
Sinclair plantea que la velocidad con la que crecen nuestras uñas no es simplemente una curiosidad estética, sino un indicador biológico más profundo. Según su análisis, la capacidad de nuestro cuerpo para generar nuevas células disminuye con la edad y este proceso se manifiesta tangiblemente en la velocidad del crecimiento de las uñas. Cuantas más células nuevas sea capaz de producir el cuerpo, más saludable se consideraría el organismo, y por lo tanto, más lenta sería la percepción del envejecimiento.