En el rito de la unción, el clímax en las coronaciones de Reino Unido, una mano divina señala al nuevo rey y lo elige entre los demás. Con óleo de aceitunas del Monte de los Olivos de Jerusalén se le marca, en una escena oculta a los ojos de los plebeyos. Carlos III pasó por ese ceremonial el pasado 6 de mayo, pero que no engañe el boato: sigue siendo tan humano como sus súbditos y se expone a todos sus riesgos y padeceres.