En nombre de la libertad se han dicho (y hecho) barbaridades. La última, la de Luis Rubiales. En la comparecencia en la que supuestamente iba a dimitir, el todavía presidente de la RFEF se colocaba como la víctima de la historia: se presentaba como objeto de una cacería y como adalid de una parte de la sociedad que con el feminismo ve sus libertades reducidas.