Durante
enero estuvimos algunos días en la ciudad de Mendoza, Argentina, ciudad
que una mayoría de los habitantes de Chicureo seguramente conoce.
Mendoza tiene algunas carcaterísticas que no dejan de sernos un ejemplo. Tiene un clima más seco que nosotros, en promedio llueven 250 mm. anuales contra los 350 mm. nuestros, y se encuentra insertada en una geografía cuasi desértica, a pesar de lo cual gran parte de su belleza se debe a los grandes árboles en todas sus calles y a lo amplio de sus avenidas y veredas.
Hemos
tenido, recientemente, una discusión a través del diario El
Mercurio sobre lo innecesario e injustificado del ancho de la Avenida del
Valle, por lo que finalmente fue reducida en un tercio, por lo injusto que
resulta el problema de las expropiaciones que no siempre se ejecutan. En
el caso mendocino, la ciudad fue reconstruida luego de un terremoto en 1891
y con extraordinaria visión se dejaron los espacios suficientes como
para que la ciudad siguiera funcionando a la perfección todo un siglo
después. Si la ciudad no hubiera sido destruida como lo fue, hoy habrían
tenido que hacerlo, lentamente y con el costo que ello significa, para haberla
acomodado a las necesidades urbanas actuales, como lo vemos en Santiago.
Por otro lado, Mendoza se ha consolidado con sus árboles, a pesar de problemas de abastecimiento de agua en varios períodos de su historia. Esto ha sido gracias a la conservación de su red de acequias en todas las calles del centro de la ciudad, muchas veces cubiertas, o enrejadas, sino simplemente a tajo abierto.
Mendoza es una clara demostración de la importancia de conservar los espacios y las acequias y canales.
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