Viernes, 1 Agosto, 2003 19:31
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Algunas cartas envíadas al Director de El Mercurio sobre el tema de la Ley de Matrimonio Civil. |
Matrimonio y divorcio Señor Director: Frente a quienes plantean que si se exige libertad para divorciarse, se debe tener la libertad para optar por un matrimonio sin disolución de vínculo, no sólo están los lúcidos argumentos de la columna de Lucas Sierra, sino también los de la carta enviada por el señor Cristián Gardeweg O. Resulta mucho más virtuoso para quienes desean un matrimonio indisoluble mantenerse casados por convicción, a pesar de tener la opción de divorciarse, que mantenerse casados sólo porque no tienen alternativa. ÁLVARO FISCHER ABELIUK Un católico y la ley de divorcio2 de Agosto de 2003 Señor Director: El señor Ignacio Walker, en su columna del pasado 31 de julio, expresó: "Los parlamentarios católicos y democratacristianos que hemos impulsado esta nueva ley (que llama de Matrimonio Civil), con parlamentarios de otros partidos, creyentes y no creyentes, pero especialmente en nuestro caso"... ¿Puede un parlamentario católico o
creyente cristiano contribuir con su voto a la dictación de normas
que permitan la disolución del Un católico cristiano debe reconocer en Cristo a Dios y aceptar que por Él "fueron hechas todas las cosas y que sin Él no se ha hecho nada de cuanto existe". Sabemos que Cristo confirmó la voluntad divina develada en el Génesis sobre la unidad matrimonial, explicitando su mandamiento que "No divida el hombre lo que Dios ha unido". Éste es el querer del Creador de la naturaleza, privilegiadamente de la humana, hecha a su imagen y semejanza. Si alguien que se declara católico o creyente cristiano contribuye a la dictación de una norma de disolución del vínculo matrimonial, estaría oponiéndose frontalmente a Dios, excluyéndose de la comunidad de la Gracia, o bien, dejaría al descubierto que carece de fe en la divinidad de Cristo, de quien se confiesa discípulo, y se sentiría con derecho a enmendarle la plana y atribuirse la potestad de fijar por sí mismo el bien o el mal, debilidad que aparece en las primeras líneas del citado Génesis. El señor Walker debiera pronunciarse sobre esta trascendental cuestión. SERGIO RILLÓN ¿Divorcio y aborto?2 de Agosto de 2003 Señor Director: Sorprende que algunos al hablar de divorcio tiendan a asociarlo siempre con el aborto. Toman estos dos temas juntos para darle un carácter de atrocidad al primero en función del segundo, como si fueran temas que debieran tratarse juntos, siendo que son incomparables en su esencia. La ley de matrimonio civil, actualmente en discusión, a mi juicio no atenta contra la familia, sino que da la oportunidad a los que fallaron de seguir teniendo una diferente a la "normal", pero no por eso peor. Creo que para los que estamos por un matrimonio para toda la vida, nos abre la oportunidad de demostrarnos a nosotros mismos, nuestra fortaleza frente a nuestros valores sin hacer leña del árbol caído. JUAN CARLOS CAMPINO RISOPATRÓNArquitecto Mal argumento 4 de Agosto de 2003 Señor Director: El día 31 de julio, el señor Cristián Gardeweg dice que, como católicos y, por tanto, como personas deseosas de tener un matrimonio para toda la vida, lo más conveniente es contar con la posibilidad de divorcio, tal que podamos mantenernos unidos por convicción y no atados por una ley, de algún modo extrínseca al compromiso matrimonial. Sorprendentemente, el sábado he leído las cartas de los señores Álvaro Fisher y Juan Carlos Campino en apoyo a las ideas del señor Gardeweg, aduciendo que así se nos abre la oportunidad de demostrarnos a nosotros mismos la fortaleza de nuestros valores. Siguiendo con su razonamiento, ¿por qué no nos ponemos en campaña los católicos para que se legalicen el aborto, la eutanasia, las uniones entre homosexuales, etcétera? Así nuestras convicciones y valores serán más auténticos, y, en definitiva, nuestra conducta será más virtuosa, como dice el señor Fisher, por tener abierta la alternativa de no seguirla. JULIO HA-LEVÍ Liberales y divorcio11 de Agosto de 2003 Señor Director: Compleja tarea es para pensadores liberales, que apoyan la tesis de que los matrimonios chilenos deben poder ejercer la opción de divorcio, impugnar la tesis de corte "liberal" en lo político y doctrinal, por razones de bien común, que da la Iglesia Católica para reclamar también el legítimo derecho que tienen aquellos chilenos que quieran ejercer la opción de matrimonio civil sin disolución de vínculo. Me imagino que esa dificultad se le ha hecho presente a mi buen amigo Álvaro Fischer, quien esta vez se despoja de su ropaje liberal para negar ese derecho so pretexto de que "no corresponde crear esa figura especial", "cuando esas personas pueden ejercer todos los días la opción que consideran correcta de permanecer casadas", y luego añade que "tienen además la opción de un matrimonio indisoluble, casándose por la Iglesia Católica". Sorprendente postura de un liberal porque aquí no está en discusión la unión religiosa que tanto preocupa y que es definición para toda la vida. Lo que se quiere negar y que ellos debieran defender en base a sus propios principios es el derecho a que una pareja decida por mutuo consentimiento que el vínculo jurídico sea indisoluble, cuando se tiene la convicción sobre los perniciosos efectos del divorcio sobre la protección familiar y que obviamente se dan en un plano estrictamente legal. CARLOS WILLIAMSON BENAPRÉS
Señor Director: Carlos Williamson se sorprende porque los pensadores liberales, entre quienes amistosamente me incluye, apoyen la opción del divorcio y no la existencia de una opción de matrimonio sin disolución de vínculo, pues ello resulta - dice él- contradictorio. Tener libertad para elegir entre múltiples opciones es normalmente deseable, pero tener la opción de no tener opción, que es lo que él propone, lleva a paradojas y contradicciones. Es como la frase "esta proposición es falsa", que si se analiza con cuidado, se concluye que si es verdadera, entonces es falsa, y si es falsa, entonces es verdadera. Es lo que los lógicos llaman indecidible. Por eso que el punto no está ahí. Lo que resulta sorprendente es recurrir al argumento liberal, como propone Carlos Williamson, para apoyar la opción de un matrimonio indisoluble. Con todo respeto, ese argumento no parece muy liberal. En efecto, pareciera que no basta casarse de manera indisoluble por la Iglesia Católica, ni que tampoco basta no ejercer la opción de divorcio del matrimonio civil, sino que se debe crear una opción para no tener esa opción. Pareciera que, más que aumentar las opciones, lo que se busca es no permitir que existan, por lo que más que liberal parece encadenante, y revela poca confianza en quienes manifiestan su convicción moral y religiosa en el matrimonio para toda la vida. ÁLVARO FISCHER ABELIUKMatrimonio y divorcio 15 de Agosto de 2003 Señor Director: Álvaro Fisher insiste en situar la discusión sobre el matrimonio civil indisoluble en un plano en el cual esa opción en nuestro orden jurídico supondría para los contrayentes autoimponerse una restricción "encadenante", revelando en ellos la poca confianza en sus convicciones religiosas o morales. Le resulta sorprendente que recurra a un argumento liberal para demandar el derecho a que cualquier pareja que se declara amor para toda la vida pueda ejercer la opción de la no opción; es decir, renunciar al divorcio como una manifestación de la libertad humana para donarse al otro sin reparos o condicionamientos de ninguna índole. En primer término, se equivoca al sostener que la opción de la no opción sea un camino clausurado o encadenante. La renuncia al divorcio mantiene abierta la opción de la separación unilateral. La única diferencia es que quien escoge el vínculo indisoluble no puede volver a casarse legalmente y, de tener otra pareja, se vería forzado a convivir, con todos los costos sociales que ello significa. Pero esta elección es perfectamente coherente con un comportamiento racional y maximizador. Quienes renuncian al divorcio están aceptando reglas más exigentes, lo que a su vez es una señal del mayor valor para ellos del matrimonio civil. Ellos adquieren un compromiso irrenunciable que les depara mayores beneficios futuros, porque asumen que la opción de divorcio, si bien no obliga a la separación, conlleva potenciales costos sociales y familiares que compensan la renuncia a exigir eventuales modificaciones al contrato matrimonial. Es, por lo demás, el fundamento aplicable a tantos contratos de naturaleza irrevocable. En consecuencia, hay de por medio una decisión libre y consciente que ni siquiera somete a quien opta, y el impedimento legal a ejercerla debiera violentar a un defensor de la libertad. En todo caso, el tema de la libertad nos lleva aquí seguramente a una discrepancia de fondo. En el matrimonio se da un imperativo especial y categórico del obrar bien, de un ejercicio virtuoso de la libertad, porque se refiere a una institución clave para la vida de la sociedad que merece ser defendida en sus bases, no sólo por creencias religiosas o cálculos económicos, sino con apego a la propia naturaleza de esa unión. Quienes creen posible una sociedad sana con plena libertad para ejercer el divorcio tienen todo el derecho a defender esa tesis. Lo que no es comprensible es que en esa misma sociedad quienes tienen la convicción de que el divorcio importa un mal mayor, una mala elección, no tengan espacio a exigir que se respete el derecho a la indisolubilidad. CARLOS WILLIAMSON BENAPRÉS |
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