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FOTOGRAFÍAS , SERGIO GAJARDO
En poco más de dos décadas el paisaje de campo que originalmente atrajo a muchas familias santiaguinas que se fueron a vivir a Chicureo ha cambiado. Hoy son los loteos, parcelas y condominios los que dominan la panorámica. Y es que para muchos la posibilidad de formar una familia numerosa, viviendo en una casa más grande y en contacto con la naturaleza resulta atractiva.
El crecimiento trajo consigo una mejor oferta de servicios, colegios y accesos. “Estar en 15 minutos en Vitacura era impensado y con la radial nororiente es una ventaja”, dicen sus vecinos, sobre todo considerando que la mayoría se traslada todos los días a Santiago por trabajo. Atrás quedaron los tiempos en que para ponerle bencina al auto había que ir a Colina e incluso pagar peaje cuando la bomba estaba en el camino General San Martín. Lo mismo si se necesitaba un cajero automático. Ni pensar en ir a vitrinear; no había dónde. Ahora los centros comerciales están por todos lados. Y aunque los tacos son pan de cada día, no son comparables a los de Santiago, aseguran.
Con modernidad y todo, igual se vive más pausado. A algunas mujeres les queda tiempo para el café con las amigas a media mañana, integrar un taller de telar o tomar clases de yoga, mientras los hombres se juntan en torno al fútbol, el golf o los deportes náuticos en la laguna. Los fines de semana nadie se complica recibiendo visitas, son infaltables las comidas en familia, las reuniones con amigos, los asados en las casas o los almuerzo en el restaurante El Establo, epicentro de la vida social chicureana.
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