Cada verano, la remota isla italiana de Alicudi atrae a unos pocos turistas que buscan escapar de las trabas de la modernidad. En este saliente volcánico de tres kilómetros cuadrados no hay automóviles, ni siquiera carreteras, aunque los senderos se pueden recorrer en burro. Y aunque ya hay cobertura de telefonía móvil en la mayoría de los lugares, muchas casas carecen de electricidad y agua.