Decir “no” cuando queremos decir “no” es un arte que se entrena. A muchas personas les cuesta responder de esta manera tan coherente porque se culpan por no haber dicho “sí”, porque se sienten mal por no haber colaborado en algo, porque no calibran bien sus propios límites y se sobrecargan o, sencillamente, porque sus deseos nunca son una prioridad.