casa, es una bonita forma de compartir para establecer lazos.
Rafael Gumucio
Vivimos escondidos
Es entre vecinos que las leyes y los acuerdos toman sentido y razón.
E legimos a nuestros amigos. Reinventamos nuestras familias, nos convencemos que amamos nuestros países, pero nos cuesta no mirar al vecino con cierto resquemor, desconfianza y hasta antipatía. Nos parece que si alguien vive en tu barrio debe tener algo equivocado. O quizás sentimos que la intimidad profunda de compartir esquinas en su memoria, y ruidos molestos, y veredas mal regadas, es demasiado incómoda para que no se convierta en una barrera.
O quizás, más bien, cansado de fingir ser amable en el trabajo, el Metro y la casa de los suegros, pensamos cada vez más que en la casa no debemos ser sociables ni sociales. Nos refugiamos más que en un hogar, en una cueva donde no necesitamos vestirnos del todo, ni hablar más que a gruñidos. Vivimos escondidos en un especie de clandestinidad, defendiendo con muros, rejas, perros y niños los metros cuadrados que nos tocan en suerte.
La idea de que aún ahí hay que sonreír, conversar, convivir, nos resulta intolerable. Y, sin embargo, es ahí, en el vecindario y no en la familia—como se equivoca una vez más nuestra constitución—donde empieza la sociedad. Es entre vecinos que las leyes y los acuerdos toman sentido y razón.
La política nace para administrar la ciudad, o sea, una suma infinita de vecindarios y de vecinos que salieron de su metro cuadrado para administrar un jardín, una calle o un imperio en común.
“Hay que respetar a los demás”
“Es un libro con lectura fragmentada para no agobiar, es un aperitivo solamente para abrir el apetito”, cuenta María Paz Garafulic, encargada de los contenidos cívicos de la obra donde se invita también a rechazar las bolsas plásticas, a regalar juguetes y reutilizar en vez de reciclar libros.
La sobrina nieta de Lily Garafulic, Premio Nacional de Arte, es directora de la Fundación Había una Vez que promueve el hábito lector en Chile. Recuerda que “si hago solo lo que parece bueno para mí (manejo por la izquierda, paso luces rojas, por ejemplo) hay varios que quedan con sus derechos vulnerados. Aquí, son imprescindibles responsabilidades y deberes, y el respeto por los demás”. En el libro, cada acción va acompañada de una ilustración cuyo contenido conceptualiza gráfica y visualmente Jennifer King. “Puede parecer liviano, pero es un nuevo modelo de lectura entretenida y de pasadita para aprender”, cuenta.
El libro tiene un precio referencial de $14.000 y se puede conseguir en www.confin.cl
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