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Lunes, 27 Septiembre, 2004 6:50
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La fundadora
de las Siervas de San José, Congregación a cargo del Centro
de Promoción y Prevención "Bonifacia Rodríguez"
de Colina. Bonifacia Rodríguez Una Nueva Beata Para el Mundo Cristiano. |
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Después de casi 50 años de un largo proceso investigativo, se dio curso a la beatificación de la fundadora de la congregación “Siervas de San José”, Bonifacia Rodríguez Castro, quien durante su vida luchó por la educación de la mujer en los últimos años del siglo XIX. El milagro atribuido a la religiosa es la sanación total de un enfermo desahuciado de cáncer Mucho tiempo le llevó al Vaticano declarar beata a esta sencilla y especial religiosa. Es así como el 20 de diciembre del año pasado y con la presencia de su Santidad Juan Pablo II, se dictó el decreto de reconocimiento del milagro atribuido a la intercesión de la Madre Bonifacia en un enfermo terminal de cáncer. El último paso era fijar la fecha de beatificación, la cual se estableció para el 9 de noviembre del 2003. Bonifacia Rodríguez Castro nació en la ciudad de Salamanca España en el año 1837. Sobre esto la Madre Isabel a cargo del “Centro de Promoción y Prevención Social Bonifacia Rodríguez” de Colina, señala:
“Salamanca es una ciudad tremendamente pobre, muy bonita, de mucho aire estudiantil. Claro que la madre Bonifacia no lucró mucho ahí, ella más bien era presa de la gente sencilla”. Provenía de una familia pobre. Su padre, Juan, era sastre y sabía leer y escribir, lo que no era común en aquellos años. Además se caracterizaba por ser un hombre muy bueno y generoso, capaz de compartir hasta lo más necesario con aquellos que poseían menos que él. María, su madre, era una mujer muy activa y comunicativa, además de resuelta a afrontar la vida en aquellos momentos necesarios. Desde muy pequeña colabora con la sastrería de su padre, quien muere en 1853, razón por la cual, a los 15 años aprende el oficio de cordonera comenzando un duro trabajo. Así conoce los horarios agotadores y el discreto jornal. Curtida por la vida, pero con toda el ansia de salir adelante, Bonifacia, instala su primer taller de cordonería, pasamanería y otras labores. La vida de la futura religiosa cambia cuando en 1870 llega a Salamanca Francisco Butinyá, padre jesuita proveniente de una familia de industriales catalanes. Él ejercía como profesor de teología en el seminario, a quien Bonifacia escoge para que la acompañe en su proceso de fe.
Fundación de las Siervas de San José. Poco a poco la vida religiosa comienza a atraer a Bonifacia, es así, como decide ingresar al convento de las Dueñas de Salamanca. Según nos cuenta la madre Isabel: “Al consultar esta decisión con el padre Butinyá, este le dijo que Dios quería algo distinto de ella y luego la fue orientando. Así nació la congregación Siervas de San José. Puntualmente la idea era formar un instituto de vida religiosa que diese respuesta a la situación de la mujer pobre que desde muy joven debía buscar empleo. La futura religiosa recibe gustosa la idea, ya que ella sabía perfectamente la realidad, porque era la suya. Bonifacia sabía del trabajo agotador y de la explotación laboral a cambio de un sueldo mínimo. Producto de los conflictos políticos de la época, la República se estaba desmoronando y los jesuitas eran perseguidos y acusados de tener opciones políticas contrarias al nuevo régimen. Por esta razón la fundación debía apresurarse, y el decreto de las Siervas de San José es firmado el 7 enero de 1874, claro que en un lugar y momento no muy apropiados, ya que era una ciudad pequeña, artesanal, pobre y se encontraba en pleno período de revolución. Pese a todos los inconvenientes, el 19 de marzo del mismo año, en la humilde capilla de la vivienda de Bonifacia, que ella misma había acondicionado junto a las postulantes, toman el hábito. Esta ceremonia marcaba el inicio de su compromiso con la vida religiosa. Más adelante, Bonifacia por decisión unánime es escogida superiora de la congregación. Con toda la controversia política y social existente en la época, el padre Butinyá es expulsado de España en abril de 1874, es ahí cuando desde la ciudad de Poyanne Francia, les envía una carta que para la comunidad se convierte en un sacramento. En la carta las anima a vivir a fondo el proyecto iniciado y les expresa como se siente parte, de la obra emprendida. Pero luego del exilio de Francisco Butinyá, la historia de Bonifacia Rodríguez cambió completamente de giro. Tiempo después de la fundación, viajó a otros lugares y en 1883 funda en Zamora, una segunda casa y nuevo taller. Aquí se convierte en Madre y maestra de jóvenes esforzadas y pobres, a las que enseña a santificar el trabajo uniéndolo con la oración, según el modelo de la Familia de Nazaret. Las niñas de la casa aprendían a realizar sus labores como servicio a los demás en un ambiente igualitario, teniendo presente siempre la caridad como principal norma de conducta. Pero pasó algo inesperado, nos cuenta la Madre Isabel: “Las de Salamanca tenían tantos deseos de hacer cosas, que mientras Bonifacia andaba en otros lugares, el director, con las hermanas, nombraron a otra superiora y ella no pudo hacer la unión con las congregaciones fundadas. Lamentablemente, llegó a Salamanca y alcanzó a vivir sólo un par de años, ya que se dio cuenta que el sentido de la educación de las otras hermanas era completamente distinto”.
La comunidad que ella misma había fundado la había rechazado y al darse cuenta, la Madre Bonifacia Rodríguez conoce en su vida la exclusión, la marginación, persecución y la calumnia, pero pasa por alto esta situación y su única respuesta es el perdón, la humildad, paciencia y fortaleza, que la acompañan toda su vida, asemejándola con Jesús en el misterio de su pasión. La bondad de Bonifacia Rodríguez era notoria en Zamora, pero así y todo, el 8 de agosto de 1905, muere allí olvidada. Milagro y beatificación. El proceso de beatificación de la Madre Bonifacia Rodríguez Castro fue iniciado el 8 de junio de 1954, y recién luego de 40 años, se le dio luz verde a dicho proceso. El milagro aceptado por la iglesia fue de Esteban Vega Pardo, un enfermo de cáncer que se encontraba desahuciado por los médicos. El 11 de agosto de 1994 Vega abandonó el Hospital Clínico de Barcelona completamente curado luego de haber tenido, según lo médicos, sólo 3 meses de vida. Su esposa, Mercedes Bacardi y toda su comunidad habían rezado a Bonifacia pidiendo por su salud. Ya en 1995 se inició en el arzobispado de Barcelona el proceso de investigación de la curación. El 19 de junio del 2002, la consulta médica de la Congregación de los Santos aceptó la inexplicabilidad de la sanasión de Esteban Vega Pardo, y el 12 de noviembre, el congreso de teólogos la reconoció como un milagro. Finalmente el Papa Juan Pablo II declaró que se trataba de un milagro el 20 de diciembre del 2002. El carisma y espiritualidad de Bonifacia, llenos de actualidad en su época, aún tienen vigencia hoy, cuando con mucha frecuencia las condiciones injustas de trabajo deshumanizan al hombre y sobre todo a la mujer. Periodista: Gina Tavano Delahay. |