Nadie creyó en su talento. Hija de quien fuera presidente de la cadena NBC y de una actriz británica que llegó a trabajar con Hitchcock, cuando la pequeña Susan compartió el deseo de triunfar en las tablas recitando Shakespeare sus padres la desalentaron. “No, cariño, te van a comer viva”, le espetó su madre, preocupada a su vez porque su estatura (supera el 1,80m) y su belleza “plana” fueran un obstáculo insalvable. “Pensé, ‘Si ni siquiera tu madre piensa que eres guapa… nadie más lo hará”
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