Seguro que te pasó: compraste algo -supongamos un autito usado- y te sentís alegre. Pero enseguida llega un vecino, un conocido o un cuñado, mira el coche de arriba abajo y te pregunta: «Che, ¿y cuánto te lo cobraron?«. El interlocutor espera a que tirés una cifra e indefectiblemente remata: «Uh, te afanaron. Me hubieras avisado a mí. Te conseguía uno por la mitad de ese precio».
Abunda esa clase de soretes en Mendoza. Ostentan su supuesta viveza a través de comentarios «buena onda» que son, en realidad, mecanismos para sentirse superiores.
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‘ Para un mendocino no hay nadie más boludo que otro mendocino