En las áridas colinas de Lima, lejos del centro, se impone la realidad del desierto. Aquí se hacinan miles de personas para quienes el agua corriente es un sueño: ellos la reciben una vez por semana en camiones cisterna. «Tenemos dolores de estómago, migrañas. Hay larvas en el fondo del tanque», dice con decepción Catalina Ñaupa, una vecina de 59 años del barrio popular de San Juan de Miraflores, en el sur de Lima. La capital peruana, con más de 10 millones de habitantes, es la segunda mayor ciudad del mundo…