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Publicado en Editoriales el Viernes 31 de Diciembre, 2010

¿Qué le regalaría a Chicureo?

Kiko Benítez

Kiko Benítez

Si hubiera podido, esta navidad le habría regalado a Chicureo:
Una Hada Mágica que con su varita, con un “tin“, fuera transformando las cosas horribles en cosas bellas.

Chicureo es sensacional, pero también está lleno de cosas horribles. Tantos locales comerciales horrorosos que sólo esperan ser un aporte económico para sus propietarios. No son lugares así por pobreza, o porque tengan poco éxito comercial. Todo lo contrario. Es ahí donde se necesita la Ninfa que con ese “tin” produzca que aparezcan flores, espacios limpios, colores armónicos y vida.

Igual con ciertos sectores que lucen atroces galpones  abandonados o calles con largos cierros grises que no permiten ver la belleza que sabemos que existe en su lado oculto. O antejardines olvidados que podrían lucir, al menos, sin malezas y basuras.

Es grande la cantidad de sitios eriazos abandonados por sus propietarios, seguros de que hacen un gran negocio en el tiempo pero que también resultan un gasto para los Bomberos que deben acudir casi todos los años a apagar sus  pastizales y basuras ardiendo. La Hadita podría mostrar a estos inversionistas que estarían haciendo mejor negocio si mientras sube año a año el valor del metro cuadrado, entregaran  esos terrenos en mediería para que fueran cultivados y, obviamente, ganar con ello.

Una Hada que terminara con el horror de los ruidos, de los autos con escape libre que rasgan  el silencio de la noche, o los colegios cuyos actos y celebraciones se escuchan  hasta en el último rincón de las casas aledañas, igual que las fiestas que, en vez de las casas, se podrían hacer en los centros de eventos sin molestar a nadie, o los disparos de los cazadores los feriados  en las madrugadas, o las aeronaves que pasan rasantes con sus pasajeros mirando si estás en la piscina.

Pero también la Hadita debería cambiar esas actitudes feas, de los choros y choras a los que los demás no les importan, como esos choferes  en autos gigantes que te pasan por la berma, que se ven como niños trepados en enormes caballos percherones, que logran reducir, simplemente por presencia, el espacio ajeno.

Somos muchos los que aportamos día a día todo nuestro esfuerzo para que Chicureo siga siendo lo mejor de lo mejor. Pero para algunos cambios, es verdad, se necesita magia.

Si pudiera, esta navidad le regalaría a Chicureo la Hada de la Belleza, esa de las cosas y las personas:  “tin”.

Nota: este artículo me lo pidió la revista Valles del Sol para su número especial de diciembre.

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