Hace
tiempo que existen rumores sobre una probable partida del padre Carlos de
Colina. Y a pesar de que aún no existe nada concreto y ni siquiera
él sabe hasta cuándo estará aquí, la posibilidad
de cambio está siempre latente. Debido a esto, quisimos acercarnos
a él y conocer un poco más sobre su vida, sus gustos y su
experiencia en nuestra comuna.
Hijo de María
Díaz y Carlos Gutiérrez, el próximo 26 de marzo cumplirá
47 años.
Llegó
a Colina el 10 de marzo de 1991, una semana después de que Patricio
Aylwin asumiera como presidente de la República. Con un carácter
franco y fuerte, logró ganarse el cariño de la gran mayoría
de los católicos del sector.
Criado en
una familia profundamente católica, tenía un tío
abuelo sacerdote y una tía de su madre que era religiosa de clausura.
Cuenta que durante su infancia veía como los adultos rezaban el
rosario de rodillas (costumbre que ya no se estila). Y en ese entonces,
ya le causaba preocupación que algunos miembros de la familia no
tuvieran esa costumbre.
Todos eran
de misa dominical y esa fue una actividad que él aceptaba con agrado:
"Siempre
me gustó ir a misa, nunca pude faltar, ni siquiera en mi adolescencia.
Para mí la misa era una necesidad, me sentía gravemente
pecador si se me presentaba la tentación de no asistir, incluso
cuando estaba en la universidad tenía tantas exigencias que a
veces pensaba en no ir a misa para poder terminar de estudiar, pero
siempre preferí asistir y pensar que Dios me ayudaría".
Estudió
dos años de ingeniería comercial en la Universidad Católica
de Chile. Su vocación se había presentado antes de entrar
a estudiar, pero el sentimiento no era tan fuerte como para tomar la decisión,
entonces entró a la Universidad con el deseo de ser economista,
triunfar en la vida, no ser mediocre y ganar "buen billete",
incluso, quería estudiar un postgrado en el extranjero.
Pero una
vez dentro, su vocación fue acrecentándose y sintió
que era muy egoísta de su parte el buscar el triunfo personal,
la posición, el prestigio social y el bienestar económico
frente a la "urgente necesidad de anunciar el Evangelio".
¿Qué
lo motivó a tomar la decisión?
Mi
vocación fue muy especial, porque a mí no me respaldó
ningún sacerdote, yo no tuve un director espiritual, fue algo
que me nació muy solo. Incluso pasé un chasco cuando fui
al seminario, porque lo primero que me preguntaron fue ¿a ti
qué sacerdote te respalda?, ¿quién te ha ayudado?
y yo le dije: nadie. Pensé en esto, yendo a misa y leyendo algunos
libros, como por ejemplo "El Cristo" de Giovanni Papini, que
fue un detonante para mí.
Ahí
dije: o construyo la vida para mí o la construyo para el Señor
y preferí construirla para el Señor, que en el fondo es
mi felicidad.
Yo digo
que para eso me hizo Él, porque ser sacerdote ha sido mi motivo
de felicidad.
¿Cuál
fue la reacción de sus padres cuando les comunicó su decisión?
Mi
mamá estaba muy contenta, me apoyó y me pidió ser
un buen sacerdote. Mi papá se opuso al principio, pero ahora
está contento.
¿Por
qué eligió ser diocesano?
-Mi
vocación de diocesano fue casi fortuita. Un día venía
yo de universidad con mis compañeros, en la liebre "Los
Dominicos", cuando vi a un curita de sotana que estaba afuera de
la iglesia La Epifanía, entonces me bajé de la liebre
y le dije: mire, quiero ser sacerdote y la verdad es que estoy desorientado
porque fui a ver a algunas comunidades y no me gustaron. Fue ahí
cuando él me mostró el camino de los diocesanos. Entonces
fui al seminario y abracé la idea de ser sacerdote diocesano,
internamente sabía que son párrocos y que muchas veces
viven solos, como me ha tocado estar en Colina, pero me sentí
muy capaz de hacerlo, porque no le tengo miedo a la soledad, creo que
en ella se encuentra a Dios y mucho más fácil.
¿Nunca
se arrepintió de haber tomado esta decisión?
Nunca,
porque lo que potencia al sacerdocio es la vinculación nuestra
con el Señor, Él es quien motiva, en el sufrimiento, en
la rutina, la soledad, la frustración, en la impotencia de repente.
Él es nuestra fuerza, no hay otra explicación.
¿Cuál
fue su impresión cuando llegó a Colina?
Asumí
esta parroquia bastante solo y he visto como ha cambiado desde que la
conocí. Me pareció que esto se había detenido,
al encontrar tantas familias viviendo en casas de barro, antiguas, con
un pozo atrás, mucha gente a caballo, eso en Santiago no se veía,
aquí yo sentí que estábamos todavía a principios
de siglo, era otro tipo de vida, porque yo nunca había estado
en el campo.
¿Qué
es lo que más le atrae de Colina?
Hay
un momento de Colina que me fascina. Es en la primavera, cuando los
cerros que están pelados se convierten en cerros verdes, eso
lo veo espectacular, me encanta ver los cerros verdes, amarilleando
con los yuyos y con esos manchones anaranjados que son los espinos floridos.
Ese es el momento de Colina en que yo digo: es precioso. Me encanta
ver esa creación de Dios.
Por otra
parte, creo que aquí hay una reserva de fe, muchas de las fiestas
que tenemos en Colina en Santiago no existen, por ejemplo todas las
procesiones que hacemos.
¿Le
gustaría quedarse?
Las
personas somos distintas, hay personas que son sumamente querendonas
y se arraigan muchísimo a todas partes, yo creo que cuando estoy
en un sitio me doy por entero, pero cuando me voy, me voy por entero
también y no echo mucho de menos. Pienso en el lugar eso sí,
pero no acepto la posibilidad de estar sufriendo por eso. Estar llorando,
no. Un ratito se podrá sufrir, pero si Dios me lo pide, me lo
pide.
Por otra
parte, si uno está diciendo no me siento bien, por qué
me cambiaron, eso también es una falta de respeto contra la gente
donde uno va, es como no aceptarlos, no quererlos, uno no puede cometer
eso, porque es herir la gente, y si uno va una parte, tiene que llegar
con todo el corazón a quererlos a todos y servirlos a todos.
Eso es lo que he tratado de hacer en Colina.
¿Hay
algún personaje al que admire?
El
Papa, gran servidor de Dios, ha derramado su sangre sirviendo a Dios
y es un hombre con una fuerza interior y una convicción muy grande.
El Papa es el hombre menos libre que existe, es un hombre que conoció
el sufrimiento de chico, muy pobre, de gran carisma y muy espiritual.
También
al Padre Hurtado, él no es santo simplemente porque rezaba el
rosario todos los días, hacía misa muy piadoso o adoraba
el santísimo postrado en tierra en la noche, el Padre Hurtado
es santo porque con esa caridad que Dios le daba promovió el
sindicalismo, fundó la revista Mensaje, promovió el Hogar
de Cristo y denunció la injusticia que había en Chile.
Si
pudiera pedir un deseo ¿cuál sería?
Morirme
santo
¿Tiene
aún alguna meta por cumplir?
Ser
santo, eso me angustia, no otra.
Pese a que se aproxima su cumpleaños, no es común que esto
se difunda o se haga alguna celebración especial. Para la iglesia
católica, este es un período importante, porque se está
en Cuaresma, entonces lo usual es que se lo salude sólo para su
Santo.
Entrevista
y fotografías: Macarena Tarrasón
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