Durante años, yo fui una de esas mujeres. Nada más entrar por la puerta, ya estaba peleándome con los ganchos o estirando de la tela. Llevaba la talla adecuada de sujetador, pero cada vez me apetecía más quitármelo. Cuando salía a tomar algo con los compañeros después del trabajo, me escapaba al baño y metía el sujetador en el bolso, incapaz de esperar a llegar a casa. Reivindicaba mi propio ‘Free The Nipple’ en solitario.
Todos sabemos lo que pasó después: el teletrabajo de la pandemia nos recordó a muchas el gusto de vivir sin sujetador.
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‘ Marcar pezones en el trabajo no debería ser un problema | Vogue España