Hace pocos días atrás la Democracia Cristiana (DC) culminó su proceso interno de selección de su candidato presidencial, recayendo la nominación en la ex ministra de los gobiernos de la Concertación, Soledad Alvear, la que, por estrecho margen, derrotó en la elección interna al presidente de su propio partido.

La selección de esta nueva precandidatura presidencial de la Concertación, que se suma a la de Michelle Bachelet, viene a despejar el camino en cuanto a que una de estas dos postulantes de centroizquierda deberá enfrentar, en la elección presidencial de diciembre, al candidato de la Alianza, Joaquín Lavín.

El hecho que la seleccionada por la DC fuera Soledad Alvear y no el presidente de ese partido auguraba la posibilidad de un debate político de mayor nivel que el que representa -por su estilo confrontacional y agresivo– el senador Adolfo Zaldívar.

Sin embargo, a los pocos días de su nominación, la precandidata democratacristiana designó como jefe de su campaña a otro ex funcionario gubernamental, mucho más afín en su estilo de acción política con el del presidente de la DC, que con el de la ex-canciller.

La nominación, como jefe de la campaña presidencial de Soledad Alvear, del ex-intendente de Santiago Marcelo Trivelli estuvo marcada de inmediato por un afán de confrontación propia de los políticos de trinchera que exhibe en su trayectoria pública el generalísimo de Soledad Alvear.

Sus primeras declaraciones, como era de esperar, fueron para atacar al candidato de la Alianza por Chile, Joaquín Lavín. Lo que no resultó extraño, ya que no debemos olvidar que la designación de Trivelli como intendente de Santiago se hizo precisamente para “marcar” (o más bien “tratar de marcar”) a Joaquín Lavín.

Así, fiel a su estilo, al asumir su nuevo cargo, Trivelli esbozó una especie de matonezca notificación a Lavín, en el sentido que con su designación como jefe de campaña de Soledad Alvear, se “terminaba el recreo de Lavín”. Curiosa manera de comenzar una nueva nominación en su carrera política.

Especialmente considerando que el recreo que tiene que terminar es el que han tenido los delincuentes, que se han aprovechado de la manga ancha de los gobiernos de la Concertación. También tiene que terminar el recreo de los indultos, ya que cuando logran detener a un delincuente y condenarlo, no falta la mano amiga del indulto.

También tiene que terminar el recreo de los funcionarios públicos que se dedican a la política partidista y a la intervención electoral, usando la plata de todos los chilenos, conducta de la cual Trivelli, como alto funcionario de gobierno que fue, no puede pretender excusarse.

El país tiene la esperanza que Joaquín Lavín pondrá término al recreo de los delincuentes que han hecho de la inseguridad el primer problema que afecta a los chilenos.

El país confía también que Joaquín Lavín no se tomará descanso para generar fuentes de trabajo y hacer crecer al país, para lo cual tendrá que poner a trabajar o darles un recreo a los funcionarios políticos enquistados en cargos públicos que no cumplen con sus tareas y permiten que se caigan los puentes o que se utilicen recursos del estado para financiar campañas partidistas.