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Martes, 22 Enero, 2002 19:35
Conociendo al Párroco de Colina
Padre Carlos Gutiérrez

Mi mayor deseo es morirme santo.


Hace tiempo que existen rumores sobre una probable partida del padre Carlos de Colina. Y a pesar de que aún no existe nada concreto y ni siquiera él sabe hasta cuándo estará aquí, la posibilidad de cambio está siempre latente. Debido a esto, quisimos acercarnos a él y conocer un poco más sobre su vida, sus gustos y su experiencia en nuestra comuna.

Hijo de María Díaz y Carlos Gutiérrez, el próximo 26 de marzo cumplirá 47 años.

Llegó a Colina el 10 de marzo de 1991, una semana después de que Patricio Aylwin asumiera como presidente de la República. Con un carácter franco y fuerte, logró ganarse el cariño de la gran mayoría de los católicos del sector.

Criado en una familia profundamente católica, tenía un tío abuelo sacerdote y una tía de su madre que era religiosa de clausura. Cuenta que durante su infancia veía como los adultos rezaban el rosario de rodillas (costumbre que ya no se estila). Y en ese entonces, ya le causaba preocupación que algunos miembros de la familia no tuvieran esa costumbre.

Todos eran de misa dominical y esa fue una actividad que él aceptaba con agrado:

—"Siempre me gustó ir a misa, nunca pude faltar, ni siquiera en mi adolescencia. Para mí la misa era una necesidad, me sentía gravemente pecador si se me presentaba la tentación de no asistir, incluso cuando estaba en la universidad tenía tantas exigencias que a veces pensaba en no ir a misa para poder terminar de estudiar, pero siempre preferí asistir y pensar que Dios me ayudaría".

Estudió dos años de ingeniería comercial en la Universidad Católica de Chile. Su vocación se había presentado antes de entrar a estudiar, pero el sentimiento no era tan fuerte como para tomar la decisión, entonces entró a la Universidad con el deseo de ser economista, triunfar en la vida, no ser mediocre y ganar "buen billete", incluso, quería estudiar un postgrado en el extranjero.

Pero una vez dentro, su vocación fue acrecentándose y sintió que era muy egoísta de su parte el buscar el triunfo personal, la posición, el prestigio social y el bienestar económico frente a la "urgente necesidad de anunciar el Evangelio".

—¿Qué lo motivó a tomar la decisión?

—Mi vocación fue muy especial, porque a mí no me respaldó ningún sacerdote, yo no tuve un director espiritual, fue algo que me nació muy solo. Incluso pasé un chasco cuando fui al seminario, porque lo primero que me preguntaron fue ¿a ti qué sacerdote te respalda?, ¿quién te ha ayudado? y yo le dije: nadie. Pensé en esto, yendo a misa y leyendo algunos libros, como por ejemplo "El Cristo" de Giovanni Papini, que fue un detonante para mí.

Ahí dije: o construyo la vida para mí o la construyo para el Señor y preferí construirla para el Señor, que en el fondo es mi felicidad.

Yo digo que para eso me hizo Él, porque ser sacerdote ha sido mi motivo de felicidad.

—¿Cuál fue la reacción de sus padres cuando les comunicó su decisión?

—Mi mamá estaba muy contenta, me apoyó y me pidió ser un buen sacerdote. Mi papá se opuso al principio, pero ahora está contento.

—¿Por qué eligió ser diocesano?

-—Mi vocación de diocesano fue casi fortuita. Un día venía yo de universidad con mis compañeros, en la liebre "Los Dominicos", cuando vi a un curita de sotana que estaba afuera de la iglesia La Epifanía, entonces me bajé de la liebre y le dije: mire, quiero ser sacerdote y la verdad es que estoy desorientado porque fui a ver a algunas comunidades y no me gustaron. Fue ahí cuando él me mostró el camino de los diocesanos. Entonces fui al seminario y abracé la idea de ser sacerdote diocesano, internamente sabía que son párrocos y que muchas veces viven solos, como me ha tocado estar en Colina, pero me sentí muy capaz de hacerlo, porque no le tengo miedo a la soledad, creo que en ella se encuentra a Dios y mucho más fácil.

—¿Nunca se arrepintió de haber tomado esta decisión?

—Nunca, porque lo que potencia al sacerdocio es la vinculación nuestra con el Señor, Él es quien motiva, en el sufrimiento, en la rutina, la soledad, la frustración, en la impotencia de repente. Él es nuestra fuerza, no hay otra explicación.

—¿Cuál fue su impresión cuando llegó a Colina?

—Asumí esta parroquia bastante solo y he visto como ha cambiado desde que la conocí. Me pareció que esto se había detenido, al encontrar tantas familias viviendo en casas de barro, antiguas, con un pozo atrás, mucha gente a caballo, eso en Santiago no se veía, aquí yo sentí que estábamos todavía a principios de siglo, era otro tipo de vida, porque yo nunca había estado en el campo.

—¿Qué es lo que más le atrae de Colina?

—Hay un momento de Colina que me fascina. Es en la primavera, cuando los cerros que están pelados se convierten en cerros verdes, eso lo veo espectacular, me encanta ver los cerros verdes, amarilleando con los yuyos y con esos manchones anaranjados que son los espinos floridos. Ese es el momento de Colina en que yo digo: es precioso. Me encanta ver esa creación de Dios.

Por otra parte, creo que aquí hay una reserva de fe, muchas de las fiestas que tenemos en Colina en Santiago no existen, por ejemplo todas las procesiones que hacemos.

—¿Le gustaría quedarse?

—Las personas somos distintas, hay personas que son sumamente querendonas y se arraigan muchísimo a todas partes, yo creo que cuando estoy en un sitio me doy por entero, pero cuando me voy, me voy por entero también y no echo mucho de menos. Pienso en el lugar eso sí, pero no acepto la posibilidad de estar sufriendo por eso. Estar llorando, no. Un ratito se podrá sufrir, pero si Dios me lo pide, me lo pide.

Por otra parte, si uno está diciendo no me siento bien, por qué me cambiaron, eso también es una falta de respeto contra la gente donde uno va, es como no aceptarlos, no quererlos, uno no puede cometer eso, porque es herir la gente, y si uno va una parte, tiene que llegar con todo el corazón a quererlos a todos y servirlos a todos. Eso es lo que he tratado de hacer en Colina.

—¿Hay algún personaje al que admire?

—El Papa, gran servidor de Dios, ha derramado su sangre sirviendo a Dios y es un hombre con una fuerza interior y una convicción muy grande. El Papa es el hombre menos libre que existe, es un hombre que conoció el sufrimiento de chico, muy pobre, de gran carisma y muy espiritual.

También al Padre Hurtado, él no es santo simplemente porque rezaba el rosario todos los días, hacía misa muy piadoso o adoraba el santísimo postrado en tierra en la noche, el Padre Hurtado es santo porque con esa caridad que Dios le daba promovió el sindicalismo, fundó la revista Mensaje, promovió el Hogar de Cristo y denunció la injusticia que había en Chile.

—Si pudiera pedir un deseo ¿cuál sería?

—Morirme santo

—¿Tiene aún alguna meta por cumplir?

—Ser santo, eso me angustia, no otra.


Pese a que se aproxima su cumpleaños, no es común que esto se difunda o se haga alguna celebración especial. Para la iglesia católica, este es un período importante, porque se está en Cuaresma, entonces lo usual es que se lo salude sólo para su Santo.

Entrevista y fotografías: Macarena Tarrasón

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