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“…Sería un grave error descartar este instrumento de política pública de bajo costo, basándose en resultados hipotéticos de modelos poco confiables…”.
Marcial Echenique Universidad de Cambridge
El estudio de tarificación vial encargado por el Ministerio de Transportes (publicado el pasado 17 de febrero) concluye que los santiaguinos que usan autos para llegar al área llamada “Sanhattan” son prácticamente insensibles al cobro de una tarifa para entrar en dicha zona. Tanto es así que, de acuerdo al estudio, si se dobla el costo de acceder a la zona tarificada, menos de 5 automovilistas de cada 100 dejarían el auto en su casa.
La Subsecretaría de Transportes, por lo tanto, descarta la posibilidad de introducir la tarificación en el próximo gobierno, y los expertos -De Grange y Villaseca- concuerdan, ya que el resultado del estudio era, según ellos, previsible.
¿Es razonable esta conclusión? Ciertamente que no. El resultado del estudio no se basa en una evidencia empírica que lo avale, sino en el resultado de una simulación a través de modelos de computación que poco tienen que ver con el comportamiento real de las personas. Estos modelos desarrollados por la SECTRA son reconocidamente insensibles a los costos monetarios y por lo tanto no son adecuados para este tipo de análisis.
La evidencia internacional y de ciudades de más ingreso per cápita que Santiago demuestra que, después de la introducción de la tarificación vial, un número superior en tres veces al que se vaticina para Santiago (al menos 15 de cada 100 automovilistas) se cambia de medio de transporte o de hora de viaje para evitar el cobro. Con este cambio, la congestión disminuye significativamente y la capacidad vial aumenta, arrojando grandes beneficios.
¿Somos los santiaguinos tan diferentes del resto del mundo? Evidentemente que no. El mismo De Grange, quien es coautor de un estudio sobre sensibilidad a la tarifa de autopistas (“Estimates of price elasticity of demand for urban freeway using high-frequency data: the case of Santiago, Chile”), demuestra -con datos reales resultantes de un cambio de tarifas en las autopistas de Santiago- que un aumento de la tarifa del 100% de la Costanera Norte baja en un 16% su uso; es decir, 16 de cada 100 automovilistas.
Aunque no es totalmente aplicable al caso de tarificación vial, este resultado empírico corresponde a la experiencia internacional y, además, el grupo socioeconómico del automovilista que usa Costanera Norte es del mismo tipo que del que llega a “Sanhattan” en auto.
En el mismo trabajo se demuestra empíricamente que los automovilistas de la Autopista Central son aún más sensitivos con una baja del 47%, si se dobla la tarifa. Esto es también concordante con la experiencia internacional que demuestra que los grupos de ingreso medio son más sensibles a los costos que los de alto ingreso.
Lo único curioso del artículo citado es que los usuarios de Américo Vespucio Norte y Sur son poco sensibles al aumento de tarifa. Esto puede ser el resultado de que estas autopistas son relativamente poco utilizadas y aquellos que las usan son para viajes interurbanos y de negocio, que tienen otra sensibilidad a la tarifa.
Las políticas de tarificación vial en zonas altamente congestionadas, como lo expliqué en una columna anterior (“El Mercurio”, 17 octubre 2013: “¿Será hora de introducir la tarificación vial en Santiago? “), han dado muy buenos resultados en otras ciudades del mundo y han permitido un aumento de la capacidad vial (al mejorar la velocidad) y promover el transporte público. Sería un grave error descartar este instrumento de política pública de bajo costo, basándose en resultados hipotéticos de modelos poco confiables.
Es comprensible que tanto a los consultores como a los funcionarios de gobierno involucrados en este tipo de actividad les cueste aceptar que sus herramientas de trabajo son deficientes, ya que estas son las que les dan el sustento para ganarse la vida. Si no hay acuerdo sobre la sensibilidad del automovilista al costo monetario, se puede hacer un experimento de bajo costo, tal como lo sugerí en la columna anteriormente citada: introducir la tarificación con pórticos temporales por un período acotado y así verificar empíricamente si los automovilistas tienen sensibilidad a la tarifa y, por lo tanto, si se alcanzan o no los beneficios esperados. Un experimento similar se hizo en Estocolmo y los ciudadanos votaron positivamente en un referéndum la introducción definitiva de la tarificación vial, una vez que se verificaron los beneficios en la práctica.
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