El hidrólogo de la U. de Concepción, José Luis Arumí, recuerda claramente el temporal de 1982: “Dejando de lado el tema de las protestas y el plebiscito, nuestra generación fue testigo del ‘mini’, la primera vez que se veía en directo cómo un auto caía a un río”, dice. Fue en el Mapocho. Ese año, en Santiago cayeron 623,4 mm de lluvia, casi la mitad sólo en junio. Ese y otros temporales de los años 80 y 90 fueron muestra del período húmedo que caracterizó las últimas décadas del siglo XX.
Pero después del 2002, el panorama cambió. Tras el superávit de ese año, en 2003 las precipitaciones no alcanzaron el nivel promedio y desde entonces sólo en 2005 volvió a haber un año lluvioso.
Según datos de la Dirección Meteorológica, desde que se tiene registro (1867), el período entre 2003 y 2013 ha sido la década más seca para la zona central, desde la Región de Coquimbo al Biobío. El año pasado se produjo el quinto año consecutivo con déficit de precipitaciones en la zona y, ni siquiera la anunciada llegada del fenómeno de El Niño -independiente de su intensidad- alcanzará para revertir la escasez hídrica que ha dejado el período.
Juan Quintana, jefe de Meteorología Agrícola en la Dirección Meteorológica, explica que entre 2003 y 2013 la cantidad de precipitaciones cayó 39,4% respecto al promedio normal (338,1 mm). “En 1967 y 1976 se produjo algo similar, que incluyó la sequía del ‘68 que afectó la zona central, pero el promedio no fue tanto como ahora”, dice.
El año 1968 fue el más seco de la historia, pero el déficit se recuperó en los años siguientes, lo que lo diferencia de la última década que, si bien, no tuvo un año extremo a ese nivel (2007 fue el más seco), sí tuvo muchos años consecutivos de baja precipitación. “Fue una seguidilla de períodos secos y para efectos hidrológicos, el impacto es mayor. En los últimos cinco años se han producido déficit pluviométricos sobre 30% a 50%, a diferencia de décadas pasadas que rápidamente se recuperaba”, indica el meteorólogo.
Eso ha provocado cerca de seis años de sequía, en los que la Región de Coquimbo ha sido una de las más afectadas. De acuerdo con Cristóbal Juliá, meteorólogo del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Aridas (Ceaza), se ha visto una disminución de más de 50% respecto de la cantidad de lluvia que la zona tenía hace 100 años. En ello influye el proceso de desertificación que experimenta la región, pero también “puede ser por el cambio climático global, por lo tanto la tendencia indica que va a seguir”, dice.
En la Región de Biobío, 2006 fue el último año lluvioso, dice Arumí, “a partir de entonces, la mayoría del período ha sido de escasez de lluvia”.
Según Reinaldo Ruiz, ex subsecretario de agricultura y nombrado por el gobierno como delegado presidencial para los recursos hídricos, el problema “se ha expandido a la zona centro sur, llegando incluso a la Región de Los Lagos, donde han aumentado las personas abastecidas con camiones aljibe”, asegura.
Para gran parte de la zona central, las lluvias anunciadas para el invierno no solucionarán el problema. El pronóstico, hasta ahora, prevé un Niño débil, que podría tener efectos tardíos en la precipitación (llegaría a mitad o fin del invierno) y, sobre todo, en sectores cordilleranos. Con todo, calcula Juliá, se requieren al menos cinco años de precipitación normal anual para recuperarse del déficit, o tres años extremadamente lluviosos.
MULTIFACTORIAL
Tener décadas más secas o lluviosas no es nuevo. En estos períodos influye tanto la variabilidad interanual -que causa la aparición de El Niño o La Niña- y otros modos de circulación atmosférica, que hacen que el país tenga 10 o más años donde una de las condiciones se hace más presente. “En general, los años con déficit pluviométrico se asocian a condiciones frías en el Pacífico central (años de La Niña), una condición variable y de origen mayormente natural. En los últimos años el Pacífico ha estado en condición neutra, con fenómenos de El Niño y La Niña de muy baja intensidad”, explica René Garreaud, climatólogo de la U. de Chile y subdirector del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2).
También han influido la llamada Oscilación Decadal del Pacífico (variación del clima del océano que alterna fases de calentamiento y enfriamiento cada 10 a 30 años) y la Oscilación Antártica (que influye en las precipitaciones hacia el sur), dice Garreaud, aunque aún no es posible descartar la influencia de efectos antropogénicos. “La idea es sugerente, pues el cambio climático en Chile nos lleva a una condición más seca”, asegura.
El argentino Vicente Barros, copresidente del Grupo de Trabajo II del Panel Intergubernamental de la ONU sobre Cambio Climático (IPCC) -que estuvo esta semana en Chile presentando los resultados del grupo-, dice que, por ahora, es difícil saber cuánto es culpa del cambio climático, pues es algo que recién se está estudiando. El experto indica que desde al menos 150 años se observa una disminución de las precipitaciones en Chile, en lo que también han influido cambios naturales.
“La reducción de la precipitación ha sido importante. Ahora tenemos una década muy seca, pero eso no quiere decir que necesariamente la próxima va a ser aún más seca, porque puede ser que se recupere. Pero la tendencia es hacia la baja y ese el mayor problema que enfrenta Chile con el cambio climático: el manejo del agua, porque es un proceso que difícilmente se puede revertir”, dice.
EL FUTURO
“Aunque este año podríamos tener precipitaciones más abundantes, estamos seguros de que una seguía extensa como esta volverá a ocurrir en las próximas décadas, pues se superpone el efecto natural con la tendencia asociada al cambio climático”, explica Garreaud.
Eso, porque la mayoría de las proyecciones para Chile -basadas en modelos computacionales- indican que las precipitaciones disminuirán en la zona central. Según un informe preparado para el Ministerio de Agricultura por Agrimed de la U. de Chile, en 2050 la disminución de precipitaciones en la zona central llegaría a 18%. Un estudio anterior del departamento de Geofísica de la misma universidad también estableció que en el siglo XXI habrá una tendencia hacia un clima más seco y cálido en Chile centro y sur, que puede interpretarse como un corrimiento hacia el sur de la zona semárida, dice el climatólogo.
“Una disminución sobre el 20% del actual régimen de lluvias puede ser muy dramático en un escenario en que, además, sube el uso del agua y aumenta la evaporación por el efecto térmico”, explica.
Hoy ya se registran 10 días menos de lluvia que hace 100 años, “pero más persistentes: mucha agua en muy poco tiempo”, agrega Ruiz. El tema es cómo no perder esa agua.
LA ESTRATEGIA ESTATAL
A pesar de que los períodos de sequía ya aparecieron en el pasado, el impacto que ha causado el déficit de la última década son muestra de que aún no estamos preparados para enfrentar el problema. No existe la infraestructura necesaria para acumular agua y los planes de manejo de las reservas del elemento no han considerado la variabilidad.
Como delegado presidencial para la sequía, Reinaldo Ruiz es quien debe entregar una propuesta para enfrentar el tema antes de junio. Su plan no sólo debe resolver la emergencia, sino diseñar medidas a largo plazo. Según Ruiz, están considerando implementar pequeñas plantas desaladoras en la costa, algunas de ellas móviles, que funcionan con costos operacionales bajos y pueden satisfacer entre 100 y 150 familias.
A nivel piloto, están operando sistemas de captación de aguas lluvias, y junto al Ministerio de Obras Públicas construirán pequeños embalses -además de los grandes prioritarios- y también realizan un levantamiento de los ya existentes y mal usados o abandonados.
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