Lo primero que hay que saber sobre la campaña de Kamala Harris para la fiscalía general de California es que no era necesariamente la favorita para ganar. Era 2010 —la cúspide del poder del Tea Party— y Harris se presentaba por primera vez a unas elecciones estatales y se esforzaba por desprenderse de la misma etiqueta de liberal de San Francisco que Donald Trump ahora vuelve a esgrimir como epíteto. Harris, quien entonces tenía 45 años, ya era considerada una estrella emergente en el Partido Demócrata.