Me sorprende profundamente la carta de don
Christian de Groote, publicada el miércoles 17 de diciembre, quien - a pesar de ser un destacado
arquitecto- muestra un total desconocimiento de la modificación
aprobada al Plan Regulador Metropolitano de Santiago. Por sus comentarios,
me imagino que aún no ha leído esta nueva normativa.
Con el afán de ayudarle, quisiera hacer algunas precisiones.
1. La nueva norma incorporada al PRMS no modifica
los actuales límites
de Santiago ni crea 90 mil hectáreas urbanas, como él
asegura. Lo que se aprobó a nivel regional es un conjunto de
estrictas condiciones que deberán cumplir las futuras extensiones
de suelo urbano que se soliciten, conforme a las demandas naturales
de la región. La Región Metropolitana crecerá en
las próximas décadas lo justo y necesario para responder
a las necesidades de sus propios habitantes.
2. Santiago - como cualquier área metropolitana del mundo-
nunca ha dejado de crecer y densificar ciertos sectores en forma simultánea. Ésta
es la esencia del desarrollo urbano. Al crecer en población,
las ciudades ocupan nuevos suelos y sectores antes periféricos
cobran valor, densificándose o incorporando otras actividades.
Lo realmente importante es asegurar que el desarrollo de la ciudad
mejore la calidad de vida de sus habitantes. La norma recién
aprobada corrige defectos del crecimiento urbano que hacían
mucho más fácil expandirse que densificar. Para ello
se han fijado fuertes exigencias para asegurar que se creen núcleos
urbanos integrales, accesibles para las familias de menores ingresos;
se reduzcan los niveles de congestión vehicular con nuevas obras,
y se aumenten fuertemente las áreas verdes y las zonas forestales
en la región.
3. Desde la perspectiva de la regionalización, un Estado democrático
no puede prohibir que las empresas generen fuentes de trabajo en una
ciudad y las personas opten libremente por vivir en ella, formando
familias que luego demandarán viviendas, servicios y equipamientos.
La nueva norma hace a los santiaguinos pagar por su desarrollo, sincerando
los costos de vivir en la capital. Será opción de cada
habitante vivir en ella o buscar nuevas oportunidades en regiones.
Las ciudades no crecen o son congeladas por decreto, pero el Estado
sí puede crear incentivos que guíen mejor su desarrollo
y la forma en que los habitantes eligen donde vivir, asumiendo por
completo los costos de sus decisiones.
LUIS EDUARDO BRESCIANI LECANNELIER