Menciono el Agua Bendita porque hace muchos años leí un estudio que indicaba que el espectrograma del agua sufría variaciones con el acto de la Bendición, desafortunadamente no lo he vuelto a encontrar. Esto importa ya que algunas personas muy religiosas han difundido en Chicureo que la Homeopatía se “hace con la mano del demonio”, lo que supongo que indica que es brujería —esto es, que sería efectiva pero producto de malas artes—. Ambas serían aguas que cambian por causas que la ciencia aún no comprende.
Pero además, hace pocos días un medio de comunicación local puso en Twitter un comentario sobre el que la Homeopatía era una estafa y llamaba a no consumir un conocido producto francés en venta en farmacias. Al menos ese Tweet parece que fue borrado porque tampoco lo he vuelto a encontrar pero postulaba más o menos lo mismo que me llevó hace un año a realizar el comentario que reproduzco más abajo, en respuesta al blog “¡Señores de Boiron, demanden a todos los que decimos que Oscillococcinum no tiene principio activo o cállense!” en el que apunta a dos cuestiones esenciales. Dice:
- “Me he suicidado varias veces ingiriendo grandes dosis de Sedatif PC, un supuesto somnífero de Laboratorios Boiron. Si estoy aquí contándoselo, es porque ese producto no contiene principio activo alguno y sus efectos se limitan a los propios del placebo. De haber hecho lo mismo con un sedante de verdad, posiblemente no estaría vivo. Pero, con un remedio homeopático, un producto en el que el principio activo está diluido hasta dosis infinitesimales, no hay ningún riesgo más allá de que te suba el azúcar. Porque Sedatif PC no tiene ni una molécula de principio activo; sólo azúcares. Y lo mismo pasa con otros productos de esa multinacional francesa”, y
- “La preparación de un producto homeopático empieza con un ingrediente que se disuelve en 99 partes de agua, alcohol o lactosa (1 CH o centesimal hahnemaniano, llamado así por el inventor de la homeopatía). Luego, se toma una parte de esa primera dilución y se mezcla con otras 99 del disolvente elegido (2 CH); seguidamente, se toma una parte de esa segunda dilución y se mezcla con otras 99 del disolvente (3 CH); y así, sucesivamente. Cada una de esas mezclas va seguida de una sacudida mágica y hay productos de venta en farmacias con diluciones de cientos de CH. A los homeópatas no les importa que, según las leyes de la química, por encima de los 12 CH ya no pueda haber ni una molécula de sustancia activa en un preparado.”
En español clásico, porque el blog es español, mi comentario en respuesta fue:
“Es contundente el planteamiento con una perspectiva química, pero falta un mayor acercamiento con una perspectiva física. Como fotógrafo estoy acostumbrado a trabajar con los efectos de algo que hasta hace un centenar de años no “existía”: la luz, que es invisible (no así lo que choca con ella). En el caso de la Homeopatía, en este blog están suponiendo que un producto como un veneno no produce un efecto físico sobre otro como el agua y menos que ese efecto sea perdurable, es decir que el agua “lo recuerde”. Sería ilógico que no se produzca un efecto al menos a nivel cuántico, o a nivel spin de electrones y otras partículas.
También sería ilógico pretender que el ser humano no tiene cómo percibir ese posible efecto de un producto sobre otro con un órgano de extrema sensibilidad como puede ser la lengua.
Es coherente que el agua tenga “memoria” y también resulta coherente que esas “sacudidas mágicas” mencionadas no sólo distribuyan efectivamente el “recuerdo” sino que además lo “depuren” limpiándolo de imprecisiones.
Este asunto de los “recuerdos” lo podemos comparar con la memoria artificial que se fundamenta en “recuerdos” de diversos materiales. Hasta hace unos pocos años todos habrían negado que la información de miles de libros se iba a poder almacenar en trocitos de cerámica o plástico con un invisible microchip como lo es hoy la Memory Stick Pro Duo de doble ranura, que sin duda utilizáis en vuestros teléfonos portátiles.
Pretendéis lo mismo con los productos homeopáticos, los que en definitiva resultan algo así como “agua donde hubo presencia de algo” —en concreto, pura y simple información—, y parece que esa información al cuerpo vivo le importa y, algunas veces además, le es útil.
En ciencias hay algo que hemos aprendido estos últimos miles de años: no se requiere de que algo sea entendido para que exista, y para entenderlo sólo se requiere de tiempo y mente abierta.”
Mi relación con la Homeopatía podría decir que es casi hereditaria. Aunque partió con mi padrastro, el Premio Nacional de Arte, Federico Heinlein, que sufría de unos horrorosos ataques de asma alérgica. Era aterrador verlo ahogado a morir, sin poder respirar, muchas veces casi desmayado contra su piano, hasta que le recomendaron un homeópata que fue a ver sin mucho convencimiento. Este “médico alternativo” resultó ser el doctor Antonio Morales del Piano —no es broma lo del piano—, que además era médico cirujano. Sus hijos médicos, también son homeópatas, uno ginecólogo y el segundo, tisiólogo. Después de un tratamiento de poco más de un año, Federico nunca volvió a tener en casi medio siglo, hasta su muerte por su avanzada edad, ni siquiera un principio de asma.
Consulté por primera vez al doctor Morales como a mis once años y desde entonces pasó a ser mi médico de cabecera con el que conversaba sobre mis auto-medicaciones que normalmente le parecieron interesantes y acertadas. Mi auto-tratamiento para una hepatitis muy intensa permitió que ésta durara un tercio de lo que pronosticaban otros médicos, los que debí ver porque Morales ya no hacía visitas a domicilio.
Poco antes de fallecer él, la última vez que lo ví, me obsequió un ejemplar de un libro editado por mi tatarabuelo, el abuelo de mi abuela materna, don Benito García Fernández, en 1855: “El Organon del Arte de Curar”.
Mi Tata entre otras cosas, fue además el presidente del Primer Directorio del Círculo Español en 1880 y autor de la “Revista Médica de Santiago” en 1857, pero lo más interesante es que era conocido popularmente como el “Médico de las Agüitas”, por las medicinas homeopáticas preparadas por él y con las que trataba gratuitamente a quién lo requería. Su importancia fue tal y no sé si hay pruebas históricas al respecto, que obligó que a su muerte fuera sepultado de noche, a escondidas, en el Cementerio General, para evitar “desórdenes y aglomeraciones”. “Cita Requerida” diría Wikipedia en este punto.
A su respecto dice el Médico Veterinario y Homeópata Veterinario argentino, Horacio De Medio:
“En Chile, entre 1851 y 1855, el médico español (de Castilla la Nueva), Benito García Fernández, introdujo la Homeopatía por medio de un tratado sobre la doctrina de Hahnemann. Adquirió renombre a través de la “Revista Médica de Santiago” y por cartas abiertas enviadas al periódico “El Ferrocarril”, donde hizo una encendida defensa del sistema terapéutico al que adhería. Entre sus pacientes famosos estuvo Francisco Antonio Pinto -ex-Presidente de la República-, a quien devolvió la salud cuando había sido desahuciado por otros profesionales. Su popularidad llegó a que se le reconociera como el médico de las agüitas, ya que administraba sus medicamentos diluidos en agua.
Como en muchos países, también en Chile ocurrió que, con el correr del tiempo, la práctica de la homeopatía fue perdiendo rigor profesional y cayó en manos de “sanadores” y curanderos. Personas sin ningún título habilitante ejercían la medicina “homeopática” e incluso propalaban supuestas panaceas terapéuticas, con claros visos sensacionalistas**.
Recién en la década del 40 comenzó a funcionar más o menos regularmente una Asociación Homeópata de Chile, que centró sus esfuerzos en organizar cursos de capacitación para médicos y estudiantes. ”
También resultan de interés los “Apuntes sobre la Historia de la Homeopatía en Chile durante los siglos XIX y XX” del Instituto de Medicina Homeopática Española.
Como mencionaba en el pie del título, uno de mis hijos presentó severos y consecutivos cuadros bronco pulmonares después de nacer, probablemente por contagio intrahospitalario, lo que obligó a continuos y más intensos tratamientos con los más fuertes antibióticos. Si seguíamos en esto, el pronóstico del niño era de temer. Me junté con el Pediatra y le indiqué que me parecía indispensable suspender los medicamentos e intentar, bajo su supervisión, una alternativa homeopática. El estaba consciente de que no era viable continuar por la línea de los antibióticos y accedió a intentarlo homeopáticamente mientras lo controlamos con radiografías casi diarias.
Nunca más una bronco-neumonía y menos una pulmonía y me queda la duda si alguna vez en estos treinta años ha vuelto a tomar antibióticos. Mi hija nunca, hasta una amigdalitis pasados sus veinte años.
Entiendo que parezca brujería realizada con “la mano del demonio”.
Maestroweb www.chicureo.com
Como bien dices, nunca más he tomado medicamentos “tradicionales”.
Adicionalmente, ¡muy interesante!
Súper interesante , la homeopatía nos ha ayudado mucho en esta vida
Tal vez el experimento que buscas es de Masaru Emoto, demostró que la energia de las personas es capaz de modificar el orden de las moleculas del agua.
Aunque no me refería a las demostraciones de Masaru Emoto, que no conocía, las encontré controvertidas, claro, pero súper interesantes y entretenidas. Gracias por tu comentario, Nico. Un saludo muy cordial.
Exelente, me sumo a los usuarios de Homeopatias..Medicinas Alternativas.
Me impresionó y emocionó este artículo en que se recuerda al homeópata Dr Antonio Morales Delpiano. Haberlo conocido como padre, amigo, colega y Guía espiritual fue un privilegio y un regalo de Dios. Su imagen nos acompaña todos los días en una comunión de alma.
Jorge Morales Barría
De niño, en mi primera consulta con el “doctor Morales del Piano”, en la casa del centro, creí que moría de miedo. Su seriedad resultaba aterradora, pero luego, cuando descubrí que no me estaba tratando como a un niño, sino como a un paciente, el miedo se transformó en confianza y simpatía, y con el tiempo, también en cariño. Como usted dice, “doctor Morales Barría”, conocerlo fue un gran privilegio. Muchas gracias por su comentario.