Como si las últimas exorbitantes alzas del
petróleo y consecuencialmente de la bencina, la falta de sistemas
de financiamiento para la educación superior, los altos cobros
por concepto de contribuciones de bienes raíces, entre otras
medidas que afectan directamente a la clase media chilena, no fueran
suficientes, ahora se agrega un aumento en el costo de la electricidad,
que, en lo inmediato significará un alza del 1% en la cuenta
de la luz domiciliaria, pero que según cálculos de expertos,
podría llegar hasta un alza de un 20% en los próximos
meses.
A lo anterior se une la mantención de la tasa de cesantía
real en el orden del 10% promedio a nivel nacional, superando en algunas
regiones el 14%.
Frente a esta situación, las autoridades de gobierno, en particular
el ministro de Hacienda festinan la realidad y hablan de que “no
existe el viejito pascuero” o que no son “Mandrake el mago”,
para solucionar los problemas sin “nuevas alzas de impuestos” que,
obviamente, perjudicarían en mayor medida, precisamente, a la
clase media.
La verdad es que si la situación de los sectores medios de
nuestro país no fuera tan dramática, tal vez podríamos
comprender el negro sentido del humor del ministro de Hacienda. Pero
la porfiada realidad es muy diferente. Los problemas de la clase media
lejos de solucionarse con nuevas alzas de impuestos solo se agravarían.
La tasa impositiva del país ya es excesiva. Para muestra sólo
un botón: en el caso de la bencina la mitad de su costo son
sólo impuestos. Frente a las sucesivas alzas en el precio de
los combustibles existe una solución que supone restablecer
el Fondo de Estabilización del Precio del Petróleo (FEPP),
tal como se hizo en la década de los noventa. En caso que no
se quiera optar por esta solución es posible diseñar
el establecimiento de un impuesto específico móvil a
los combustibles, según el cambio que experimenten los precios
internacionales del crudo. Se trata que el impuesto específico
que grava los combustibles, que hoy alcanza al 32,48% del precio del
litro, se ajuste a los aumentos o disminuciones del precio internacional
del petróleo, manteniendo así estable el precio de la
bencina en un monto que no supere el valor promedio de los últimos
tres años.
De esta manera, establecido el valor promedio
del precio antes señalado,
y frente a un cambio en el precio internacional del petróleo
que haga aumentar o disminuir el precio de la bencina, se disminuya
o aumente el impuesto específico en el porcentaje adecuado para
no hacer variar en forma desproporcionada el precio de venta al público.
No hay que olvidar que, por efectos del IVA, el Fisco recibe un 19%
adicional con cada alza de precio del crudo. De esta manera, se asegura
un precio estable, se acaba con el fantasma de las alzas semanales
y, en el largo plazo, no se afectarán los ingresos fiscales
proyectados. Lo que sí no ocurrirá, es que el Fisco se
enriquezca con la desgracia ajena.
De manera que, con lo expuesto, para un caso
particular, como lo es el del valor de los combustibles, a diferencia
de lo que afirma el
Ministro de Hacienda, no se necesita ser “Mandrake el mago”,
para buscar soluciones que alivien a la golpeada clase media chilena.
Sólo se requiere de voluntad y creatividad.
Este invierno será particularmente duro, con el alza de los
combustibles, la ya inexorable alza de la electricidad y la insuficiencia
en la producción de gas.
Es urgente desahogar a la clase media.
|