La semana pasada fue un tanto movida, al menos para la Alianza por Chile. El lunes, la Comisión Política de la UDI, en una resolución, muy directa y franca, señaló que le era imposible seguir manteniendo relaciones con el presidente de Renovación Nacional, Sebastián Piñera, que intentaría otras formas para relacionarse con esa colectividad y fortalecer la Alianza. Las razones para adoptar tan drástica decisión quedaron explicitadas en la propia declaración y no vale la pena volver sobre ellas. Ahora es el momento de enfatizar los puntos que nos unen y no entramparse en las divisiones del pasado.

Al día siguiente, Joaquín Lavín, de quien se estaba reclamando una intervención para solucionar las dificultades de la Alianza, adoptó varias determinaciones en tal sentido. Reorganizó su equipo asesor más inmediato, al cual se incorporarán oportunamente los presidentes de ambos partidos, y formó una comisión integrada por cuatro alcaldes, dos de la UDI y dos de Renovación Nacional, y los secretarios generales de ambos partidos. Los objetivos fijados son: facilitar las relaciones futuras en la Alianza y despejar cuanto antes el tema municipal. Los actuales alcaldes de la Alianza van casi todos a la reelección y se trata, en las demás comunas, de elegir al mejor candidato, sea éste independiente, de la UDI o de RN.

La solicitud que le hizo a los presidentes de ambos partidos, de que no repostularan a ese cargo, generó reacciones diversas. En Renovación Nacional se criticó más que el fondo del planteamiento, la forma en que éste se hizo.

En la UDI, y probablemente también en otros sectores, sorprendió que Pablo Longueira haya corrido la misma suerte. Las contribuciones de Pablo al notable crecimiento de la UDI y por ende de nuestro sector; su decidido compromiso con el proyecto de cambio que encabeza Joaquín Lavín y sus notables gestos y decisiones políticas para ayudar a la solución de problemas que no sólo complicaban al Gobierno, sino que podían afectar seriamente el desarrollo del país, lo habían constituido en un líder político notable. Cualquier cuestionamiento que pudo haberse generado en la UDI, fue superado gracias al propio gesto generoso de Pablo. Nos quedó muy claro que a Pablo se le había pedido un sacrificio adicional, una contribución más a la causa, y que éste, con total desprendimiento, accedió a dar ese paso.

En la UDI ya tenemos definida una fórmula de continuidad en la conducción del partido, que deberá hacerse efectiva en mayo, fecha en que correspondía al Consejo General elegir las nuevas autoridades y Renovación tiene ya también decidida la forma en que se elegirá su nueva Mesa Directiva.

El desenlace ya descrito ha generado una sensación de alivio, no sólo entre nuestros partidarios sino que en todos los chilenos partidarios del cambio, que son una inmensa mayoría.

La Concertación, conciente de este nuevo ambiente, ha resuelto atacar por otro flanco. Ahora, cuando Joaquín Lavín interviene para solucionar el conflicto, antes lo criticaban por no hacerlo, dicen que los partidos de la Alianza no serán sus interlocutores y que se entenderán sólo con el candidato presidencial. Pretenden crear una cuña, entre Lavín y los partidos que lo apoyan.

Que le quede claro a la Concertación que no pisaremos el palito. No habrán cuñas entre la candidatura presidencial y la Alianza por Chile. Joaquín tiene claro que su futuro gobierno necesita de partidos fuertes y bien organizados. Nosotros sabemos que los proyectos políticos, que son de largo plazo y no deben personalizarse, necesitan para su desarrollo llegar al gobierno y que esa opción la tenemos con Joaquín Lavín.