Si bien Chile es
un país lejano a la guerra, el pesimismo y la tensión
por las comunicaciones que informan a cada instante sobre los sucesos de violencia
y ataques que se están realizando en Bagdad, hace que la gente sienta
que este conflicto sea mucho más global y, por ende, más
cercano, con un grado de involucramiento mayor.
A diferencia de 1991, la actual posición de Chile en el Consejo de
Seguridad de la ONU y la mayor cantidad de personas que cuentan con acceso
a la televisión y a Internet, son factores que generan incertidumbre.
Si ésta es prolongada puede ser una amenaza para una nomal actividad
cotidiana.
El equilibrio de nuestros sistemas biológico y emocional son esenciales
para este normal funcionamiento. Frente a cualquier amenaza, el organismo expresa
algunos síntomas. La incertidumbre influye en el estado de ánimo,
porque representa una amenaza por sí sola.
Todo cambio en la situación ambiental genera tensión colectiva
y las personas pierden concentración, presentan síntomas como
dolores de cabeza, de estómago, insomnio, mal dormir, falta de apetito
y baja del deseo sexual.
La cercanía con los hechos, que muestran los medios de comunicación,
provoca un síntoma llamado Anticipación Ansiosa, que significa
percibir el presente y el futuro al mismo tiempo. Eso se expresa con síntomas
afectivos, que nos hacen más vulnerables, expresando niveles crecientes
de angustia, estrés y ansiedad.
Según el doctor Alejandro Koppmann, psiquiatra del Hospital Clínico
Universidad de Chile, “La intensidad ante la exposición de eventos
violentos de modo directo o virtual y su experiencia repetitiva a las imágenes
de televisión, sí puede provocar algunos trastornos que hagan
a la persona dejar sus labores cotidianas”.
Las alteraciones son inconscientes, difíciles de controlar. Cuando
la exposición a la situación se prolonga puede terminar en una
manifestación patológica. “Afecta a la esfera sicosomática,
es decir, tiene un origen psicológico y una manifestación física.
Provoca trastornos en el sistema grastrointestinal. Las personas se tornan
más vulnerables a contraer enfermedades principalmente infecciosas,
crisis de asma, taquicardia, alergias, entre otras”, explica el especialista.
A largo plazo estas alteraciones afectan a las personas que
han enfrentado experiencias muy fuertes, protagonistas directos en situaciones
como secuestros
o catástrofes y que presentan alguna sintomatología e incluso
una mayor incidencia de infartos hasta cinco o diez años después
del evento.
En tiempos de conflicto, es importante atender estos síntomas
y buscar ayuda profesional oportunamente.