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Las mejores sopas
de cebolla de Santiago según la revista quépasa de
agosto del 2008.
Las nunca abundantes sopas de cebolla disponibles
en Santiago son tan diferentes, que es
imposible alinearlas en un ranking justo.
Pero sí podemos hacer una interesante selección,
y definir en cada una su personalidad más marcada.
Baco / la potente
A $ 2.890 en Nueva de Lyon 113. Reservas: 2314444
Oscura, densa y dominante, la sopa de cebollas de Baco es una explosión.
Su caldo oscuro es sabrosísimo, casi especiado, y la cebolla
se ve de un dorado oscuro, con trazos ligeramente quemados de tanto
fuego y búsqueda del sabor. Intensidad pura.
Les Assassins / la
modesta
A $ 3.680 en Merced 297. Reservas: 6384280
Todo bien puesto, pero en pequeño. La sopa de cebollas de
Les Assassins es una equilibrada miniatura. Cebolla delicada, caldo
suave. Un queso mantecoso, no muy abundante y fundido por el calor,
aguarda silencioso abajo, y sale a flote de vez en cuando.
La Cascade / la elegante
A $ 4.700 en Av. Isidora Goyenechea 2930. Reservas: 2322798
Su sopa es ligera, fina, con las cebollas apenas doradas, casi
traslúcidas. Su caldo, por consiguiente, es delicado, casi
austero, pero balanceado y de sabores netos, definidos. Vino, caldo
y cebollas susurran en los mismos decibeles.
La Maison de France
/ la dulce
A $ 5.250 en San Crescente 451. Reservas: 2337988
Su sopa toma como base el caldo de carne, no muy denso, y en la
mezcla lleva una clara e imponente dosis de oporto, vino dulce
y fortificado -se siente licoroso-, lo que le entrega un perfil
más dulzón. Cebollas abundantes y dispuestas con
pequeñas tostadas y sabroso queso.
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Para
comprender la sopa a las cebollas —o soupe à l'oignons—
hay que aventurarse con algunas interpretaciones: es una sopa nocturna,
quizás de
restorán o cocina a fin de la jornada ya
sin ingredientes, en la que se utilizan las últimas sobras
del día. Esto es, una rebanada de pan que tostamos en la plancha —frito,
más bien y bien puede ser pan añejo, de él hablaremos
más adelante—,
una lonja de queso mantecoso junto
a una “cucharonada” de cebolla sancochada hasta el cansancio
durante el día,
puesto todo
en un
cazo,
a
lo que
se le
vierte caldo caliente (valga la redundancia) hasta cubrirlo. Encima
le esparcimos queso parmesano, otros aliños, y lo metemos
unos minutos al horno (recién
apagado, seguro) para gratinarlo, si es que queremos.
También
hay que entender que no es una sopa “de cebollas” sino
que “a las cebollas”. Y que no es con caldo de verduras
sino que con caldo “consistente”, de carne, pero que
puede ser reemplazado hoy con bastante confianza con uno o dos cubitos
de caldo de carne concentrado que, para
tranquilidad de los vegetarianos, el sabor a carne lo da una variedad
de apio de aliño (Knorr).
El
tema de la cebolla, por supuesto, es clave para un resultado que
nos deje con la sensación de que los milagros existen: no
es cebolla frita en el sentido de meter un puñado de cebolla
al aceite hirviendo. Es cebolla cortada más bien gruesa en juliana,
que ojalá hayamos cocido primero lentamente en su propio jugo
por una media hora, quizás
después
la ayudamos con un poco de mantequilla derretida en agua hirviendo
hasta que
empiece a
tomar color
como si se estuviera dorando. Es el momento de agregar el
aceite y el azúcar,
granulada blanca o en cualquiera de sus otras formas —incluso
en la de un vino dulce o champaña—, para que tome el
dejo y sabor de azúcar dorada.
Cuando
la cebolla toma el color, está transparente y aún
consistente ¡está
perfecta! Ahí la sacas y la dejas en la cocina o en el congelador
hasta cuando la necesites: hoy, mañana, seis meses después.
Y si quieres aún más perfección, usa cebollas
de la costa, de terrenos arenosos,
puro
sabor y no le
caerán
mal
a nadie aunque se las coman crudas a mordiscos.
Hay
un montón de aliños que vienen perfecto. Para mi gusto
el principal, sin la más leve duda, el óregano, luego la
pimienta, la nuez molida, el ajo, comino, etc. El de nunca jamás
es el estragón.
Pero si a ti te gusta...
El
pan resulta gravitante tanto como la cebolla porque no faltan los
que, con toda razón, detestan el pan remojado. Para panes
fritos como
croûtones, de los mejores es el pan de molde del Samoiedo
en Viña del Mar (sí, ese mismo de la calle Valparaíso
donde hacen los mejores churrascos paltas de la nación), pero
también en la misma
calle, esquina de Etchevers, está desde 1945 la panadería
Viale con un pan igual de bueno. Quizás la fórmula
de pan que usan en Viña
por
la
humedad
del
mar es precisa para esto. Pero claro, si sólo contamos con unas marraquetade
ayer ¡sensacional!